La rabia ante las restricciones se extiende en Italia con protestas y saqueos

  • Las manifestaciones violentas se multiplican por el país tras las últimas restricciones

  • Grupos radicales se infiltran en las protestas

Fabrizio está sentado en una de las pocas mesas ocupadas del Picadilly. Son las 11 de la mañana, la hora de parar a tomar un café y quizás algo de picar, pero en este local eso no se lleva. Lo suyo eran los aperitivos al caer la tarde y las copas después de la cena. Abrían a las 16:00 y cerraban de madrugada, aunque con las nuevas reglas han tenido que reajustar los horarios. “Podemos intentar reinventarnos y transformarnos en una cafetería. Lo que no entiendo es que a las 8 de la tarde alguien pueda entrar en una tienda a comprarse un abrigo y no pueda venir a un bar”, opina.

Fabrizio es el propietario del establecimiento, tiene delante un ordenador y lleva toda la mañana cancelando pedidos con proveedores. El cierre ahora llega a las 6 de la tarde, como para el resto de bares y restaurantes, que este lunes han tenido que acatar las nuevas restricciones impuestas para toda Italia. Las medidas han provocado una ola de protestas que han disparado la conflictividad social a un nivel insostenible. La noche de este lunes hubo lanzamientos de cócteles molotov, saqueos en tiendas, choques con la policía y al menos una decena de detenidos.

Para el dueño del Picadilly poco importan las quejas. “Dentro de un par de semanas o un mes estará todo cerrado…”, se resigna. El personal ha pasado de 15 camareros a nueve y espera poder resistir. Peor lo tiene el gimnasio del otro lado de la plaza, que ha echado el cierre, o el bingo de este barrio de San Giovanni, al que venían clientes de otras partes de Roma.

También se acabó lo que se daba para piscinas, teatros, cines o salas de conciertos. Será así al menos hasta dentro de un mes. El golpe para la cultura, que no ha levantado cabeza desde la primera ola de la epidemia, es tan grande que directores como Nanni Moretti o Marco Bellocchio se ponen a la cabeza de las protestas. Para Francesco, dueño de un restaurante de pescado, “lo importante ahora es mantenerse a flote como sea”. “Tenemos los recursos de un Panda con los gastos de un Ferrari. Esperemos que lleguen al menos las ayudas”, añade.

El Gobierno insiste en que ya tiene preparado un decreto de 4.000 millones para mantener a flote a los sectores afectados por las últimas restricciones. Se trata de dinero a fondo perdido, exención de impuestos y la prolongación de los ERTE. “Tenemos que hacer todo lo posible para proteger salud y economía, el país no se podría permitir un segundo confinamiento generalizado”, repitió el domingo el primer ministro, Giuseppe Conte, mientras anunciaba las medidas. Pero si durante la primera ola la población asumió que el cierre era la única opción, ahora la rabia se extiende mientras se camina paulatinamente hacia otro parón de la economía.

Este lunes se manifestaron todo tipo de colectivos por media Italia. Empleados de centros deportivos en Roma, taxistas en Turín, comerciantes en Milán, Trieste, Cremona o Nápoles. Y en la mayoría de ciudades hubo incidentes. Se investiga la participación de ultras de los equipos de fútbol, grupos radicales de extrema derecha o incluso la criminalidad organizada. Los sospechosos habituales.

La mecha había prendido en Nápoles, donde la madrugada del pasado viernes cientos de personas desafiaron el toque de queda impuesto allí y terminaron convirtiendo la protesta en una batalla campal contra la policía. El presidente de la región, Vincenzo De Luca, que se caracteriza por un estilo exagerado con el que acapara la atención mediática, dijo que entre los manifestantes había “miembros de la Camorra, fascistas y pedazos de…”, sin querer completar el insulto. El día siguiente el grupo neofascista Forza Nuova siguió el ejemplo y protagonizó nuevos incidentes violentos en Roma.

Infiltración de grupos violentos

El Ministerio del Interior teme que la infiltración de este tipo de grupos radicales pueda seguir provocando el caos. Roma y, sobre todo, Nápoles fueron los escenarios donde se vivieron las escenas más graves, pero ahora ese clima se ha extendido al resto del país. La mayoría de estos colectivos mantienen posturas negacionistas, que no han calado en una parte mayoritaria de la población, pero que son el argumento perfecto para agitar el descontento. El líder de Forza Nuova, Roberto Fiore, asegura que para ellos “ésta es una batalla estratégica”. “Ante nuevos cierres nosotros responderemos con la desobediencia civil o incivil”, amenaza.

Estos son los extremos más radicales, aunque por encima de todo eso existe la asfixia por parte de una población que no logra resistir. Sucede, sobre todo, en el sur. Porque, a diferencia de la primera ola, que golpeó fundamentalmente las zonas del norte más pudientes, en esta ocasión el virus se está expandiendo por todo el territorio. “En las próximas semanas corremos el riesgo de asistir a una ampliación de la fractura social. Los alcaldes haremos todo lo posible por mantener la comunidad unida y sofocar posibles reacciones violentas”, ha dicho el primer edil de Bari (en el tacón de la bota), Antonio Decaro, a su vez presidente de la federación italiana de municipios.

La patronal también ha mostrado sus discrepancias con las últimas medidas, que no establecen un toque de queda nacional -sí lo aplican distintas regiones- sino el cierre de distintas actividades donde es más difícil impedir reuniones sociales y que la gente utilice en todo momento la mascarilla. Sin embargo, para los científicos las restricciones no sólo son insuficientes, sino que llegan tarde. “Las medidas del último decreto suponen un paso adelante, pero no son suficientes para afrontar la circulación del virus en este momento”, ha manifestado Walter Ricciardi, miembro de la OMS y asesor del Ministerio de Sanidad. Este domingo Italia batió su récord de contagios con más de 21.000 y una incidencia que ya llega hasta los 283 por cada 100.000 habitantes.

El primer ministro reconoce que es consciente de “la rabia y la frustración”, al tiempo que intenta llamar a la calma. “Si en noviembre conseguimos tener la curva bajo control, afrontaremos las navidades en un clima de mayor serenidad”, sostiene. Sin embargo, Italia ha perdido la manija del virus y los tiempos ya no los controla el Gobierno. Mientras, la oposición se desmarca de los disturbios, aunque mantiene la presión reclamando más ayudas para los colectivos más afectados. Ya ha ocurrido en otras ocasiones, que grupos violentos de extrema derecha agitan las calles para que después los radicales Matteo Salvini o Giorgia Meloni traten de sacar provecho político.