¿Debemos beber agua, incluso sin sed? Los riesgos que corres si no lo haces

Beber agua y mantenernos hidratados es básico para mantener una buena salud... y para evitar algunas de las enfermedades y dolencias asociadas al verano, fruto de las altas temperaturas. Existe cierto debate en torno a la idea de que debemos beber incluso cuando no tengamos sed y, en este sentido, los detractores de esta idea apuntan hacia el mecanismo de la sed como el principal regulador de nuestras necesidades de hidratación, rechazando la idea de que debamos obligarnos a beber determinado número de litros al día para 'limpiar' nuestro organismo.

Se podría decir que el punto justo está en el equilibrio: especialmente en periodos de gran calor o de importante esfuerzo físico, es importante obligarnos a beber un poco por encima de lo normal para compensar los efectos de las altas temperaturas y de la actividad a la que sometemos a nuestro organismo. ¿Debemos beber agua, incluso sin sed? ¿Qué riesgos existen si no lo haces?

¿Debemos beber agua, incluso sin sed?

Aumentar la ingesta de agua y, en general, de líquidos que nos hidraten durante el verano, es un básico para proteger nuestra salud. Cuando las temperaturas aumentan es frecuente que sudemos más y que necesitemos un aporte mayor de agua, si bien los expertos aseguran que no es conveniente excederse. La idea de que debemos beber una cantidad determinada de agua cada día muy por encima de nuestras necesidades reales no solo no resulta beneficiosa, sino que puede resultar contraproducente.

Al contrario, la regla nos dice que lo normal es comer cuando tengamos hambre y beber cuando tengamos sed, ya que estos mecanismos existen precisamente para apuntar cuándo es necesaria y conveniente la ingesta de alimentos y líquido. De lo contrario, consumir agua en exceso y de forma obligada puede llevarnos a alterar la bioquímica del organismo de forma innecesaria.

Por otro lado, la ingesta de agua fría es, quizás, la peor opción posible durante el verano, ya que se produce un contraste térmico que altera nuestro organismo y que puede interferir en la digestión, así como en los ritmos de secreción de bilis, jugos pancreáticos, etc. También es posible que se produzca un corte de digestión, ya que nuestro estómago funciona correctamente dentro de unos márgenes de temperatura concretos que pueden verse alterados bruscamente por la entrada de agua excesivamente fría.

Al contrario, es mejor tomar agua, zumos, licuados, frutas o verduras a temperatura ambiente o algo cálidas. Por ejemplo, tomar una infusión durante el verano te sentará mucho mejor que un vaso de agua helada. Además, un vaso de agua caliente en ayunas puede aportarte grandes beneficios.

Más allá de ello, sí es conveniente beber un poco por encima de la media durante el verano, precisamente para compensar la pérdida de líquido asociada a las altas temperaturas. Hazlo despacio, a pequeños sorbos, adaptando la temperatura del líquido a la de tu organismo antes de tragar. Evita también un consumo excesivo para no someter a tu organismo a un esfuerzo extra para 'librarse' de exceso de agua, así como para evitar la pérdida de minerales o un sueño alterado por las ganas de ir al baño durante la noche.

En cuanto a las consecuencias de no beber lo suficiente, existen estudios que relacionan una mala hidratación con enfermedades urológicas, gastrointestinales, circulatorias y neurológicas. En realidad, la ausencia de agua suficiente afecta a nuestro organismo al completo, y es también causa de una mayor obesidad y de problemas metabólicos. Si, ademas, quieres que tu capacidad cognitiva no se vea alterada, mantener una ingesta de agua apropiada es básico.

Para no deshidratarte este verano, ten en cuenta que la media de consumo apropiado se encuentra en la ingesta de 2-3 litros de agua al día (en total, incluyendo el agua contenida en los alimentos) durante todo el año, cantidad que debe aumentar durante el verano, especialmente en personas mayores. Además, es importante no olvidarnos de llevar agua con nosotros cuando hagamos deporte, cuando salgamos de excursión o cuando vayamos a la playa, precisamente porque en estos contextos es probable que necesitemos una ingesta mayor.

Por último, evita el alcohol y las bebidas azucaradas o con edulcorantes: al contrario, tu mejor opción serán infusiones, zumos, licuados, frutas y verduras o, simplemente, un buen vaso de agua.