Con la gripe disparada, varias comunidades autónomas obligan ya a recuperar el uso de mascarillas en hospitales, ambulatorios o residencias de mayores. Muchos habrán recuperado las que dejaron en el armario en la pandemia, pero no todas valen. La mayoría caducaron a los tres años de su fabricación y ya no protegen. Las mascarillas eran compañeras más que habituales durante la pandemia y ante la máxima necesidad se compró en abundancia, pero también tienen fecha de caducidad, aunque hayan permanecido cerradas. "Las FP2 tienen una vida útil de hasta tres años, pero las quirúrgicas de uno a dos", explica una farmacéutica. La degradación de los componentes es el principal de los factores de caducidad. La correa o la espuma de la nariz se pueden desajustar y permitir el paso de partículas reduciendo la eficacia del producto. Con máquinas especializadas de algunas empresas del sector también determinan si las mascarillas cumplen con su capacidad de filtración. "Los niveles de protección de una mascarilla vienen determinados por su capacidad filtrante. Depende del porcentaje de partículas que atraviesa esa mascarilla tendrá un grado u otro de protección. La capacidad electrostática de filtración con el tiempo se acaba perdiendo", explica Eduardo Cainzos. Y la mascarilla deja de funcionar como en el momento de la fabricación.