Christian Gálvez, hombre del Renacimiento: "No cambiaría mi forma de presentar para tener más éxito"
Desde la última planta del Palacio de las Alhajas, Christian Gálvez observa cómo llegamos. Con naturalidad nos invita a que subamos donde está sin que le importe descubrirse ante los visitantes que ese día han madrugado especialmente para ver a 'Leonardo da Vinci: los rostros del genio'. Sin perder ni un minuto nos ponemos manos a la obra porque hay mucho que hacer y somos conscientes de que cuanto más avance la mañana habrá más lío en las salas. Ante eso, Christian lo tiene claro "lo importante es la gente que ha venido a ver a Leonardo" y, aunque con nosotros es generoso y nos facilita el trabajo, tampoco puede evitar alguna interrupción si es para ilustrar al visitante con algo del genio.
Le puede la pasión por lo que hace y lo demuestra continuamente. Su entusiasmo va más allá de lo que se ve en la tele y no duda en todo momento, como buen anfitrión, en ofrecer ideas para que estemos bien porque a fin de cuentas este sitio se ha convertido en su casa. Tanto es así que en la sesión de fotos se descalza y con ese mismo grado de confianza llegamos al momento de las preguntas. Para esto escoge un ventanal muy bohemio en el que podremos hablar con total cercanía sin saber que con esa elección tan natural me tiene ganada ya desde el principio.
Muchos nombres dejaron huella en la vida de Leonardo; su madre, su maestro, su amigo Botticelli o su rival Miguel Ángel… Si me tuvieras que decir las cuatro personas que más te influyen o te han influido en tu forma de ser, ¿quiénes serían?
Te diría mis padres por supuesto, mis amigos de toda la vida del barrio, Almu en los últimos doce años y un cuarto nombre que creo que está por conocer… ¡solo tengo 38 años! (risas).
La historia de Leonardo tiene mucho de odisea. Era un espíritu crítico e innovador, pero fue célebre por no concluir los encargos. En tu caso eres un brillante y querido presentador, escritor, experto mundial en Da Vinci… pero te quedaste a medias de ser profesor y de acabar Filología Inglesa, ¿te quedó esa espinita o realmente es ya algo del pasado?
Sí, es una espina que queda y que te crea también cierta frustración. Creo que nunca es tarde, pero para mí sí es tarde ya porque estoy a otras cosas. Pasó el tren de la televisión, el tren de la comunicación y podía haber cogido el tren de la facultad, pero no lo hice. Ahora estoy más enfocado al ámbito de la psicología y de la criminología y quiero creer que no es tarde para esas otras cosas.
¿Quién fue tu 'mecenas', el que te descubrió para salir en la pequeña pantalla?
Pues te diría que cuando somos pequeños y rubitos con ojos azules eso llama la atención y… ¿por qué no probar? En ese caso yo resaltaría la figura de mis padres por la sencilla razón de llevarme y aguantar horas de castings y de aceptar cómo yo quería ser.
Empezaste como actor en un papel episódico en 'Médico de Familia' y también en 'Al salir de clase', ¿qué recuerdos te vienen de esa primera etapa en la pequeña pantalla?
Si alguien apostó por el talento interpretativo a nivel profesional en esa primera etapa, fue Daniel Écija en 'Médico de Familia'. Alguna vez que nos hemos encontrado se lo he recordado y agradecido. En esa época era un chaval que no tenía muy claro ni el presente ni el futuro. Lo hacía por hobby. Eso me permitía trabajar, ser mejor y poco más, porque creo que nunca me tomé muy en serio el hacer tele.
El éxito como presentador llegó con 'Desesperado club social' hubo un tiempo después lejos de la tele, pero apareció 'Caiga Quién Caiga' y además de volver a la pantalla te sirvió para saber qué tipo de televisión querías hacer, ¿has echado de menos con el tiempo esa faceta de reportero canalla?
No, nunca. Siempre he dicho lo mismo. Para mí 'Caiga quién caiga' fue la mayor y mejor escuela que pude llegar a tener, pero también fue una época dura, de malas experiencias, de saber lo que quería hacer en la tele y también de lo que no quería hacer. Te diré que hubo gente que no me apoyó en mi paso de 'Caiga quién caiga' a 'Pasapalabra' por su propio ego. Y si te tengo que decir algo que echo de menos de ese tiempo es la adrenalina, el querer conseguir algo, tener un objetivo y en un momento muy complicado celebrarlo con mi redactor y cámara, que eso lo hacíamos muchas veces, pero solo eso no mucho más.
Y después llegó 'Pasapalabra' y más de 12 años ininterrumpidos de roscos y de dar premios millonarios. De ver a un Christian cercano, familiar y que siempre da confianza. El último momentazo fue cuando Fran ganó el bote tras 168 programas, ¿cómo viviste ese instante con el que vibró toda España?
Fue súper especial y además muy inesperado porque Fran siempre se quedaba al límite y además recuerdo que aquel rosco era especialmente difícil. Él tampoco se lo esperaba por el gesto que hace al final de llevarse las manos a la cabeza… Yo recuerdo que llevaba tiempo amenazándole en plan, oye que yo abrazo tan fuerte que parto la espalda y en ese momento fui a partirle la espalda porque me alegré muchísimo. Creo que era muy merecido. No digo que otros concursantes o rivales no lo mereciesen, pero en el caso de Fran creo que era muy muy muy merecido y la verdad es que me alegré muchísimo. Lo disfruté mogollón.
Además de encontrar allí al amor, ¿también has hecho amigos?
Mis amigos a nivel televisivo ya los tenía de antes. Tengo grandísimos amigos desde hace muchos años como por ejemplo Daniel Muriel o también Eduardo Aldán por ponerte algunos nombres que se me vienen a la cabeza. Luego sobre todo de la productora está Rafa Guardiola que es director del programa y mi amigo personal íntimo, gente del equipo técnico, uno de los cámaras, Gus, que es con el que me voy de viaje siempre que Almu no quiere... Son muchos años de 'Pasapalabra' y a esto tengo que añadirle también algunos de los concursantes. Son cosas que no se pueden ocultar. Te diría de nombres a Paz, Jero, David Leo, Rafa Castaño entre otros. Si voy a sus ciudades me presentan el libro y luego nos vamos por ahí de cena.
¿Cuál es el mejor momento o el que más recuerdas de todos estos años en 'Pasapalabra'?
Recuerdo tres especiales: el primer día que me marqué una presentación de cuatro minutos absurda y muy mala. Me dije no voy a aguantar aquí porque soy muy malo; la segunda el día que terminamos el programa porque nosotros empezamos para tres meses al ser una sustitución de verano. Y el día que nos dijeron hasta aquí, sentí vértigo porque yo había dicho que no a un contrato en otra cadena de mucho tiempo y lo arriesgué todo por esos tres meses. Aún recuerdo la alegría que sentimos cuando al poco tiempo nos dijeron que continuábamos. Por eso puedo decir que llevo trabajando el verano más largo de mi vida. Y el tercer momento por supuesto fue cuando conocí a Almu.
Y mientras hacías roscos sin parar también te diste prisa en conquistar a Almudena para que no se te escapara ¡y en directo!, ¿cuál es vuestro secreto para ser una pareja tan compenetrada y modélica?
Ser normales. Nos queremos, nos amamos, nos admiramos, nos respetamos y creo que eso es lo que se espera de una pareja. Hemos tenido momentos buenos y también momentos malos. Y me sorprende mucho que ser una pareja normal sea sinónimo de excepción. Es guay que la gente nos tenga cariño, pero que seamos la excepción por ser una pareja normal es extraño. Tenemos los componentes esenciales para ser una pareja, nada más. Hay un gran grupo de la gente que nos aplaude y hay un grupúsculo muy pequeño que dice que somos empalagosos, pero nos resbala lo que nos digan.
Ella se dedica ahora al mundo de la interpretación, ¿sería posible en un futuro recuperar tu vena interpretativa y veros a los dos sobre las tablas de un escenario?
Yo alguna vez lo he pensado y creo que sería un ejercicio tremendamente injusto el boicotear y dinamitar el trabajo de Almudena. Ella es una persona que trabaja lo que no está escrito y creo que yo nunca me he tomado demasiado en serio la interpretación viendo trabajar a intérpretes de verdad. El sacrificio que yo puedo llegar a tener escribiendo un libro no lo he llegado a tener nunca en la interpretación. Cuando yo veo a mi mujer prepararse durante tres meses un rol pequeñito que va a tener en una obra de teatro siento admiración profunda por esa capacidad de sacrificio que yo no tengo. Por lo que creo que sería algo injusto. Ahora para nada te descarto y esto es hacer un spoiler que yo sí estoy preparando una cosa, pero para que esté ella, no yo. Es que ya sabes, yo soy muy mal actor (risas).
Y a la aventura televisiva se unió también la pasión por el estudio de Leonardo Da Vinci y de ahí te has creado dos vidas oficiales laborales. Cuéntame, ¿cuándo surgió esa inquietud?
Es una historia muy larga, pero surgió en Milán cuando fui a hacer unos anuncios de una marca de sofás para Mediaset. Para resumir te diré directamente que tuve la oportunidad de entrar de una manera muy rocambolesca al cenácolo de 'La última cena' en Santa María Delle Grazie de Leonardo y conocí a un grupo de niños de síndrome de down italianos con los que tuve un episodio súper bonito. De allí me llamó la atención que Leonardo tenía estudios de anatomía e intenté buscar un paralelismo con los chicos de down italianos y Leonardo. No descubrí absolutamente nada, pero ya me sumergí en su mundo. A partir de ahí me enamoré de la persona, no del artista. Me gustan más las personas de carne y hueso, con sus fracasos, porque creo que si son capaces de superarlos eso será lo que realmente les haga grandes.
¿De dónde has sacado tiempo para investigar, escribir tratados, dar charlas y compaginar esta gran pasión con la tele? ¿Qué has sacrificado a cambio?
Por un lado está el sacrificio y por otro la gran flexibilidad que me da la cadena. Grabar 'Pasapalabra' es un ejercicio bastante cómodo. Lo que pasa es que al final la vida me ha puesto en un lugar en el que he tenido que sacrificar cosas a propósito. Desde que me lesioné la espalda ya no puedo practicar todo el deporte que me gustaría. Yo jugaba al fútbol, baloncesto estaba en la Federación Madrileña de Tiro con Arco, hacía snow y, en general, me gustaba mucho el trabajo en equipo, pero con el tema de la espalda ya no puedo hacer nada de eso. Eso es tiempo que he perdido de un lado, pero he ganado por otro. Desde un punto de vista friqui te diré que juego menos tiempo a la play porque tengo que leer y escribir mucho, pero también en nuestro caso, la no paternidad nos da tiempo para hacer un montón de cosas.
Tras investigar tanto a Leonardo Da Vinci, ¿qué te ha aportado a nivel personal descubrir más cosas humanas del genio?
Todo lo que nunca me han aportado los libros de historia o asignaturas en la facultad. Cuando lees a Leonardo, este se presenta con una imagen muy distinta de la realidad. He aprendido a que tengo que ser yo mismo el que legitime lo que sé y lo que quiero hacer. Si siempre estoy realizando mi trabajo en función de lo que vayan a pensar los demás, nunca voy a estar satisfecho al cien por cien con mi trabajo. Además siempre hay un momento para señalarte y criticarte, pero gracias a Leonardo estoy aprendiendo a autoproclamar un rigor, una objetividad, un trabajo bien hecho y también a valorar los fracasos porque de ellos se aprende. A pesar de ser ilegítimo, iletrado, disléxico, bipolar y con déficit de atención, fracasar en todas las ciudades en donde trabajó salvo en Francia, Leonardo no se rindió y nunca dejó de ser un niño que se preguntó constantemente ¿por qué y para qué? Esa parte de curiosidad como motor de la vida y el legitimar lo que sabes, creo que son las dos grandes lecciones que he aprendido para la tele y para mí mismo.
¿En algún momento los demás te han forzado a cambiar?
No. Yo no estaría dispuesto a cambiar mi forma de presentar para tener más éxito o para contentar a los que me piden que presente de otra manera. Creo que por eso no sigo haciendo debates como hice en 2011 y 2012 porque creo que mi manera de presentar no se adaptaba ni yo me adaptaba. Yo tengo una forma de ser que creo que ha congeniado con los espectadores de 'Pasapalabra' y de momento yo no me imagino haciendo lo que brillantemente hace Jorge Javier. Él es el mejor haciendo lo que hace y le admiro por eso. Hay gente que le criticará, pero yo no tendría ni el conocimiento, ni el valor suficiente para poder hacerlo.
Y cuando llegan las críticas como ha pasado a raíz de tus estudios sobre Leonardo, ¿cómo las has enfrentado?
Me viene a la cabeza esta frase: ‘pero sus estridentes ladridos solo son señal de que cabalgamos’, es decir, ladran porque cabalgamos y vamos hacia delante. Me entristece que no cabalguemos juntos y también me apena que muchas veces el hecho de levantar cosas sirva para que los demás vean sus frustraciones y les sea más fácil atacar. Cada uno tiene una guerra personal consigo mismo, con su vida con su entorno y muchas veces los ataques no son personales simplemente sacan a la luz algún tipo de frustración. Me da pena la no colaboración, pero duermo con la conciencia tranquila. Eso no me quita las ganas de seguir haciendo cosas. La confrontación me da absolutamente igual. Vivo sin rencor y eso me hace mucho más feliz.
Siguiendo un poco el camino de Leonardo, que valoraron más su trabajo en Francia que en Italia su país de nacimiento, ¿tú sientes que aquí se han hecho menos eco de tus meritorios estudios sobre Leonardo?
Ahora no, pero en el principio sí fue así. Digamos que el momento clímax fue cuando entré a formar parte en el Leonardo DNA Project. Ahí fue cuando gente de otros países alabó el trabajo que había hecho con 'Leonardo Da Vinci cara a cara' que es el libro en el que se basa la exposición, fue como decir, ostia este no es otro de la tele que escribe libros, sino que es un tipo que sabe de verdad y que le han aceptado en un selecto grupo de estudiosos. Aquí en determinados círculos somos especialistas en tirarnos piedras contra nuestro propio tejado. Los prejuicios hacen demasiado daño y algunas personas pierden más tiempo o gastan su energía señalando lo bueno y lo malo de los demás que en hacer ellos lo que de verdad quieren. Y bueno así es como se ha tenido que dar esto, pero yo sigo.
Si pudieras viajar al pasado, ¿qué le preguntarías o dirías a Leonardo Da Vinci?
No le preguntaría nada porque eso solo significaría que tengo necesidad de satisfacer mi ego y aunque la curiosidad es el motor de mi vida, también tengo otro gran motor que es la gratitud. Cuando ves a un tipo tan atormentado, sintiéndose un perdedor y que no fue feliz, yo aprovecharía para ponerle una mano encima de su hombro y decirle gracias.
