El legado infinito de Lady Di

El recuerdo y el legado de la princesa Diana siguen intactos veinticinco años después de su muerte. Los británicos todavía se emocionan al escuchar su nombre y la huella que dejó la princesa todavía se puede ver. El día de la final de la Eurocopa femenina en el estadio de Wembley, después de la victoria Inglaterra, el príncipe Guillermo rompió el protocolo y fue abrazando una a una a todas las jugadoras inglesas en una imagen que recordó a los abrazos que daba su madre a los niños desfavorecidos que ayudaba.

Con su acercamiento a la gente y con las causas humanitarias que impulsó, como las de las víctimas de las minas antipersona o las de los enfermos de lepra o de Sida, Diana inició, sin pretenderlo, la modernización y la globalización de una monarquía británica que se ha convertido en una marca global admirada en todo el mundo. Los miembros de la Casa Real británica siguen volcados en cientos de causas humanitarias.

No obstante, su muerte en el accidente de coche en el Puente del Alma de París la madrugada del 31 de agosto de 1997, sumió a la realeza británica en su peor crisis de popularidad de la era moderna por su frialdad y distanciamiento cuando Isabel II, Felipe de Edimburgo, Carlos y toda la familia real se encerraron y se escondieron en el castillo de Balmoral, en Escocia, mientras el pueblo lloraba su muerte por las calles y millones de personas se acercaban a la valla del Palacio de Kensington, en Hyde Park, donde vivía, para depositar flores y desahogarse.

La tensión llegó a ser tan alta que incluso el entonces primer ministro, Tony Blair, solicitó una audiencia con la reina y le pidió que se mostrara públicamente y que rindiera tributo a la princesa. Hasta que el 5 de septiembre, cinco días después de la muerte de Lady Di, Isabel II pronunció un emotivo discurso por la BBC recordando a Diana que alivió a los ciudadanos. Los británicos culpaban a Carlos y a Camila Parker Bowles, con quien mantuvo una relación fuera del matrimonio con Diana, como el motivo de la infelicidad de la princesa.

Los británicos siempre han visto en Guillermo y Enrique el reflejo de su madre. Cuando falleció Diana tenían 15 y 12 años y desde entonces que han intentado mantener su recuerdo vivo, a diferencia de la actitud del resto de la Casa Real. Para conmemorar el 20 aniversario de su muerte, en 2017, encargaron una estatua de Diana que instalaron en los jardines hundidos de Kensington, el lugar favorito de su madre en Hyde Park.

Carta a su abuela

Recientemente el príncipe Guillermo, su hijo mayor, publicó una carta que su hijo Jorge le escribió a su abuela el Día de la Madre, aunque el pequeño nunca llegó conocer a su abuela que, de no haber perecido en aquel fatídico accidente, ahora tendría ahora 61 años. Guillermo explicó que Jorge, de 9 años, le escribe todos los años a Diana para desearle un feliz Día de la Madre. En un discurso hace una semana, Enrique dijo, desde California, que quería que el día de hoy fuera “un día para compartir el espíritu de mi madre con mi familia y con mis hijos, que hubiera deseado que la conocieran” y que “cada día quiero que esté orgullosa de mí".

Tanto Guillermo como Enrique decidieron estar muy presente en la educación de sus hijos, como su madre hizo con ellos, lejos de la frialdad de las relaciones palaciegas. A ambos les quedó el recuerdo de los paparazzi persiguiendo continuamente a su madre hasta el último momento, culparon a la prensa sensacionalista de su muerte, y desde siempre han sido muy recelosos con la prensa y han tratado de proteger a sus parejas y a sus hijos de cualquier acoso. 

Fueron las bodas de Guillermo y Enrique las que popularizaron de nuevo la monarquía, la rejuvenecieron, la convirtieron en un fenómeno de masas. Primero la de Guillermo y Kate Middleton en 2011 y después la de Enrique y la actriz estadounidense Meghan Markle en 2018. Muchos británicos vieron en Meghan Markle como una sucesora de Diana por su cercanía con la gente, porque se saltaba continuamente el protocolo y por su carisma. Ese fue el momento álgido de la monarquía británica. Pero fue precisamente la llegada de Meghan que enfrentó a los dos hermanos y se inició una guerra entre los Cambridge y los Sussex que a día de hoy llena portadas de los tabloides. En 2020 Enrique y Meghan rompieron con la monarquía y se marcharon a vivir a California. Desde entonces no se hablan. Este será el primer año que Enrique y Guillermo no se reúnen públicamente para recordar a su madre en el aniversario de su muerte.

La primera boda global

La vida de Diana marcó a los británicos para siempre. Los marcó desde que se casó con apenas 20 años con el príncipe Carlos, el heredero al trono, doce años mayor. La boda se celebró en la catedral de San Pablo y congregó a un millón de personas por las calles de Londres y fue retransmitida en directo por todo el mundo y seguida por 750 millones de televidentes. Enseguida Diana atrapó a los británicos, tal vez por su juventud, tal vez por su ingenuidad, o por ser la primera princesa que había tenido un trabajo antes de casarse. Era una persona muy cercana a la gente y se convirtió en “la princesa del pueblo”. El interés por la Casa Real británica se disparó con la entrada de Diana. Al poco de casarse, ya con los dos hijos, empezaron los problemas. Carlos volvió con su antigua novia, con Camila Parker Bowles. Hasta que en 1992 anunciaron su separación y en 1996 se divorciaron.

Diana confesó, en una entrevista en la BBC, en 1995, que la suya era una relación entre tres. Por aquel entonces Carlos y Diana estaban separados y todavía no se habían divorciado y aquella confesión tuvo un gran impacto en la opinión pública. El año pasado otra investigación sobre la polémica entrevista destapó “prácticas fraudulentas” por parte de la cadena pública británica. Concluyó que el periodista que realizó la entrevista, Martin Bashir, utilizó documentación falsa para convencer a Diana para que aceptara ser entrevistada y que la BBC lo encubrió. Aunque el juez también afirmó, tras leer una carta de Lady Di, que ella hizo la entrevista sin conocer la documentación falsa. 

El único superviviente

La madrugada del 31 de agosto de 1997, Diana, de 36 años, con su pareja de entonces, Dodi Al Fayed, de 41, el hijo del propietario egipcio de los almacenes Harrods, salieron del hotel Ritz de París donde se hospedaban y subieron a un Mercedes negro con su chófer, Henri Paul, y el guardaespaldas, Trevor Rees-Jones, un exparacaidista. Al coche le siguieron, como era costumbre, diversos paparazzi motorizados. Al pasar por el Puente del Alma, se produjo el accidente. Chocaron contra un Fiat Uno blanco, según los testigos. Diana, Dodi y el chófer murieron en el lugar del accidente. Rees-Jones, fue el único sobreviviente y llegó a recuperarse completamente en Inglaterra, aunque nunca ha explicado qué pasó porque sufrió una amnesia que alimentó las teorías conspirativas.

A su multitudinario funeral asistieron más de dos mil invitados y fue seguido por dos mil millones de personas por televisión por todo el mundo. Tras su muerte, empezaron a circular diversas teorías conspirativas que aún hoy no han desaparecido del todo. El multimillonario egipcio Mohamed Al-Fayed, que ahora tiene 93 años, sostenía que Diana y su hijo fueron víctimas de un complot de los servicios secretos y de la monarquía liderado por el marido de la Reina. Decía que Diana estaba embarazada de Dodi, que iban a casarse, y que la reina no quería un nieto egipcio y musulmán. 

El Fiat Uno blanco

En los siguientes diez años se llevaron a cabo tres investigaciones oficiales para esclarecer las causas de su muerte. La primera investigación la inició la policía francesa inmediatamente después del accidente y concluyó, dos años más tarde, que la causa de la muerte fue la negligencia del conductor, Henri Paul. La segunda investigación fue de la Policía Metropolitana británica, en 2004, y descartó todas las teorías de la conspiración y que su muerte fue un accidente. En 2007 se abrió una tercera investigación en la Corte Suprema británica que llegó a las mismas conclusiones.

Pero el fantasma de la conspiración nunca ha desaparecido. En 2014 cuando el ex sargento de las fuerzas especiales británicas, Danny Nightingale, aseguró que su regimiento había recibido el encargo de matar a la princesa cuando era juzgado por tenencia ilícita de armas ante un tribunal militar. La cadena británica ‘Chanel 4’ ha emitido una serie documental de investigación de cuatro episodios sobre las investigaciones por la muerte de Diana en las que ha entrevistado a algunos de los detectives que llevaron a cabo las pesquisas. La comisaria de la policía francesa, Martine Monteil, explicó que encontraron pintura blanca en el morro chafado del Mercedes accidentado y que la única mancha en la investigación fue no haber encontrado aquel Fiat Uno blanco que provocó el accidente y que vio lo que pasó.  

En los últimos años, Diana ha sido retratada en series como ‘The Crown’, de Netflix, que popularizó y humanizó a la monarquía británica, y en películas como ‘Spencer’, nominada en los últimos Oscars de Hollywood, mezcla de realidad y ficción, que ahonda en la relación tensa y fría que siempre hubo entre los Windsor y Diana, que en la película está interpretada por la actriz Kristen Stewart. Veinticinco años después, su mito sigue engrandeciéndose.