Polución, virus y buenas noticias

  • Un estudio publicado en la revista Nature Climate Change centrado en las emisiones mundiales de carbono ha desvelado que las emisiones diarias disminuyeron un 17% entre enero y principios de abril

Reducción de la contaminación atmosférica y acústica, avance en el desarrollo sostenible del planeta, expansión acelerada del transporte público, creación de empleo en sectores como las energías renovables y el transporte, mayor protección de la biodiversidad y rediseño del modelo económico son solo algunas de las buenas noticias que pueden salir de la crisis generada por el coronavirus, especialmente gracias a las investigaciones que lo relacionan con la polución ambiental.

Y es que los últimos estudios realizados alrededor de esta conexión están siendo fundamentales para conocer más sobre este virus que ha dado la vuelta al planeta, ya que una mayor contaminación incrementa la propensión a sufrir infecciones y no solo de coronavirus. Enfermedades como el sarampión o los coronavirus SARS y Covid-19 se encuentran “en su salsa con las partículas contaminantes del aire”, según palabras del investigador de la Universidad de Standfor, Fabián Sanchis-Gomar, que advierte además de que dichas partículas “en una relación lineal, sobreviven más tiempo y se vuelven más agresivas para el sistema inmunológico, que ya está afectado por esas sustancias nocivas”.

Sanchez-Gomar añade que “dichas partículas, al ser inhaladas, pueden llegar a más profundidad del territorio pulmonar” y que el aumento a una alta concentración de dióxido de nitrógeno se asocia además con un mayor riesgo de padecer hipertensión arterial, que es la “comorbilidad más frecuente en casos graves de covid-19 y de las lesiones pulmonares extensas que se observan en la neumonía asociada a esta enfermedad”.

Relación entre polución y covid-19

Esta relación letal entre la alta contaminación y el índice de mortalidad es la que al mismo tiempo está haciendo que se disparen las investigaciones para que la vuelta a la normalidad signifique no seguir haciendo las cosas como antes. Las grandes crisis han sido históricamente motores de cambio y el objetivo en esta ocasión empieza a ser crear una sociedad ambientalmente sostenible, económicamente próspera y más alejada de enfermedades relacionadas con la polución.

Para ello es conveniente una transformación estructural de la economía, como señala el informe “Hacer el cambio verde” realizado por Naciones Unidas y la Comisión Económica para Europa que añade la necesidad de cambios en los productos y servicios, así como en los procesos de producción. Dichos cambios, para que sean efectivos, deben hacerse sobre los sectores que son directamente responsables del empeoramiento ambiental, como ocurre con los transportes, que es la mayor causa de polución urbana, efecto invernadero y lluvia ácida, entre otros efectos nocivos.

De hecho, todos hemos sido testigos de la mejora de la calidad del aire en las ciudades gracias al parón productivo y de movilidad de los últimos meses. Un estudio publicado en la revista Nature Climate Change centrado en las emisiones mundiales de carbono ha desvelado que las emisiones diarias disminuyeron un 17% entre enero y principios de abril en comparación con los niveles de 2019, esas mismas fechas. Nunca habían sido tan bajas desde 2006.

Cambios en el transporte

Por ello, aunque solo centráramos estos cambios en el sector del transporte terrestre, que emplea a más de 60 millones de personas en todo el mundo (un 2% del empleo mundial), los cambios serían enormes y afectarían a la actividad de otros sectores económicos y a la contribución directa de empleo. En Estados Unidos, por ejemplo, este sector representó en 9% del PIB en 2015 y dio empleo al 9% de su fuerza de trabajo en 2016.

Teniendo en cuanta que la escuela de Salud Pública de Harvard también ha analizado datos de más de 3.000 condados del país norteamericano que muestran cómo los más contaminados han sufrido tasas de mortalidad más altas por coronavirus, no es descabellado pensar que este es un sector que debe transformarse en la búsqueda de una economía que ayude a la preservación del planeta y de su propia población.

De hecho, si la mitad de todos los vehículos producidos en un futuro fueran eléctricos, se podrían crear 10 millones de empleos en todo el mundo y cinco millones más si los países duplicaran su inversión en transporte público. Si esta revolución la ampliáramos a las energías renovables, el incremento de los empleos sería significativo.

Cambio en los hábitos de consumo

No obstante, cualquier transformación ambiental importante tras la experiencia de la pandemia tiene que venir del cambio de los hábitos de consumo y producción. Tanto empresas como particulares estamos obligados a ver el mundo de otra manera si de verdad hay voluntad de cambio. Y el apoyo de los gobiernos a las empresas y los ciudadanos en esto será esencial.

No está de más recordar que la epidemia de gripe de 1918 propulsó la creación de los sistemas públicos de salud en varios países, la II Guerra Mundial dio lugar al moderno estado del bienestar y la crisis del petróleo en la década de los 70 llevó a los fabricantes de coches a fabricar autos más pequeños. Fue también el inicio de las energías solar y eólica. Lo que en un principio fueron vistos como momentos de crisis se tornaron en cambios que transformaron nuestras costumbres para siempre.

Las consecuencias de poner en marcha cambios reales y estructurales tendrán repercusiones muy positivas en la desaceleración del cambio climático. Pero para ello, según los científicos, habrá que evitar que las temperaturas globales aumenten mas de 1’5 grados y reducir las emisiones en un 7’6% cada año hasta el 2030. Todo un desafío que sólo puede ser llevado a cabo si participa una parte alta de la población.

Por ello, las consecuencia económicas y sociales de la pandemia deberán ser las que la sociedad decida, siendo conscientes de la oportunidad que esto supone. Como dijo António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas , el covid requerirá “un plan de tiempos de guerra para afrontar esta crisis humana”. Lo que al final surja de ello, incluyendo las oportunidades que den lugar a la mejora de la calidad de vida de la población y del planeta, dependerá de la voluntad de cambio que todos mostremos.