Los jóvenes se apuntan a las 'fiestas de la muerte' importadas de Brasil

  • Francia y Alemanía sufren también esta explosión de fiestas clandestinas

  • En España, los fines de semana se registran cientos de fiestas ilegales

  • Los enfrentamientos con los agentes llegan a ser muy agresivos

Las fiestas ilegales en España y en el resto de países sujetos a restricciones por la pandemia de covid-19 representan la cara más amarga de la fatiga pandémica que afecta a toda la sociedad. El gobernador de Sao Paulo, en Brasil, las llamó 'fiestas de la muerte' por el desprecio que suponen para el resto de ciudadanos. Cada fin de semana, las autoridades informan de intervenciones policiales en locales y viviendas en una escalada que ha desbordado a las autoridades y planteado la posibilidad de poner en cuestión el principio constitucional de la inviolabilidad de nuestros domicilios.

En Madrid capital, la Policía Municipal ha intervenido, en el operativo especial de Semana Santa, una media de 117 fiestas ilegales diarias, una cifra menor respecto a las semanas anteriores, pero han aumentado las propuestas de sanción por estar en la calle en horario restringido, sobre todo en la zona Centro.

En Mallorca e Ibiza, la Guardia Civil ha neutralizado ocho fiestas ilegales y reuniones sociales de personas no convivientes en diferentes localidades de las islas durante este fin de semana, en las que ha denunciado a 266 personas y a una empresa de seguridad por incumplir las medidas anticovid.

Además de las denuncias por incumplimientos de las medidas en vigor para afrontar la crisis sanitaria provocada por la covid-19, también han sido detenidos tres asistentes a una de las fiestas, dos por desobediencia y una tercera por un delito contra la salud pública, ha detallado el instituto armado en un comunicado.

En Cataluña, agentes de los Mossos han disuelto cuatro fiestas en diversas localidades de la región en las que no se cumplían las medidas implantadas por la pandemia del coronavirus ni se usaba mascarilla.

Una de esas fiestas tenía lugar en un bar de la localidad barcelonesa de Sant Feliu de Llobregat, donde los agentes denunciaron a 33 personas que participan en la celebración de un aniversario sin respetar la hora de cierre del local, ni las distancias marcadas por las autoridades sanitarias, y en la que ninguna persona llevaba puesta la mascarilla.

En Salou (Tarragona), la policía catalana ha intervenido en dos pisos del mismo edificio en el que se desarrollaban otras dos fiestas. En una de ellas denunció a diez personas y, en la otra, a ocho, según han informado a EFE fuentes de los Mossos.

También en Tarragona, en la localidad de Aiguamúrcia, los Mossos disolvieron otra fiesta y denunciaron en este caso a los cinco participantes.

Y en la capital, Barcelona, la Guardia Urbana desalojó ayer viernes a noventa personas de un local de copas ubicado en el barrio del Poblenou de la ciudad.

En la provincia castellano leonesa de Valladolid, la Policía Municipal de la capital ha formulado durante estos días festivos de Semana Santa un total de 75 denuncias por incumplimientos relacionados con el toque de queda y otras 28 por la presunta celebración de fiestas.

Un mal ejemplo que se repite en otras capitales

El nombre de 'fiestas de la muerte' se lo puso el gobernador de Sao Paulo, Joao Doria, asustado por la proliferación de estas y por considerarlas como potenciales focos de nuevos brotes de covid-19.

Su aumento obligó a su Administración a crear un grupo específico de trabajo, en el que también colaboran otros organismos públicos. El objetivo: evitar aglomeraciones nocturnas.

No se trata de un fenómeno nuevo. En Estados Unidos, medios locales informaron de que algunoslgunos jóvenes en Alabama (EE UU), concretamente en la ciudad de Tuscaloosa, organizaban fiestas de coronavirus, una extraña competición a la que acuden personas con Covid-19 y donde la primera persona que se infecta recibía un premio.

Son ejemplos que también se están viendo recientemente en Francia, donde los jóvenes parisinos multiplican su ingenio para divertirse en reuniones y fiestas clandestinas en plena aceleración de los casos de covid-19 y de saturación en las ucis.

Los túneles y las vías en desuso de metros y trenes se han convertido en el escenario ideal de este tipo de encuentros ilegales, que pueden alargarse días y reúnen a centenares de personas sin mascarilla al ritmo de la música electrónica.

También son frecuentes los eventos multitudinarios en castillos a las afueras de la capital.

Estas últimas reuniones requieren de pruebas de antígenos o PCR negativas así como pagar 50 euros por la entrada, ya que incluye desplazamiento, cena y alojamiento, comenta a EFE una estudiante de ADE española de 21 años, quien justifica su asistencia "con el propósito de socializar".

En Berlín, la capital de Alemania, la policía está recurriendo al lanzamiento de botes de humo y redadas para intentar acabar con las fiestas ilegales en los parques de la ciudad.

Sin mascarillas ni distancia de seguridad, varios cientos de jóvenes se arremolinan de forma distendida en grupos en el parque Gleisdreieck al atardecer, algunos con música, muchos con cervezas, aprovechando las temperaturas más agradables de los primeros días de primavera y los festivos de Semana Santa.

Entonces aparecen varias furgonetas policiales y casi un centenar de agentes irrumpe en el parque para disolver a los grupos. Muchos jóvenes corren, otros se enfrentan a las fuerzas de seguridad "de forma muy agresiva", según informó la Policía de Berlín.