Ejercicios físicos

La runnorexia, una conducta nociva difícil de reconocer: "Hay un punto en el que deja de ser un acto de autocuidado"

Una mujer corriendo. Pixabay
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Correr, como cualquier otra actividad física, aporta grandes beneficios al organismo humano: libera endorfinas, dopamina, alivia el estrés y genera inmediatas sensaciones de placer. Para muchas personas, forma parte de su rutina semanal para mantener un estilo de vida saludable; un hábito que, en su justa medida, no reviste problemas. Sin embargo, tal y como advierte Oliver Serrano León, director del Máster en Psicología General Sanitaria de la UE de Canarias, la práctica del running, tan extendida en los últimos años, puede convertirse en un comportamiento nocivo cuando pasa de ser una actividad sana a una "imperiosa necesidad":

"La persona con runnorexia experimenta una necesidad imperiosa, casi obsesiva, de correr cada día, incluso si está lesionada, enferma o agotada. El malestar emocional ante la idea de no salir a correr —culpa, ansiedad, irritabilidad— puede ser muy intenso. Esta práctica deja de ser un acto de autocuidado para convertirse en una obligación rígida, que interfiere con otras áreas importantes de la vida, como las relaciones personales, el trabajo o el descanso personal. En estos casos, correr no solo produce placer, sino que se convierte en la única forma eficaz de calmar emociones desagradables o regular el estado de ánimo", afirma.

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¿Cuáles son los signos de alerta?

Uno de sus mayores handicaps es la dificultad de reconocer el problema pues culturalmente, correr es un deporte muy bien valorado. Es común que los runners que han establecido una relación perjudicial con su deporte favorito se justifiquen con frases como "es lo que me hace sentir bien", "es mi forma de desconectar", "si no corro, me siento fatal". Una racionalización que, como apunta el experto, "retrasa la verdadera toma de conciencia". Así, aunque no existan criterios de diagnóstico específicos, para determinar cuándo un corredor debe preocuparse de su propia actitud, el doctor Serrano León enumera varios signos de alarma:

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  • Priorizar correr por encima de la salud física, las relaciones o el descanso.
  • Correr a diario sin permitir días de recuperación, incluso con lesiones.
  • Malestar psicológico intenso si no se puede correr (culpa, ansiedad, irritabilidad).
  • Obsesión por el rendimiento, el tiempo o las calorías quemadas.
  • Cambios físicos extremos (pérdida de peso, agotamiento).
  • Dificultad para reducir o modificar la rutina sin experimentar angustia.
  • Justificación constante de la conducta como “saludable” pese a las consecuencias negativas.

No sólo sufre el corredor, también quienes le rodean

Aunque se 'disfrace' de salubridad, un exceso de running puede afectar al bienestar integral de quien lo practica. "Desde el punto de vista físico, una práctica excesiva y compulsiva puede provocar lesiones por sobreentrenamiento, fatiga crónica, alteraciones hormonales o problemas musculares y articulares. También puede relacionarse con restricciones alimentarias o comportamientos compensatorios, que aumentan el riesgo de desequilibrios nutricionales. A nivel psicológico, el impacto también puede ser profundo. A menudo aparecen síntomas de insomnio, irritabilidad, tristeza o aislamiento social. En algunos casos, esta conducta puede estar vinculada a otros trastornos, como los alimentarios o la dismorfia corporal", asegura el director de máster de la UE.

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Pero no sólo es el corredor quien sufre las consecuencias de su actividad compulsiva, también quienes tiene cerca: "El entorno —familia, amigos, pareja— puede vivir la situación con preocupación e impotencia. Es habitual que haya tensiones porque el running empieza a condicionar el tiempo compartido, las rutinas sociales o los compromisos familiares. Las personas cercanas pueden observar cómo la persona prioriza correr por encima de todo, incluso cuando hay señales claras de agotamiento o malestar. También es frecuente que quienes rodean al afectado tengan dificultades para abordar el tema. Puede costar entender que algo aparentemente sano se haya convertido en una fuente de sufrimiento o desconexión emocional", añade.

¿Cómo debe abordarse este problema?

Serrano León recalca que, aunque no exista un tratamiento específico para la runnorexia, desde la psicología es posible intervenir cuando se detecta una "relación desadaptativa" con el ejercicio: "La terapia psicológica, y en particular la terapia cognitivo-conductual, puede ser útil para: identificar creencias rígidas o distorsionadas sobre el cuerpo, el control o el rendimiento; desarrollar estrategias de regulación emocional que no dependan del ejercicio físico; y restaurar una relación más flexible, sana y sostenible con el deporte", explica.

En algunos casos, especialmente si hay síntomas físicos o signos de trastorno alimentario, puede ser necesario un "abordaje multidisciplinar" que incluya también a profesionales de la medicina deportiva, la nutrición y la salud mental: "El objetivo no es que la persona deje de correr, sino que recupere el equilibrio y el bienestar, devolviendo al deporte su papel de herramienta de salud, no de fuente de sufrimiento", concluye.

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