Marruecos, a la expectativa tras el nombramiento de Albares como ministro de Exteriores

  • Silencio en el Marruecos oficial transcurrida una semana del relevo en el Ministerio de Exteriores español

  • La exministra de Exteriores Arancha González Laya, vetada en Rabat, ha sido la cabeza de turco de la crisis bilateral

Silencio marroquí transcurrida una semana de la llegada del nuevo ministro de Exteriores, José Manuel Albares, al Palacio de Santa Cruz de Madrid. No es poco, teniendo en cuenta el estruendo verbal de los últimos tiempos, sobre todo a raíz de la crisis migratoria en Ceuta de hace dos meses y el estallido de una crisis bilateral que ha entrado en un período de gélida calma. La pregunta, entre curiosa y displicente, más repetida en los titulares de los medios marroquíes en los últimos días no ha sido otra: ‘¿quién es José Manuel Albares?’. La prensa marroquí destaca de Albares su fulgurante paso por la Embajada española de París, 18 meses como máximo responsable, una estancia de un año en la Escuela Americana de Tánger, donde se graduó primero de su promoción, su “perfecto” francés y su amistad con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

A nadie se le escapa que la crisis entre Madrid y Rabat sigue irresuelta. La Reunión de Alto Nivel España-Marruecos está suspendida sine die, no se celebran encuentros entre altos responsables de los dos países, no existe interlocución entre las cancillerías, las fronteras terrestres de los dos países permanecen cerradas, la Operación Marhaba ha huido de los puertos españoles este verano, la Embajada de Marruecos en España sigue sin su titular… En un comunicado emitido dos semanas después de la llegada de 10.000 personas a Ceuta desde Marruecos, el Ministerio de Exteriores del país magrebí admitía que la crisis iba más allá de la hospitalización en Logroño del líder del Frente Polisario Brahim Ghali y que el problema de fondo era el Sáhara.

En Marruecos no gustaron nada las maniobras de la diplomacia española para intentar convencer a la Administración estadounidense de revocar el reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara Occidental por parte de Donald Trump en los estertores de su mandato, diciembre de 2020, ni las declaraciones del ex vicepresidente Pablo Iglesias pidiendo en un tuit un referéndum para la autodeterminación de la antigua colonia española el mes anterior. La entrada del líder de la organización independentista, con la que Marruecos está en guerra, en España, fue la “gota que colmó el vaso”. Todo ello fraguó la caída irremisible de Laya, convertida en bestia negra para Rabat.

Por si el enfado con España de las autoridades marroquíes no era ya importante, en Marruecos volvió a indignar la declaración del Parlamento Europeo del 11 de junio rechazando la actitud de Rabat en la crisis de Ceuta. Lo cierto es que desde entonces no ha vuelto a haber cruce de declaraciones ni acusaciones. Marruecos se ha empleado con rigor desde aquellas fechas de mayo en restablecer la seguridad en la frontera con Ceuta. En las últimas semanas Rabat instala nuevas vallas y concertinas en los pasos con la ciudad autónoma y lanza un mensaje: ‘lo de los días 17 a 19 de mayo fueron las “consecuencias” de actos españoles y no hay problema migratorio. Marruecos se toma con la máxima seriedad la seguridad en sus fronteras. España se equivoca en europeizar una crisis bilateral’.

González Laya: cabeza de turco, bestia negra

Lo cierto que la ex ministra de Exteriores Arancha González Laya ha sido, por muy manidas que sean las metáforas, bestia negra para Rabat y cabeza de turco de la crisis bilateral en una forma inusitada. La efigie de la guipuzcoana ha sido la más reproducida en portadas de diarios y semanarios, ya fuera la prensa arabófona o la francófona, en las últimas semanas en Marruecos. El país vecino le hizo la cruz y la vetó como interlocutora. Su homólogo a este lado del Estrecho Nasser Bourita se negaba a ponérsele al teléfono.

Los medios de comunicación oficialistas no han dudado en responsabilizarla de la crisis entre Marruecos y España en tanto que defensora de la entrada del líder del Polisario, Brahim Ghali, a España para ser hospitalizado contra el criterio de otros miembros del Gobierno. “Después de haber provocado una crisis sin precedentes entre Marruecos y España al acoger a Brahim Ghali, la jefa de la diplomacia, Arancha González Laya, ha sido apartada del Gobierno”, escribía el portal oficialista Le360.

Aviso: la crisis va más allá de las personas

No cabe duda de que en Marruecos esperan al nuevo jefe de la diplomacia española, aunque sin prisas. Desde Rabat no ha habido aún felicitación pública al nuevo titular de Asuntos Exteriores español. Las autoridades marroquíes son más que conscientes de que más allá de los errores personales de la anterior titular de Exteriores, Arancha González Laya, a la que se ha criticado sin piedad, en la crisis hispano-marroquí el último responsable de la diplomacia española es el presidente del Gobierno Pedro Sánchez.

Una figura, por cierto, la del jefe del Ejecutivo casi igual de antipática que la guipuzcoana –y que el ex vicepresidente Pablo Iglesias- para los marroquíes. Y es que entre Sánchez, Laya, Iglesias, Ghali y el conflicto bilateral han conseguido despertar una ola de antipatía hacia España que quedó evidenciada en la última Eurocopa de fútbol. Este cronista fue testigo con desencanto de los deseos del pueblo marroquí en cada choque de la selección española.

Puede decirse que hasta ahora la prensa oficialista ha acogido con templado optimismo el relevo en Santa Cruz. Lo más cercano a una declaración oficial son las palabras del ex portavoz del Gobierno y ex ministro de Cultura, Juventud y Deportes marroquí Hassan Abyaba en una entrevista recogida ayer por el semanario Al Ousboue, el más popular de Marruecos. “Lo que le importa a Marruecos no es el cambio de personas sino de actitudes, [pues] la disputa marroquí-española ha transcendido a las personas”, aseguraba el político marroquí.

Una opinión semejante es la del director del digital hispanófono infotalqual.net, Rachid Elyounoussi: “Lo que sí es seguro es que la salida de González Laya por sí sola no cerrará las heridas a corto plazo. La diplomacia es el arte de trabajar en silencio”. De la misma manera se expresa un consejero diplomático marroquí consultado por NIUS: “Soy optimista y creo que la futura visita del ministro tendrá un efecto positivo, pero una vuelta a la normalidad total como antes no la creo, al menos si no hay cambio de gobierno en España. No veo que vaya a pasarse página de todo el problema”.

“¿Significará su llegada [por José Manuel Albares] la normalización de las relaciones con Marruecos? Ello no está garantizado porque no es conveniente olvidar que la señora González no es, al fin y al cabo, sino un fusible que Sánchez ha hecho saltar mientras que él mismo ha estado implicado como máximo responsable en la acogida de Ghali en España”, aseguraba Wissam El Bouzdaini en el semanario Maroc Hebdo, uno de los más animosos hacia la ex ministra González Laya.

No cabe duda, en fin, de que uno de los cometidos, acaso el más urgente, del nuevo ministro de Exteriores es el de regresar a una suerte de nueva normalidad con Marruecos. Albares quiso empezar con buen pie la nueva andadura y en el acto de recepción de su cartera, ante la mirada de González Laya, y como enmendándole la plana, se refirió a Marruecos como “gran amigo y vecino” y anunció como uno de sus objetivos “reforzar las relaciones” con el reino alauita. También Pedro Sánchez recordaba que Marruecos es un “país amigo” de España en la entrevista de este martes ante las cámaras de Telecinco. Por cierto, el presidente se equivocaba al afirmar que España es el primer inversor en Marruecos, pues ocupa el segundo lugar tras Francia.

Desde su llegada Albares trabaja en su primera visita a Rabat. Más allá de la buena disposición y las buenas palabras del nuevo ministro, el establishment marroquí quiere gestos de España. Algo tangible. Ni Marruecos ni España saben hoy en qué podría consistir ese gesto, pero saben que llegará. Marruecos está muy enfadado con España pero a su pueblo, también a sus dirigentes, les cuesta permanecer impertérritos cuando desde el norte de Tarifa se actúa con respeto, buena química y cariño. La mala uva que puede destilarse desde el Magreb también es proverbial cuando su pueblo se siente ofendido.

El verano, con las fronteras terrestres cerradas, nuevas restricciones viajeras entre las dos orillas del Estrecho, la Operación Paso del Estrecho suspendida, la pandemia repuntando en ambos países y la sensibilidad a flor de piel, continúa su paso inexorable. Y, entretanto, así está Marruecos aguardando a Albares, haciendo suyo el título del poemario de Luis Cernuda. Como quien espera el alba.