Roma desconfinada, a la carrera: “Hoy es nuestro día de la liberación”

  • Crónica de una carrera por Roma en el primer día del desconfinamiento

  • Se permite hacer deporte, vuelve la industria y los bares sirven cafés para llevar

Cuando las cosas se empezaron a poner feas, Giorgio sacó a la ventana una bandera de Italia y otra de la Lazio, los dos asideros a los que agarrarse. Debajo colocó uno de esos carteles con letras de colorines en los que se lee el famoso ‘todo irá bien’. Hoy la pancarta está medio torcida, no es ninguna metáfora, pero las enseñas siguen ondeando como el primer día. En esta ciudad, los símbolos siempre resisten. Al principio, en medio de una confusión aún mayor, su mujer le reñía por asomarse a tomar el fresco sin mascarilla. Y hoy, que ya tiene más libertad para pisar la calle, la contraventana sigue abierta de par en par. A Giorgio, un señor que rondará los 70, no lo vemos, pero suponemos que está dentro y que ha preferido quedarse en casa.

En Magna Grecia el tráfico ha recuperado el ritmo y subiendo por la Via Gallia surge un desfile de gente con mascarilla y bolsas de la compra. No es que antes no se pudiera uno abastecer, pero parece que los romanos estuvieran esperando psicológicamente el principio del fin del confinamiento para salir a por una lechuga y un kilo de tomates. También antes estaba permitido salir a correr, aunque sólo cerca de casa. El domingo esta crónica terminaría aquí. Sin embargo, desde este lunes no hay un límite de distancia, tiempo, ni franjas horarias.

Al llegar a las Termas de Caracalla ya empiezan a emerger los 'runners'. Éste es su hábitat natural. Frente a las ruinas de los baños del emperador hay un pequeño circuito conocido como el ‘biscotto’, la galleta. Las barras para hacer ejercicio están precintadas, aunque los tablones siguen sirviendo para estirar. Allí se apoya Scipione, un hombre de 55 años, que acaba de dar por terminada su primera carrera en dos meses. “Estoy un poco cansado, pero tras este arresto sin delito alguno, no veía el momento. Hoy es nuestro día de la liberación”, exclama.

Un poco más adelante está el Circo Máximo, el gran estadio en el que se celebraron durante siglos las carreras de cuadrigas y los desfiles militares de las tropas romanas que volvían de vencer en una nueva batalla. Hoy sólo queda una gran explanada en forma de óvalo. Al turista le suele decepcionar, pero si correr por aquí siempre tuvo un punto de épica, nunca tanta como hoy. Se ven algunos pares de zapatillas fosforitas y una familia paseando. Ninguna concentración de atletas. Quizás para los romanos, que ya lo tienen muy visto, la heroica no es tal.

La Via del Teatro di Marcello conduce directamente al Altar de la Patria, cerrado a las visitas. Y al doblar la curva, una patrulla de militares custodia la Avenida de los Foros Romanos. La ordenó construir Mussolini para unir el Coliseo con su oficina de gobierno de Plaza Venecia, aquí terminan habitualmente los maratones de Roma y en ella hoy se circula en bici con total libertad. Al fondo se encuentra el Parque del Colle Oppio, donde los bancos tienen una privilegiada vista al Anfiteatro Flavio.

En el primero, y más cotizado, está sentado Giampaolo, que vive unas calles más allá. “He salido a dar un paseo, pero cuando he visto por primera vez el portón del parque abierto, no lo he podido resistir. Vivo aquí de toda la vida, pero ahora se disfruta más esta belleza”, cuenta. Asegura que mañana irá a ver a su hermano, que vive al otro lado de la ciudad, y que pese a la confusión que se ha producido con el régimen de visitas impuesto por el Gobierno, “todo dependerá de que los ciudadanos seamos responsables”. Su hermano y familiares de hasta sexto grado, entran en el cupo. Los amigos, no.

Pero sí los novios, que hoy vuelven a parques como éste, como hacían las parejas de otra época. Giovanni, de 23 años, y Marta, de 24, es la primera vez que se encuentran en los últimos dos meses. “Ha sido muy extraño, después de todo este tiempo de videollamadas, tensión entre nosotros o con la familia”, cuenta él. Dice que cuando se han visto se han dado un beso, como con cuidado, un abrazo y ya. ¿Entonces la relación saldrá fortalecida? “Al menos olvidaremos el ansia de estos días”, responde ella. Se alejan caminando a medio metro de distancia, ni juntos ni separados. Y con mascarilla.

Vuelta en transporte público

Del parque se sale casi directamente a la basílica de Santa María la Mayor, a dos pasos de la estación de Termini. Aquí concluye la carrera. En otras circunstancias, lo normal sería que las prisas empezaran justo por sus pasillos, pero en estos días lo que hay es una serie de flechas que los viajeros siguen obedientemente como si al final esperara un tesoro. La industria italiana también ha retomado la marcha, 4,5 millones de personas han vuelto a sus puestos de trabajo. Pero ni es hora punta ni las tres líneas de metro que tiene la ciudad han sido nunca una solución infalible para los romanos, por lo que las únicas colas se forman para los trenes de alta velocidad.

Las autoridades temen un éxodo hacia el sur, donde el índice de contagios es mucho menor y se espera que la reapertura total llegue antes. Por el momento no se ha producido esa fuga a la inversa, como la que hubo en los cincuenta del sur al norte, a la búsqueda de trabajo. Aunque Walter y Annalisa, una pareja de veinteañeros calabreses, sí que regresan a casa. “Estamos estudiando en Roma, pero con la Universidad cerrada hasta septiembre, al menos preferimos pasar el verano con los nuestros”, afirma él. Al llegar, les esperan 14 días de cuarentena. También ellos son novios, llevan dos meses sin verse y sus planes son quedarse en viviendas separadas, de sus respectivas familias. Las malas comunicaciones con el sur, al menos les regalarán siete horas juntos de tren.

Volver de hacer deporte en transporte público también está permitido. El metro no había sido nunca tan ordenado. La gente espera a que salgan los viajeros para poder entrar ellos, lo que en Roma sí es novedad. Se han dejado dos asientos de separación obligatoria, aunque ni siquiera hay tanta afluencia como para llenarlos.

Y así, el recorrido termina donde empezó, como ocurre con cualquier carrera. Casi debajo del piso de Giorgio, en un local al que los romanos peregrinan para tomar tiramisú. También este lunes habrá para ellos una nueva primera vez. En la barra han instalado unos paneles transparentes, como los que había en algunos estancos en los noventa. Al menos en la periferia madrileña. Entonces la droga que circulaba era la heroína y hoy lo es el café de máquina, que aunque lo sirvan en vaso de cartón y haya que consumirlo fuera, sabe a gloria. Justo aquí vivió Fellini, nada más llegar a Roma. Ni a ti, maestro, se te ocurrió nada igual.