Dos ideas forjadas en Leópolis hace un siglo acechan a Putin: genocidio y crímenes contra la humanidad

  • Los autores de las ideas de crímenes contra la humanidad y genocidio estudiaron en Leópolis, en el oeste de la actual Ucrania

  • Hersch Lauterpacht ideó el concepto crímenes contra la humanidad para defender los derechos de las personas frente a la barbarie de los estados

  • Raphael Lemkin creó la palabra genocidio para poder juzgar la violencia contra grupos étnicos, culturales o religiosos

El centro histórico de Leópolis, en el oeste de Ucrania, es patrimonio de la humanidad. Edificios y calles siguen bien conservados, algunos desde la Edad Media. De lo que no queda rastro hoy es de la diversidad cultural de quienes la han habitado a lo largo de la historia. La mezcla de pueblos y culturas no sobrevivió al siglo XX.

Lo que sí ha perdurado son dos ideas fraguadas en aquellos tiempos violentos —por dos vecinos de la ciudad hoy casi olvidados—, que son más valiosas que cualquiera de los monumentos. Conceptos que permiten sentar en un banquillo a dirigentes como Vladímir Putin: el de crímenes contra la humanidad y el de genocidio. Conviene recordar esta historia en plena guerra y ante el horizonte probable de que Leópolis, hoy Lviv, termine convertida en la capital de Ucrania si cae Kiev.

Cruce de caminos, culturas y guerras

“Parecía más que una coincidencia que dos hombres que hicieron más que ningún otro para crear el sistema moderno de justicia internacional tuvieran sus orígenes en la misma ciudad”, cuenta Philippe Sands en su libro Calle Este-Oeste, en el que recupera las figuras de Hersch Lauterpacht y Raphael Lemkin, y su vínculo con Leópolis.

La ciudad, en el centro del continente europeo, ha cambiado de nombre una y otra vez con cada conquista. Lauterpacht llegó siendo un adolescente a la ciudad austrohúngara de Lemberg, que tres años después fue tomada por Rusia, al inicio de la Primera Guerra Mundial.

Los Habsburgo la reconquistaron, pero el final de la contienda trajo el hundimiento de su imperio. Quedó en manos ucranianas con el nombre de Lviv, que se convirtió el Lwów bajo dominio polaco, después en Luvov con los soviéticos y de nuevo en Lemberg con los nazis y el exterminio.

La soberanía nacional y las masacres legales

Para entonces, Lauterpacht y Lemkin, ambos judíos que habían estudiado leyes en la ciudad, ya se habían ido; pero vieron cómo la limpieza étnica destruía a muchos de sus seres queridos.

A Lemkin le había indignado desde muy joven la violencia contra grupos con una identidad definida dentro de una sociedad. Una vez preguntó en la facultad por qué no se juzgó a los responsables de la muerte masiva de armenios.

— “Pongamos por caso un hombre que tiene algunos pollos y los mata. Es su asunto. No tienes derecho a meterte”, le respondió el profesor.

— “Pero los armenios no eran pollos”, replicó Lemkin.

— “Si interfieres en los asuntos internos de un país infringes su soberanía”, sentenció el profesor.

Lemkin y Lauterpacht desafiaron esta conclusión con sus nuevas ideas. Ambos coincidieron en que debía haber una justicia internacional con legitimidad frente a la barbarie, aunque estuviera respaldada por las leyes de un país, por muy soberano que fuera.

Crímenes contra la humanidad vs genocidio

En lo que discreparon fue en el enfoque. Lauterpacht acuñó la idea de crímenes contra la humanidad pensando en el asesinato de individuos como parte de un plan sistemático. Lemkin inventó el término genocidio, del griego “genos” (tribu o clan) y el sufijo latino “cidio” (matar).

Para Raphael Lemkin la clave era que a los individuos asesinados en masa se los mataba sólo por pertenecer a un grupo y con el objetivo de destruir esa identidad. A Lauterpacht esa idea le parecía peligrosa.

“Potencia el sentimiento de solidaridad entre los miembros del grupo de víctimas, reforzando a la vez los sentimientos negativos hacia el grupo de los verdugos (…) Ser etiquetado como víctima de genocidio se convierte en un componente esencial de la identidad nacional sin contribuir a la resolución histórica de las disputas ni hacer que los asesinatos masivos sean menos frecuentes”, decía Lauterpacht.

El proceso a los nazis en Núremberg

Ambos participaron entre bambalinas en los juicios de Núremberg contra dirigentes nazis. Allí se impuso la doctrina de Lauterpacht. Lemkin llegó a introducir el cargo de genocidio, pero la palabra no apareció en la sentencia.

Con los años, el genocidio ha ganado más terreno en nuestro vocabulario, seguramente en parte por los motivos que temía Lauterpacht. Quedó definido en la Convención del Genocidio de Naciones Unidas, firmada el 9 de diciembre de 1948. Un día después se firmó otro documento que llevaría la impronta de Lauterpatch, la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Las resolución 95 de la ONU reconoce la necesidad de proteger al individuo en un orden internacional de justicia, como quería Lauterpacht. La resolución 96 reconoce el genocidio como crimen, como pensaba Lemkin.

La doble cara del genocidio

Hoy Leópolis es Lviv, en ucraniano. Philippe Sands lamentaba que allí la cultura judía sólo sobrevivía como atracción frívola para turistas y que nadie recordaba a Lemkin y Lauterpacht. La diversidad cultural no ha perdurado. Las ideas nacidas contra la violencia que acabó con ella sí están vivas, pero con el mismo signo polémico que cuando nacieron.

Ucrania ha invocado la Convención del Genocidio. Acusa a Putin de haber retorcido este concepto para justificar la invasión. Moscú denunció un genocidio en el Donbás. Buscó la legitimidad de la víctima para lanzarse contra Ucrania, tal y como temía Lauterpacht.

Al menos, el Tribunal Penal Internacional ha anunciado que investigará lo que suceda en la contienda. Recuerda que tiene tres instrumentos para acusar a quien se ensañe con los civiles en el transcurso de un conflicto armado. Uno es el delito de crímenes de guerra. Los otros dos son el de crímenes contra la humanidad y el de genocidio.