Manuel, policía de Antequera, y su compañero no se imaginaban lo que les venía encima cuando al aparcar su coche a las puertas de la comisaría vieron a un hombre correr hacia ellos descalzo y en pijama. Traía en brazos a su hija, Noa, de año y medio, que no respiraba. El agente le hizo la maniobra de Heimlich.
“Cuando su padre me la dio y la cogí estaba prácticamente sin vida”, afirma Manuel, adscrito a la Policía Judicial de la localidad de Málaga. El padre de Noa, dice el agente, “estaba descompuesto”.
Manuel la puso boca abajo en sus brazos y empezó a realizarle a la niña la maniobra de Heimlich. Le dio golpecitos en la espalda hasta que pasados unos segundos notaron que Noa volvía a respirar.
“Yo ya había realizado más reanimaciones, algunas con buen resultado y otras en las que no se pudo hacer nada; pero nunca a una bebé tan pequeña, ahí las pulsaciones me iban a mil”, cuenta el agente al Diario Sur.
Tras la maniobra de Heimlich, Manuel y dos compañeros llevaron a Noa y a su padre a urgencias, donde ya estaban avisados de que iban para allá. Hasta que los médicos no salieron a decirles que la niña estaba bien no se fueron.
Noa, de año y medio, sufrió convulsiones consecuencia de un estado febril muy elevado, algo no tan raro en niños pequeños y que puede resultar muy grave si no se actúa rápido, como hizo Manuel.