Sexta noche de disturbios en Los Ángeles, Nueva York o Washington

  • Al menos cuatro muertos y centenares de detenidos en la madrugada

  • La crisis del covid y el paro se suman al racismo que se vive en Estados Unidos contra la población afroamericana

La olla a presión en la que se ha convertido Estados Unidos en estos días no puede entenderse sin el cóctel formado por la violencia policial que tristemente reaparece en los periódicos cada cierto tiempo, el miedo producido por la crisis sanitaria del covid 19 aún sin control, el descontento por la situación económica actual que ha dejado más de treinta millones de parados y el racismo que impregna a parte de la sociedad norteamericana desde sus inicios.

Desde que comenzaron las protestas, hace escasos días, las fuerzas de seguridad han sido el principal blanco de los manifestantes en las diferentes ciudades del país, de norte a sur y de una costa a otra. La razón de ello es la sensación de que el racismo estructural que pervive en estas instituciones no sólo no ha desaparecido en los últimos años sino que se ha incrementado. Y el resultado, como recogen algunas estadísticas, son los más de 400 muertos anuales por disparos de la policía.

La explosión producida estos días a raíz de la muerte del ciudadano George Floyd, tras pasar varios minutos bajo la presión de la rodilla de un policía sobre su cuello, en Minneapolis, es un elemento más en el amplio imaginario de agravios en la comunidad afroamericana. La difusión de estas imágenes ha quedado grabada, una vez más, en la hemeroteca emocional de una parte de la sociedad, la misma que recuerda que el 33% de las personas en presidio son afrodescendientes, a pesar de suponer solo el 13’3% de la población total de los Estados Unidos.

Brutalidad policial

Con el eco de las penúltimas protestas aún resonando, pidiendo justicia por la muerte de Breonna Taylor, una técnica médica de emergencias que recibió ocho disparos de la policía el pasado 13 de marzo en su casa de Louisville, el caso de Floyd se suma a los ya habituales problemas de brutalidad policial y uso excesivo de la fuerza. Taylor, también afroamericana, fue abatida cuando los oficiales estaban en pleno operativo por una investigación anti droga, a pesar de que ella no formaba parte de esa operación.

Como recoge el informe African-Americans, police use of force, and Human Rigths in the United States de la la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CDIH), perteneciente a la Organización de Estados Americanos (OEA), la discriminación estructural contra las personas afrodescendientes es generalizada y representa una clara amenaza para estas y sus derechos, incluido su derecho a la vida.

Este informe de 2019, basado en datos obtenidos del propio estado, organizaciones de la sociedad civil y de víctimas de violencia policial, aborda el racismo en la actividad policial y en la justicia penal de Estados Unidos y concluye la necesidad de hacer cambios estructurales para hacer frente a los abusos del pasado y garantizar que no se repitan. Asimismo, cataloga la labor policial de “excesivamente minucioso” y critica la “militarización de las fuerzas policiales y el uso excesivo de la fuerza por parte de la policía, la impunidad de muchos casos de muerte a manos de la misma, las respuestas policiales ante las protestas, la disparidad racial de las detenciones, condenas y sentencias relacionadas con procesos penales, y las consecuencias de por vida de las privaciones de libertad”.

También señala que todo ello es inseparable de la estigmatización social, el discurso de odio y de la persistente pobreza radicalizada, ya que son elementos que se enmarcan en una situación estructural de racismo y discriminación.

Cuerpos policiales

Pero estos elementos no son fáciles de erradicar en parte de un cuerpo policial que en Estados Unidos tiene numerosos y diferentes niveles: Policía Federal, Policía Estatal (los highway patrol o state troopers), Policías Especiales (destinados a propósitos concretos como parques, escuelas o tráfico), Policía de Condado (sheriffs) y Policía Local. A estos hay que sumar la Guardia Nacional, un cuerpo de reserva para apoyar a las policías locales equipada de la misma manera que el ejército y que ha sido activado en las todas las ciudades donde se ha declarado el toque de queda con motivo de los actuales disturbios.

Las fuerzas de seguridad mencionadas tienen el objetivo de mantener el orden en un país donde la propiedad de armas se considera, por una parte importante de la población, como algo consagrado en su constitución y donde las muertes relacionadas con su uso se dan a diario. Más de 1.800 personas fallecieron por armas de fuego, solo en 2017 y, según el centro de investigación Pew Research, cuatro de cada 10 declaran poseer una pistola o viven en un hogar con armas de fuego. Con una cultura de la violencia tan extendida y la desmitificación del uso de una pistola o un rifle, la actuación de la policía a veces se encuentra a caballo entre el miedo por lo que se puede encontrar y la propia sobrerreacción.

Para evitar que las fuerzas de seguridad se encuentren en desventaja la dotación de la que disponen es apabullante: armas semi automáticas que pueden ser usadas en caso de “tener creencia razonable de correr peligro de muerte o de grave daño físico”. Este armamento se combina con dispositivos menos agresivos como los tasers o pistolas de descargas eléctricas, con un alcance de 10 metros, que permite una fácil inmovilización del presunto delincuente.

No son datos tranquilizadores en una situación como la que está viviendo el país si tenemos en cuenta que, como recoge la organización Small Arms Survey, los incidentes referentes a las muertes con armas cometidas por la policía ni siquiera están obligados a ser reportados ya que se catalogan como homicidios justificables.

Al menos cuatro muertos y centenares de detenidos

Quizá ahora sea más fácil entender por qué la muerte de Floyd ha provocado de momento, al menos cuatro muertos, decenas de heridos registrados, veinte ciudades con toque de queda, el despliegue de la Guardia Nacional en doce estados (incluida la capital Washington DC) y la propagación de los disturbios por todo el país.

Por sexta noche consecutiva se han repetido las marchas y el vandalismo. En Nueva York, donde los manifestantes marchan por Manhattan, Brooklyn y otros barrios de la ciudad y saquean aquello que encuentran por su paso, ya han sido arrestadas unas 40 personas este martes, según el Departamento de Policía de la ciudad. Hasta 700 personas fueron detenidas la noche anterior.

Multitudes de personas también han salido a protestar en las ciudades de Chicago, Houston, Orlando, Atlanta y Milwakee, entre otras. En estas dos últimas, la Policía ha hecho uso de gases lacrimógenos contra las multitudes.

En la ciudad de Washington, decenas de personas han llevado a cabo una protesta pacifica tumbándose en el suelo durante 8 minutos, los mimos que tardó en morir George Floyd a manos de la policía.