Salud mental

Carlos Jaramillo, doctor especialista en estrés: "Tomar cafeína cuando estamos estresados no hace más que empeorar las cosas"

Dr. Carlos Jaramillo
Dr. Carlos Jaramillo. Editorial Diana
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Prácticamente seis de cada diez personas en España dicen sufrir estrés. La mitad, depresión (en alguno de sus grados). Y un tercio, ansiedad, según los últimos datos del Estudio Internacional de Salud Mental del Grupo AXA publicado en marzo de 2025. Un problema que se agudiza si consideramos que el 64% de la población considera que está “potencialmente afectado” con cualquiera de estos trastornos de salud mental y que un 63% dice que no es capaz de relajarse. El quinto informe de Salud Mental impulsado por el Grupo AXA, y realizado por Ipsos, recoge la opinión de 17.000 personas en 16 países: España, Bélgica, Francia, Alemania, Italia, Suiza, Reino Unido, Irlanda, Turquía, EEUU, México, Japón, China, Hong Kong, Filipinas y Tailandia.

Según el informe, los jóvenes son los más afectados. Dicen sentirse en lucha y lánguidos, pero también las mujeres. Respecto al seguimiento profesional, el 53% de los españoles dice haber compartido problemas de salud mental, cifra que se reduce al 23% si hablamos de psicólogos o psiquiatras (tasa que se elevan al 60% y 35% respectivamente en el caso de los jóvenes de 18 a 24 años). Estos datos permiten que el 82% de las personas que dicen tener problemas de salud mental en España hayan sido diagnosticadas por un profesional, una de las tasas más altas de toda la muestra internacional y lejos del 69% de Italia, 70% de Francia o 63% de Japón. 

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Para superar los problemas mentales del pasado, el 41% de los españoles dijo tener que haber recurrido a ayuda profesional con medicación, un aspecto que convierte a España en el país con mayor uso de fármacos de la muestra. ¿Qué podemos hacer con estas cifras? ¿Se puede revertir el estrés crónico?

Hablamos con el Dr. Carlos Jaramillo, fundador del Instituto de Medicina Funcional, líder en su rama en el territorio hispano, además de investigador, docente, conferenciante, mentor de profesionales de la salud y autor de 'Antiestrés' (Editorial Diana), un libro con el que comparte un método de cuatro pasos para conseguir ese ansiado balance mental. "Parar, reiniciar, observar y reiniciar", así lo describe él. La base está en parar y escuchar lo que dice nuestro cuerpo, pero sobre todo cambiar el ritmo.

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Pregunta: ¿Qué le ocurre a nuestro cuerpo cuando tenemos estrés?

Respuesta: Cuando tenemos estrés, lo normal es que el cuerpo responda. Tenemos todo un sistema en nuestro cuerpo de adaptación que está listo para responder. Como los amortiguadores de un coche, que reciben la carga y responden. Es lo normal. Y, sin embargo, creemos que el estrés es malo. El problema es cuando el estrés se vuelve crónico. No es que haya un estrés bueno y otro malo, es el mismo, solo que hay uno con el que mi cuerpo es capaz de lidiar y otro, o por la cantidad o por la cronicidad, con el que mi cuerpo ya no es capaz de lidiar. Y ahí es cuando ya se empieza a manifestar con condiciones clínicas.

P: ¿Qué ocurre cuando todos los días hay estrés? ¿Es un estrés crónico, entonces?

R: El estrés crónico es como un tren que viene de lejos. Tú oyes los primeros campanazos muy lejos, después los oyes más cerca, después ya ves que el tren viene ahí. ¿Qué quiere decir eso? Que yo puedo empezar a tener manifestaciones como cansancio, dolores de cabeza o espasmos y con el tiempo sentir que se está volviendo más crónico y tener pérdida de memoria, caída de pelo, pérdida de menstruación, gastritis, problemas de tiroides, etc. Luego está tener todo el cóctel de todo: no dormir, empezar a tener problemas como cánceres, enfermedades autoinmunes, infartos, trombosis cerebrales, alteraciones crónicas en la piel… Todo ese combinado es lo que puede empezar desde algo muy sutil, que se va complejizando, y al final se va manifestando en diferentes complicaciones.

Automedicarse y fingir que nada está pasando y seguir por el mundo como si no tuviera nada que mejorar es una locura

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P: ¿Cómo se controla?

R: Parándome a mirarme al espejo. Por eso para mí es tan importante en el libro mostrarle a la gente que esto es de verdad, que esto existe, cómo se manifiesta en el cuerpo de cada persona. Y es un camino muy personal: mis causas son estas, y las tuyas son las tuyas. Tú y yo podemos sentarnos a conversar y los dos podemos decir que estamos estresados, pero tu estrés es tuyo por tus motivos y por tus razones, y el mío es el mío. Suena obvio, pero, por ejemplo, tú y yo tomamos “ashwagandha” y resulta que a ti te empeora y a mí me mejora. ¿Por qué? Pues porque a ti en tus factores tú no lo necesitabas, por eso te empeora. Yo sí lo necesitaba y a mí me mejora. La mejor forma de controlarlo es entender cuál es mi propia causa y trabajar sobre esos factores.

P: En un país donde muchas personas se medican para reducir ansiedad, dormir bien... ¿Qué pautas habría que tomar para reducir ese abuso del consumo de medicamentos? Está muy normalizado…

R: Vivimos en el mundo de "yo no tengo tiempo" o "no tengo el derecho de parar," tengo que rendir con mi trabajo, socialmente, tengo que rendir con todo, y intentamos satisfacer constantemente al mundo exterior con lo que creemos que tenemos que ser. Un mundo en el que creemos que un analgésico “mental”, por así decirlo, va a ser más eficiente y que va a tapar un problema, para que yo pueda continuar aparentando que todo está bien.

A eso queda la pregunta de si los psicofármacos son malos. No, son maravillosos. Si yo lo utilizo de una manera inteligente, sabiendo que te los voy a dar durante seis meses, esto me va ayudar a regularte emocionalmente para que podamos trabajar sobre el origen de tus creencias. Y sin ellos, quizás no vamos a poder trabajar bien. En seis meses te los voy a quitar para que tú sigas solo. Piénsalo así: yo tengo un dolor en una rodilla. Me vas a dar un analgésico para que yo pueda hacer mi terapia y no me esté doliendo durante la fisioterapia, para que yo pueda recuperar la fuerza y la movilidad. Pero, ¿voy a tomar analgésicos de por vida? Los psicofármacos son como un analgésico emocional porque es algo transitorio que tomo mientras yo me recupero, pero automedicarse y pretender que nada está pasando y seguir por el mundo como si no tuviera nada que mejorar es una locura.  

P: Señalas en tu libro que podemos ser adictos a las emociones. ¿También podemos ser adictos al estrés? ¿Cómo nos damos cuenta? ¿Qué nos genera para que queramos quedarnos ahí?

R: Yo creo que la mayor adicción que existe en el mundo -y yo he sido parte de la adicción-, es el sufrimiento. Nos encanta sufrir y sentir que es el mundo entero el que nos hace a nosotros un montón de cosas. Pero también nos encanta pensar que si yo no tengo un trabajo que es altamente exigente, donde no estoy todo el tiempo, trabajando hasta las diez de la noche y el fin de semana, no somos lo suficientemente productivos. Todos conocemos a alguien que si le preguntas cómo está, te dirá que está agotado de trabajar, aunque sea emprendedor, y de alguna forma pueda estar victimizándose de su propia creación. Pero, ¿qué pasa con el que te contesta que está descansado, teniendo tiempo para viajar, para hacer ejercicio…? Entonces es un vago y no trabaja. Y volvemos así a la adicción al sufrimiento. Porque vivir adicto al estrés mental es estar adicto al sufrimiento, adicto a ser víctima. Y a la larga eso es puro miedo, es puro ego y es puro manipulación.

La cafeína en un cuerpo, que ya viene crónicamente estresado, solo hace que empeorarlo

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P: Una de las principales enemigas silenciosas del estrés dices que es la luz blanca. ¿Por qué? ¿De qué luz blanca estamos hablando?

R: Toda la que nos rodea. La de los dispositivos móviles y las luces blancas que desafortunadamente se utilizan en los espacios de oficina, o incluso en las casas. La luz blanca no le permite al cerebro entender que ya es de noche. Entonces, puedes tener sueño y luego darte cuenta que se te ha pasado. Por ejemplo, con el horario de invierno, que anochece temprano, baja la luz, tu retina es capaz de darse cuenta, se apaga y tú eres capaz de dormirte. Pero como sigues con el estímulo de las pantallas, esto hace que las funciones no se activen y tu cerebro siga creyendo que es de día, motivo por el cual manda señales y todo tu sistema sigue creyendo que es de día y después te cuesta trabajo dormir.

P: Estrés y café: ¿cómo lo gestionamos? ¿Qué tipo de café es el más recomendable y cuántas tazas?

R: Para mí ¿qué es un buen café? El que te guste de sabor. Ya sea arábica o robusto, es muy personal. Recomiendo que el tostado sea medio porque si es alto no tiene beneficio. ¿Y cuántas tasas? Ya hay muchísima literatura que muestra que el número de tasas, siempre y cuando sea en la mañana, es indiferente. El café tiene muchos beneficios, tiene un montón de antioxidantes, tiene un montón de nutrientes que son muy buenos para el cuerpo, pero también tiene una molécula que es la cafeína. La cafeína en un cuerpo sano le permite al cuerpo estresarlo para obtener un beneficio. Tomar cafeína cuando estamos estresados no hace más que empeorar las cosas.

P: ¿Qué tienen que hacer las personas que tienen estrés crónico, entonces?

R: Tomar café descafeinado, reducir el efecto crónico de su estrés, y luego pueden volver a tomar cafeína. ¿Cómo se consigue? Si te tomas un café y el café te hunde, no necesitas otro, necesitas parar. Pero si te tomas un café y sientes el empujoncito del café positivo, ya estás recuperado.

P: Cuando hablas de enfermedades agravadas por el estrés, ¿a cuáles te refieres?

R: A todas. El estrés es transversal a la vida y a la salud. No hay ninguna enfermedad no causada por el estrés que el estrés no empeore. Un ejemplo: una mujer se hace una mamoplastia de aumento, pero es una mujer crónicamente estresada. ¿Un cuerpo crónicamente estresado cicatriza bien? No. O dos personas infectadas con el mismo virus, una con estrés, una sin estrés, el que está crónicamente estresado no tiene un buen sistema inmune y el estrés le empeora su capacidad para responder. Uno resuelve la gripe en tres días, el otro termina hospitalizado con neumonía. Y así sucesivamente.

El estrés puede enfermar cualquier parte del cuerpo, porque el sistema de respuesta del estrés está anclado justamente a todo el cuerpo para permitirlo responder. Y, además, el sistema que controla eso interconecta todo el cuerpo entre sí. Entonces, el estrés crónico puede producir enfermedades autoinmunes, cáncer, infartos… Y así hay una lista interminable.

P: ¿Qué efecto puede tener el sexo para reducir el estrés? 

R: El sexo es demasiado necesario. Vivimos en una sociedad en la que hay demasiadas creencias alrededor del sexo. Y yo creo que lo mejor se puede hacer es entender qué le gusta a uno, cómo le gusta y hablarlo. Es algo de lo que se debe hablar. Y el sexo es algo necesario desde el punto de vista emocional, hormonal, del equilibrio del microbiota…