La guerra de Ucrania está generando superbacterias resistentes: "Va a ser un problema para Europa"

La guerra Ucrania se está convirtiendo en un problema no sólo geopolítico, con tintes nucleares, o económico, con una crisis energética abierta en el mundo. También representa una amenaza sanitaria global por la proliferación del tipo de patógenos que ya causan una de cada ocho muertes en el mundo: las superbacterias, la llamada 'pandemia silenciosa' que acecha a la humanidad.

Antes de describir lo que está sucediendo en Ucrania en el apartado sanitario, tengan en cuenta lo que pasó en España en 2018. Nuestro país trasladó un enfermo a Reino Unido. Hubo fallos en el protocolo y esa persona, cuando ingresó en un hospital de Leicester, portaba una bacteria resistente a los antibióticos. Infectó a un centenar de pacientes del hospital y a día de hoy es endémica en toda la ciudad. Eso supone la proliferación de infecciones que ya no se curan con los antibióticos más comunes o para las cuales puede no haber ningún medicamento eficaz.

Ahora imaginen qué puede suponer el caos sanitario de una guerra en esta propagación de bacterias para cuya infección no sirven los antibióticos. Los soldados ucranianos pueden haber hallado la manera de ganar terreno al invasor ruso, pero los médicos siguen perdiendo la batalla frente a este otro enemigo invisible.

Ana sobrevivió al bombardeo, pero la mató una bacteria

El ejemplo es la muerte de Ana, de 15 años. Un nombre ficticio (por razones de privacidad) para una víctima real del ataque ruso a Ucrania. La adolescente sobrevivió a un bombardeo con cohetes en el este del país, pero murió a causa de un enemigo mucho más pequeño: una superbacteria.

Las heridas de Ana eran graves. Perdía mucha sangre, se le había incrustado metralla en la pelvis y en el muslo derecho. Aún así los médicos lograron estabilizarla y trasladarla hasta un hospital en Leópolis, en la zona occidental del país, algo más lejos de las bombas.

No fue fácil, sufrió una sepsis a causa de la infección de sus heridas. Lograron sacarla de esa crisis después de seis semanas en la UCI, pero en su hospital de destino sufrió un nuevo shock séptico que ya no pudo superar. La infección era incontrolable.

En las muestras tomadas de las heridas de Ana se detectó la presencia su peor enemigo: una cepa la bacteria klebsiella peumoniae resistene a los antibióticos. No había disponible ningún medicamento que pudiera salvarla, no funcionaron ni siquiera los que suelen considerarse el último recurso en estos casos.

Ucrania, caldo de cultivo de superbacterias

La historia de Ana está lejos de ser algo aislado. “Al menos dos tercios de los pacientes tiene ya infecciones adquiridas en el hospital por cepas de bacterias resistentes. Es un gran problema por la elevada mortalidad”, explica a la British Medical Journal Denis Surkov, médico de la UCI del Hospital Infantil San Nicolás de Leópolis.

Los especialistas ucranianos entrevistados por esta revista especializada relatan cómo los campos de batalla y las zonas bombardeadas se han convertido en un caldo de cultivo ideal para las bacterias resistentes, a medida que la higiene se convierte en la primera víctima. Cuando los heridos llegan a los hospitales, lo habitual es que sus heridas estén contaminadas con suciedad, metralla y metabolitos explosivos. Esto facilita la aparición de infecciones que ya no responden a los antibióticos de primera línea de defensa.

Además, Ucrania ha sido tradicionalmente un país con un control muy deficitario del control de los antibióticos. Se podían comprar si receta hasta 2022. La guerra ha venido a agravar una situación que ya era preocupante, ya que el uso indiscriminado de antibióticos es el camino más rápido para la proliferación de colonias de superbacterias entre la población.

Una amenaza biológica global

El transporte de heridos desde el este al oeste de Ucrania está propagando bacterias propias de una región del país a la otra, incrementando la probabilidad de que surjan infecciones resistentes a los antibióticos. Este tipo de contaminación se da ya en las ambulancias, que se mueven por el campo de batalla o bajo las bombas sin que sea posible cumplir con el protocolo de limpiarlas con clorhexidina entre un paciente y otro. El riesgo se incrementa aún más en los casos de heridos que pasan por varios hospitales. “Es una epidemia traumática de guerra”, tal y como lo define el cirujano de Leópolis Ostap Zubach.

A esto se añade el problema del tiempo. Para realizar un cultivo y conocer con precisión el tipo de bacteria que tiene un paciente y así poder utilizar el antibiótico indicado hace falta un tiempo que los heridos de guerra no suelen tener. El protocolo médico de guerra indica que hay que administrar un antibiótico de amplio espectro de manera profiláctica una hora después de haberse sufrido la herida. Algunos facultativos, aunque pueda parecer extraño, se están negando a cumplir esta norma porque saben que así se crea un círculo vicioso a largo plazo ya que así se multiplica el riesgo de la aparición de bacterias resistentes.

British Medical Journal recoge el testimonio del doctor Serhiy Tarnopolskyi, que trabaja en una unidad de infecciosos en Dnipro. Asegura que ha visto morir a miles de militares y civiles por infecciones. Muchos de los heridos a los que atiende tienen heridas con pus de color azul verdoso, una señal de infección bacteriana por pseudomonas aeruginosa, un microbio resistente a una amplia gama de antibióticos

Esas bacterias no se quedan en los hospitales. Se propagan a través de residuos, cursos de agua, animales. El problema podría incluso afectar con el tiempo a poblaciones más allá de Ucrania.

“Va a ser un problema para Europa. Ucrania se ha convertido en una fuente de múltiples cepas resistentes. Debemos hallar la manera de salvar vidas en Ucrania y en Europa”, afirma el doctor David Jenkins, presidente de la Sociedad Británica para la Quimioterapia Antimicrobiana.

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