El negocio de los rescates privados en Kabul: 6.500 dólares por un billete de avión

  • Erick Prince, el ex militar estadounidense y fundador de Blackwater ofrece este servicio

  • A pocos días de la retirada militar del país, muchos afganos están desesperados por huir

  • El servicio incluye el traslado al aeropuerto desde las zonas controladas por los talibanes

Quedan apenas cinco días para que termine la cuenta atrás para abandonar Afganistán de una manera relativamente segura. El ejército de los Estados Unidos, y previsiblemente el resto de militares de otros países, abandonen el aeropuerto de Kabul, con decenas de miles de afganos todavía agolpados a sus puertas intentando escapar de los talibanes.

En mitad de este caos y con miles de afganos que han colaborado con potencias extranjeras durante estos 20 años de ocupación y que temen por sus vidas en futuras represalias, un grupo de veteranos estadounidenses, contratistas y exmilitares, han encontrado una lucrativa fuente de ingresos. Según publica The Washington Post, el millonario Erik Prince (el polémico fundador de la empresa militar Blackwater), ofrece asientos de avión para abandonar Afganisthan por el módico precio de 6.500 dólares.

6.500 dólares por salir del país y salvar la vida

Erik Prince es un conocido exmilitar estadounidense, el millonario fundador de la empresa militar Blackwater, contratista del ejército americano y que ha protagonizado múltiples polémicas, como la muerte de 17 civiles en Irak en 2007 o la violación de los embargos de armas en Somalia o Libia.

Prince ofrece un servicio de lo más efectivo y peligroso: sus paramilitares pueden recoger a cualquier afgano en un área de Kabul controlada por los talibanes y transportarlo al interior del aeropuerto internacional Hamid Karzai, donde tendrá asegurado un asiento libre en uno de los aviones que abandonan el país estos próximos días. Todo por un precio casi imposible de pagar por nadie en uno de los países más pobres del mundo: 6.500 dólares (unos 5.500 euros).

Pero parece que todavía hay algunas personas en Kabul dispuestas a pagar por ello. Y es que son decenas de miles los afganos que han colaborado en las últimas décadas con los gobiernos de Estados Unidos y el resto de países occidentales. Muchos de ellos se sienten ahora abandonados a su suerte, sobre todo tras escuchar las palabras del Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que ha asegurado que la evacuación y la retirada del os militares terminará antes del 31 de agosto.

Los talibanes ya han advertido que no tolerarán la presencia militar más allá del próximo martes y han asegurado que el día 31 de agosto se restablecerá el servicio habitual del aeropuerto internacional. Los vuelos comerciales se reanudarán y cualquier afgano con sus documentos en regla podrá volar sin problemas. Por supuesto, los talibanes no hablan sobre cómo podrá superarse sus controles para cruzar la frontera y si los perseguidos políticos tienen alguna posibilidad de abandonar el país de esta forma.

Una huida cada vez más complicada

El servicio de rescate privado ofrecido por Blackwater es cada día más complejo, ya que los controles que los talibanes han montado en toda la ciudad de Kabul y, sobre todo, en torno al aeropuerto, son cada vez más numerosos. Pero los militares y contratistas todavía tienen cierta libertad de movimiento para realizar estos traslados (cuyo precio servirá, seguramente, para comprar algunas voluntades y sobornos en los puestos de control).

Una vez en las pistas del aeropuerto de Kabul, encontrar un asiento en los aviones de evacuación ya no es un problema y es que en los últimos días muchos de ellos despegan con decenas de plazas vacías, debido precisamente a la dificultad para llegar al aeródromo de los afganos que pueden acreditar una petición de asilo. Y los nuevos puestos de control de los talibanes en la carretera a Pakistán han hecho que la salida del país por esta frontera sea cada vez más compleja.

Un negocio redondo pero muy cuestionable moralmente para esta empresa militar que, en todo caso, se queda sin tiempo también para llevar a cabo.