La única debilidad del Chicle: “Os voy a decir dónde está el cuerpo. Me habéis quitado una losa”

  • Las acusaciones intentan probar la violación con un método de probabilidad basado en la Teoría de Bayes

Atada, sometida y aterrorizada. Así metió llevó a Diana a la nave de Asados. La agredió sexualmente, lo dice el juez instructor, el fiscal y la acusación. Pero hay que probarlo en el juicio. La clave, los forenses. Podrán decir que murió estrangulada, que el Chicle apretó muy fuerte hasta fracturar un hueso del cuello. Pero los 500 días que estuvo el cadáver en el pozo, lastrado para que siempre estuviera sumergido, borraron los restos biológicos que habrían certificado sin duda la violación.

En su alegato final tras el juicio por el intento de agresión sexual a una joven de Boiro, José Enrique Abuín dijo: “Si pudiera dar marcha atrás más de dos años lo haría. Decirle a la familia de la chica de Madrid que no pongan en duda muchas cosas”. Es lo máximo que ha confesado el Chicle. Pero intentarán demostrar en este juicio que hizo con Diana lo que luego intentó con la chica de Boiro. Y lo harán con un método “estadístico-matemático” sobre el comportamiento.

Violó a Diana porque uso el mismo vehículo con la joven de Boiro, y porque uso las bridas que llevaba en el maletero cuando fue detenido y que pretendía usar con la joven de Boiro, o porque presuntamente agredió sexualmente a la hermana gemela de su mujer. Unos patrones de comportamiento repetidos, un modus operandi. Un mismo objetivo. Un caso eslabón del otro, dijo la fiscal del caso Boiro. Lo llaman probabilidad bayesiana, basada en la teoría de Bayes (la estadística permite probabilidades subjetivas). Explicado por los criminólogos: “Por un método indiciario aumentar la probabilidad de que el delito haya existido”.

Tendrán que demostrar que mintió cuando le dijo a la Guardia Civil que quería violarla, pero no lo hizo. O cuando guió a los agentes a la nave de Asados y allí dijo que le quitó la ropa para que no flotara. O cuando escribió a sus padres y reconoció el crimen pero no la violación que le lleva directamente a la prisión permanente revisable. El jurado popular decidirá. Pero la situación de los nueve del jurado va a ser complicada porque ante la duda el magistrado presidente les aconsejará que siempre a favor del reo. Va ser un juicio muy complicado como lo fue una investigación dura, durísima.

José Enrique Abuín fue el sospechoso a los tres meses de la desaparición de Diana, cuando por descarte su coche se situó en el puente de Taragoña a la hora que el teléfono de Diana dejó de funcionar. Pero no tenían “pruebas suficientes” para acusarle. Llegaron a su coche analizando 40 cámaras de tráfico y 2 millones de datos telefónicos pero se dio cuenta de que lo seguían y les entregó el móvil reseteado y el coche bien limpio. Sin más datos la causa se archivó . Hasta que el desbloqueo del móvil de Diana lo situó en otra cámara. Había pasado un año.

Tenía que ser él porque el GPS del móvil de Diana, desbloqueado, lo situaba en una gasolinera donde lograron encontrar una imagen nocturna compatible con su coche. Todo eso, junto con sus cambios de versión, no era suficiente para detenerlo pero sí para convencer al juez para reabrir el caso. Y a pesar de la certeza no podían controlarlo todo el tiempo como explicó el entonces Coronel de la UCO, Manuel Sánchez Corbí. “No podemos seguir a una persona 24 horas, todos los días”. Mantuvieron la vigilancia “visible” disuasoria para que el Chicle se sintiera vigilado y no se atreviera a actuar.

Pero volvió actuar en Boiro el día de Navidad y llegó el miedo, significaba que estaba descontrolado. Subieron 30 guardias de la UCO para hacer seguimientos y vigilancias mientras apuraban las horas haciendo informes para el juez. Le pensaban detener en enero porque no sabían dónde escondía el cuerpo. Y esa era una obligación para ellos, para restaurar a la familia. En ese tiempo quizá habrían averiguado que Abuín trabajó en la nave de Asados. No la revisaron durante los rastreos porque desconocían ese dato y pasaron cerca pero no entraron.

Quizá lo habrían encontrado porque ayer el Coronel de Coruña explicó que el perro, entrenado en búsqueda de cadáveres, se sentó delante del tanque nada más entrar. Pero una filtración dio al traste con todo. Había que detenerlo y doblegar a su mujer, su coartada. Abuín la había convencido de ser inocente hasta el punto de pasearse con ella en las fiestas de A Pobra, en el aniversario del rapto de Diana, sabiendo por supuesto que los agentes les vigilaban.

En el diseño del nuevo plan, que no tenían más remedio que poner en marcha en horas, uno de los hombres más expertos en interrogatorios de la UCO planificó cómo conseguir la confesión. La falta de cobertura de la mujer fue la clave para quebrar la solidez del Chicle que ya estaba dañada por los meses de presión mediática y policial. Diseñaron un interrogatorio extenso y dividido en partes pero sin darle tregua. Reconoció el atropello accidental pero siguieron presionándole. Abuín se defendió con mentiras sobre el paradero del cuerpo. Pero la puntilla final que lo “resquebrajó” fue saberse sin la coartada de su mujer que, acusada de coautora, cambió su versión. Les llevó al tanque de agua.

Su abogado también tuvo mucho que ver en asesorarle para que colaborara. Beneficioso para José Enrique Abuín porque antes había tenido un gran desliz, y les había contado que quería violar a Diana y la estranguló. El Chicle es un mentiroso compulsivo, lo dicen todos los guardias que le habían seguido durante tanto tiempo. Había declarado pasado el mediodía; cinco horas, de la seguridad pasaba a la duda y se rompía cuando su mujer ya no le protegió. A ella le convencieron hablándole de su hija. Le hicieron ver que si protegía a Abuín, desprotegía a su niña.

A la 1.30 de la madrugada sólo en su calabozo, el Chicle pidió ver a su abogado. Les dijo “os voy a decir dónde está el cuerpo de la chica”. Condujeron durante una hora. Siete coches. En silencio. “Le pesó tanto que se hundió” recuerdan. De hecho les dijo “gracias por quitarme esa losa”. Pero en su fragilidad momentánea no hubo lapsus. Ha sido persistente en negar la violación. Lo saben los guardias que estaban allí, llorando de alegría y de tristeza. Consiguieron devolver a su familia el cuerpo, tras 16 meses juntos los de la UCO y los de Policía Judicial de A Coruña. Pero la lucha no ha terminado. Sus declaraciones en el juicio serán vitales.