Se buscan familias de acogida para niños en riesgo o desamparo

  • Estos niños se encuentran en situación de riesgo o abandono y no pueden estar con sus familias

  • En la Comunidad de Madrid hay más de 4000 niños con medidas de protección y 150 esperan una familia

  • "Ellos traen afecto, cariño y besos. Ganamos siempre"

Se buscan padres dispuestos a acoger a niños que no pueden estar con sus familias. Se encuentran en situación de riesgo o desamparo y necesitan cariño y cuidados. Deberán atenderles exactamente igual que si fueran sus hijos. Con una excepción: tendrán que mantener los vínculos con la familia biológica con la intención de que retornen a su origen.

Como Michela (nombre ficticio) una italiana que vive en España desde hace 15 años. Está casada y tiene cuatro hijas. Hace unos meses se despidieron de Luis (también ficticio), un niño que ahora tiene cuatro años y al que durante un año acogieron en su casa. “Nosotros ya tenemos cuatro hijas y no tengo la necesidad de tener un niño más, lo hacemos para ayudar. Luego vas descubriendo que el que gana eres tú mismo, porque ellos nos dan mucho más de lo que se pueda imaginar.”

Niños con dos familias

Este matrimonio pasó por experiencias parecidas durante su infancia. “Lo hemos vivido desde que éramos pequeños. Cuando yo tenía 14 años mis padres adoptaron a una niña discapacitada. Mi madre visitaba a ‘Familias para la Acogida’ -una asociación presente también en España- en la que ponen en común sus experiencias con otras personas en situaciones parecidas y yo le acompañaba. Los padres de mi marido también acogieron a un pequeño durante cinco años”.

Eso explica en gran parte esta capacidad de amor, entrega y solidaridad infinita de este matrimonio. La primera en llegar a sus vidas fue una niña, durante un programa de verano. “Pasaba con nosotros fines de semana y vacaciones pero en Navidades no podíamos llevárnosla en el avión a Italia. Estuvo con nosotros dos años”.

Después decidieron apuntarse al programa de familias de acogida y acoger temporalmente a un niño. Hicieron un curso con la Comunidad de Madrid donde les explicaron las tres formas de hacerlo: de urgencia, temporal o permanente. “Decidimos que fuese temporal porque es a lo que nadie quería apuntarse; por lo doloroso que es cuando se van. ´Ésto nos enseña a ver otra realidad en el pequeño mundo en el que vivimos, no nos falta nada. Cuando las niñas empezaron a crecer pensamos que también era una bonita manera de educarlas porque a estos niños les falta lo más básico. Ellos traen afecto, cariño y besos. Ganamos siempre”, nos repite.

Ellos traen afecto, cariño y besos. Ganamos siempre”

Luis llegó a su casa en unas horas. “Me llamaron un martes y al día siguiente fuimos a enterarnos. En 48 horas los servicios sociales debían sacarle de su casa. Firmamos los papeles y a la hora ya teníamos a este niño de tres años, guapísimo, entre nosotros. Había pasado hambre, parecía que no hubiera comido jamás en una mesa y con cubiertos, casi no hablaba y lo que decía no se entendía, se llevaba las cosas al bolsillo...”, ríe mientras lo recuerda.

“Las niñas estaban encantadas, eran como sus mamás, aunque con la pequeña tenía más conflictos, peleaban por los juguetes”. Poco después conocieron la madre del niño, una chica muy joven, que había pasado una vida bastante destartalada.

Después de un año, la madre de Luis cambió su residencia a otra comunidad autónoma y solicitó el reintegro del menor. Actualmente no trabaja y viven con la abuela materna. “Seguimos teniendo muy buena relación. Nos llamamos todas las semanas. En marzo fuimos a verles. Fue brutal. Seguía llamándome mamá delante de su madre, ¡a mí me daba vergüenza!”.

Cada vez que esta madre coraje habla nos cuenta algo más sorprendente. “En julio invitamos a la madre y a la abuela a que viniesen a pasar un fin de semana a nuestra casa, con Luis. Le veían tan vinculado con nosotros que estaban agradecidas. Nos impresionaba muchas cosas que nos contaba. Se le ve tan falta de afecto pero también que quiere mucho a su hijo.”

Para ellos ha sido una experiencia preciosa. Pero la marcha de Luis les ha dejado un gran vacío. Las hijas de Michela tienen entre 17 y 7 años y echan en falta a su 'hermanito'. Pero hace una semana les llamaron para darles una nueva noticia: tienen un bebé de seis meses en camino. Dentro de unos días se lo entregarán los responsables del programa de acogida de la Comunidad de Madrid y se lo llevarán a casa, será una niña más en su familia. “Otra aventura, estamos un poco nerviosos” dice Michela. Una vez más insiste “pero nosotros somos los que siempre ganamos con su amor.”

Infancias eclipsadas

Estos niños han pasado por situaciones traumáticas que eclipsan su infancia. Sus padres no son capaces de atenderles por dejadez, por problemas psicológicos, escasez de recursos, malas condiciones de habitabilidad o una estructura social inadecuada. Muchos tienen adicciones al alcohol, las drogas o el juego. En los peores casos estos menores han sido víctimas de malos tratos o de abusos por parte de sus progenitores.

En los peores casos estos menores han sido víctimas de malos tratos o de abusos por parte de sus progenitores.

Son los servicios sociales los que detectan estos casos a través de informes médicos, notas escolares u otro tipo de actas. Lo ponen en conocimiento de las administraciones, que llaman a declarar a los padres, familiares, otros adultos de su entorno y a los propios menores. Si el juez suspende provisionalmente la guarda, tutela o la patria potestad y ningún familiar puede hacerse cargo, las comunidades asumen la tutela de los menores y el cumplimiento de sus obligaciones. Tienen distintas salidas: vivir en residencias de protección de menores _atendidos por profesionales y con carácter subsidiario-, ser acogidos por familias de manera temporal o permanente o promover una adopción.

Acogimiento familiar

Lo mejor para un niño es estar con una familia”, lo dice Jimena García López, Jefa del área de adopción y acogimiento familiar de la Dirección General de la Familia y el Menor en la Comunidad de Madrid. Su papel es buscar a las familias adecuadas para hacerse cargo de estos menores, por plazo de unos años, provisionalmente, hasta que su situación se resuelva y con la intención de que retornen a sus orígenes.

“Los niños sufren cuando les separamos de sus padres, aunque ellos tengan unas carencias o una falta de habilidades. Son sus familias de apego y sus únicos referentes. Por eso la figura de protección es un mal menor, una medida en la que se trabaja de forma muy delicada, se interviene con las familias para que colaboren con nosotros y a sus hijos no les cree un trauma”. Jimena habla pausada, con una sonrisa y apunta: “en 2015 hubo una reforma de la legislación del sistema de protección donde, por primera vez, se deja claro que el acogimiento es la medida de protección prioritaria en estas situaciones y que el principal objetivo es que los niños puedan regresar con sus padres”.

Los niños sufren cuando les separamos de sus padres, aunque ellos tengan unas carencias o una falta de habilidades. Son sus familias de apego y sus únicos referentes"

Su trabajo consiste en dirigir a un equipo, encargado de buscar familias que quieran acoger a estos niños y les integren plenamente en sus vidas. Pueden ser de urgencia, temporales o permanentes. Procuran que el mayor número de menores encuentren un segundo hogar pero no puede haber errores y el proceso lleva su tiempo.

Sólo los niños de 0 a 3 años entran directamente en el programa de familias de urgencia para evitar que pasen por los centros. “Valoramos la capacidad de asumir esa incertidumbre desde el primer momento y de adaptarse de manera inmediata a esa nueva situación. Podemos llamarles en cualquier momento y en dos horas entregarles a un niño. Son familias con una fortaleza emocional grande para un periodo de seis meses, en el que se estudia a fondo su situación y se decide si es posible el retorno con su familia biológica o debe prolongarse el tiempo y pasar a vivir con una familia de acogimiento o, si hubiese abandono, promover una adopción”.

Pero no siempre es posible. Hay más niños con medidas de protección que familias disponibles. La situación es parecida en todas las comunidades autónomas, de ahí este llamamiento a la sociedad. “No buscamos superhéroes sino personas capaces de adaptarse a situaciones nuevas, con flexibilidad, que demuestren que viven en un entorno estable, porque estos niños ya bastante cambios han tenido. Ellos no saben demasiadas cosas de las circunstacias por las que han llegado ahí esos niños. Saben que los padres, por problemas salud mental, toxicomanía, desestructuración familiar, en muchos casos crónica, no pueden atenderles como ellos se merecen. También intervenimos a petición de algunos progenitores que hacen una solicitud de guarda o piden ayuda porque necesitan tomarse un tiempo para recuperarse y no quieren perder a sus hijos. Estos padres tienen un período de dos años, en principio para retomar su capacidad”.

Jimena también es madre y distingue a la perfección estos dos mundos. Añade: “nuestro psicoterapeuta dice que es la forma más madura de ejercer la paternidad porque sabes que no son tuyos pero tampoco pertenecen a nadie. Estas familias son capaces de darse cuenta de eso y llevarlo a cabo de una manera muy hermosa. Integran plenamente a los niños en sus casas, con sus propios hijos mientras les permiten mantener el contacto con sus padres biológicos y les ayudan a entender la situación, a fortalecer vínculos. Enseñan a los niños a crecer con estos dos mundos, a saber de dónde vienen, cuál es el papel de cada uno, a sacar cosas gratificantes de esta situación…ellos si son capaces de entenderlo y poder tener todo el afecto de las dos familias. Es a los adultos a los que nos cuesta entender esto”.

No buscamos superhéroes sino personas capaces de adaptarse a situaciones nuevas, con flexibilidad, que demuestren que viven en un entorno estable."

Quizás por eso es la encargada de seleccionar a las familias que mejor se ajustan a cada niño. También de entregarles a esos menores, que llenan sus vidas de alegría. La figura de acogimiento familiar nació legalmente en 1987 pero, “cuesta mucho comprender que esto es una colaboración ciudadana para proteger a nuestros niños”.

Residencias para menores

Pilar Martín es la Directora de la Residencia Infantil El Valle, un hogar para 39 niños que se encuentran sin familia, enclavado en la zona norte de la capital. En la Comunidad de Madrid hay actualmente 93 centros de protección como éste, 150 niños esperando a ser acogidos y más de 4000 con medidas de protección. El 43% se encuentran acogido en residencias como ésta, a las que son trasladados por trabajadores sociales cuando son retirados de sus padres. Permanecen aquí hasta que se evalúa su situación o se les busca una familia de acogida. También si son mayores de 9 años, tienen necesidades especiales o se trata de grupos de hermanos.

“Esta es su casita. A algunos les cuesta adaptarse, dependiendo de la situación que hayan vivido o de la relación que hayan tenido su familia. Pero esto debe ser temporal. Debemos intentar que la mayoría encuentre una familia de acogimiento y que aquí sólo haya niños que necesiten un estudio más prolongado o a los que ya cuesta más adaptarse a los cambios”.

Tenemos un plazo de 2 años y si no hay cambios se buscan alternativas. Estamos siempre muy pendiente de ellos. Vienen de situaciones muy complicadas y nuestra obligación es ayudarles a recuperarse”.

Aquí viven como en cualquier casa, con un montón de nuevos hermanitos, educadores y voluntarios. Pilar nos explica el funcionamiento. Están distribuídos por edades y grupos de convivencia y tienen distintas zonas según las actividades. Recorremos las instalaciones, alegres salas de colores, decoradas con manualidadades y fotografías de los pequeños que ponen el alma a este centro. Se levantan, van al colegio o a la escuela infantil con los otros niños del barrio y por las tardes regresan, meriendan juegan, hacen sus deberes, ven la televisión, se duchan y se acuestan. Tienen sus dormitorios, con sus pertenencias. Los fines de semana salen a hacer actividades y excursiones, al parque, al cine…y también se organizan visitas con sus familiares.

“Durante el proceso de recuperación intentamos que se sientan lo mejor posible. No somos sus padres pero les cuidan profesionales, desde la cocina, los educadores, médicos, psicólogos y los trabajadores sociales que intervienen con sus familiares. Tenemos un plazo de 2 años y si no hay cambios se buscan alternativas. Estamos siempre muy pendiente de ellos. Vienen de situaciones muy complicadas y nuestra obligación es ayudarles a recuperarse”.

Viendo al detalle las fotografías vemos fiestas de cumpleaños, a las que asisten amigos de sus colegios y niños del barrio o las salidas de las que Pilar nos habla: carnavales, navidades….Cuentan con lo que llaman ‘Cuadernos de vida’, donde quedan registrados los recuerdos de estos años de por vida. “Lo más difícil para ellos es ver poco a sus familias. Saben que no pueden estar con ellos pero les cuesta aceptar la situación. Día a día hay que explicarles por qué están aquí y no con ellos. Los psicólogos les ayudan. Incluso hay chavales que vienen a vernos cuando se van o se hacen mayores, de vez en cuando y nos cuentan que, sobretodo en su adolescencia, les ha ayudado mucho conservar estos cuadernos para no tener en sus cabezas la infancia como una época oscura. Es una etapa muy importante en sus vidas y tenemos que dejar constancia de estos momentos de alegría”.

Pilar nos presenta a algunos de estos niños. Cinco bebés de apenas unos meses, tres de ellos niñas. Delicados, con sus chupetes, enternecen y más al saber por qué están aquí, también algunos pequeños de entre dos y siete años que hoy no han ido al colegio. “ Aquí se sienten queridos y protegidos pero el sueño de todo niño es estar con su familia, tener un hogar como el del resto de los amigos. Ven cómo algunos regresan con sus padres o salen en acogida y muchos, cuando se dan cuenta de que no van a poder regresar con sus padres porque éstos desaparecen, o no se recuperan o verles les acarrea un problema nos por favor que les busquemos a una familia, como a Fulanito. En muchas ocasiones estos padres de acogida acaban adoptando a estos menores, que legalmente acaban convirtiéndose en sus propios hijos.