Ser mujer, musulmana y emprendedora: la triple lucha que libra Yasmin Salem en España

Irene Asiaín 18/07/2017 07:04

"Cuando decidí ponerme por primera vez el pañuelo, mi padre no estaba de acuerdo", cuenta. Ella era muy pequeña pero con él se veía "como una princesa de oriente". "Yo quería vestir como mi madre, me encantaba esa vestimenta", asegura.

Su padre sufría por Yasmin cuando, con sólo 10 años, decidió ponerse el velo. Mientras ella se sentía como una princesa, la gente se quedaba mirando. "Me quedaba en shock, y mi padre se sentía mal porque pensaban que era él quien me estaba obligando".

Cuenta que un día acompañó a su padre a un restaurante de comida rápida y vivió la primera experiencia más chocante de su vida. Cuando el dependiente se dirigió a ella le dijo '¿y la señora que va a tomar?' y ella, siendo sólo una niña, se quedó callada.

Los prejuicios con respecto a su decisión de llevar el velo llegaron hasta el punto de que la gente la paraba por la calle para decirle que estaba en España y no estaba obligada, pero Yasmin no respondía nada, no lo entendía. "Todo esto me daba más ganas de respetar mi religión".

Aquella niña musulmana fue creciendo y se fue encontrando con innumerables trabas para trabajar y con multitud de dedos que la señalaban por llevar el velo. "Yo me sentía española y normalizada con mis compañeros, pero conforme iba creciendo iba lidiando con más prejuicios".

Luchó contra todo prejuicio y decidió emprender

Después de conseguir el título en Turismo, se lanzó a buscar trabajo. Asegura que le han tratado muy bien, pero siempre y cuando trabajase detrás del teléfono y no de cara al público. "En cuanto tenía que pasar a sala ya empezaban las pegas [por llevar el velo]. Siempre es la imagen por delante de la persona".

Así, cansada de los noes decidió emprender. "Acababa de cerrar una tienda de plata y complementos de alta gama" porque estaba harta de que los clientes dudasen de la originalidad de los artículos que vendía debido a su apariencia. "Desvalorizaban mi producto por llevar el velo. Y en vez de decir me quito el velo y me dejo de problemas, dije no, los problemas siempre los vas a tener".

Era plena crisis y lo que más funcionaban eran los comercios de culto al cuerpo así que decidió abrir una peluquería. Yasmin no quería "volver a buscar trabajo y pasar por ese trauma". La idea de montar una peluquería sólo para musulmanas fue una idea que le atrajo desde el principio.

Cuenta que hay negocios que los musulmanes no pueden montar porque el islam propone un estilo de vida ecológico, muy conectado con la tierra y con lo humano. "Hay muchas cosas que son marketing puro y no es del todo ético. Es como 'vendo ropa pero sé que esa ropa se ha hecho por explotación infantil'".

Y es que para las mujeres musulmanas ir a una peluquería es toda una odisea porque todas tienen cristales y pueden ser vistas desde fuera sin el velo. Y fue así como nació Masturah, un negocio que ha supuesto para ella “una experiencia inigualable”.

Explica que la imagen del Islam es como si fuera "¡todo prohibido!, ¡todo prohibido!, ¡todo prohibido!" y “la pena que me da es que todo está manipulado y descontextualizado. La imagen machista que tiene el Islam y tan irreal que me duele como musulmana europea”.

Asimismo, incide en que se tiende a mezclar cultura con religión, cuando una musulmana en España no es igual que una en Jordania. “Mi pensamiento es totalmente diferente al de ellos [en Oriente Medio], pero también depende mucho de las familias. En general, en el ambiente del país, hay cosas que hay que entenderlas… pero se nota cuando no tiene que ver con la religión. En tema de religión estamos todos de acuerdo, y en cuanto hay una diferencia es tema cultural”.

“¿Es que yo de verdad sería musulmana si una religión les dijese a los hombres que me tuvieran que tratar mal? Pues no”, asegura.

Amenazas y mensajes islamófobos a raíz de los atentados

En un marco de constantes atentados perpetrados por radicales islámicos, Yasmin ha visto crecer la islamofobia. Desde los recientes ataques, ha recibido un mayor número de mensajes islamófobos por redes sociales. “Me dicen que me vaya de aquí, que no es mi país”.

Cuenta que todos los años va a FITUR (Feria Internacional de Turismo) y, aunque ningún año ha tenido problema alguno, la última vez el vigilante revisó únicamente su bolso, a nadie más.

Además, es un clima islamófobo que aprecia también cuando pasea por la calle. La gente le mira más que antes, "y más a las mujeres musulmanas porque con el velo se las reconoce en seguida". "Hay mujeres que han tenido que ir con protección policial a charlas o conferencias que iban a dar porque habían recibido amenazas de muerte".

Afectada explica que "a mí como musulmana también me dan miedo [los terroristas]". No defiende en absoluto los ataques de estos radicales y considera que "el terrorismo no tiene religión. La paz es paz, no lleva manchas de sangre".