Hablamos con Belén Rueda y Eduardo Noriega sobre cine, salud y enfermedad.

GUILLERMO ALONSO 15/03/2010 18:28

Ver a dos de los actores más atractivos y exitosos del panorama español junto en una película tiene interés. Y si encima sufren un montón, tiene el doble. Él ha empezado a desarrollar una especie de poder curativo que le meterá en problemas y ella tendrá que admitir que tiene también algo de relación con esas circunstancias, por poco que le guste. Eduardo Noriega y Belén Rueda son los protagonistas de El mal ajeno Eduardo Noriega saltó a la fama haciendo de malo en Tesis y se ganó el puesto de guapo oficial del cine español, etiqueta que ha intentado superar con trabajos como El espinazo del diablo, Che Guevara o Alatriste. Belén Rueda era desde hacía muchos años uno de los rostros más populares de la pequeña pantalla que un día decidió saltar a la grande y, como sin quererlo, en tres años ya tenía un Goya en su haber y un papel protagonista en dos de los mayores hitos recientes del cine español, Mar adentro y El Orfanato. "Cuando estás leyendo un guión, te sientes inmersa en la historia y no puedes dejarlo hasta que se termina, no puedes dejar que el proyecto se escape", recuerda Belén.

A Noriega lo que le atrajo del proyecto desde el primer momento fueron los nombres. "Un proyecto escrito por Sánchez Arévalo, dirigido por Oskar Santos y producido por Amenábar ya era un proyecto interesante. Además, Belén Rueda ya estaba dentro. Ya había una solvencia. Es una película fantástica que es a la vez un drama realista con pequeños intervalos cómicos que sostienen el resto del drama. Era una mezcolanza muy interesante".

De la oscuridad a la luz

Oskar Santos, director debutante de todo esto, está convencido de haber hecho una película que lleva al espectador en un viaje a través de muchas emociones. "El mundo de la medicina, del dolor, es algo tremendo", afirma. "No queríamos llevar la película hacia el tremendismo, sino que queríamos hacer más bien un viaje hacia la luz. Una película que aprieta, pero no ahoga. Fernando Bovaira, el productor, me dijo que era una película terapéutica. Empieza hablando del dolor, de gente enferma, y acaba hablando de sentimientos cercanos, sobre recuperar nuestra relación con nuestros seres queridos. Creo que eso permite que el espectador vaya de un punto oscuro a un punto luminoso".

"Inicialmente el personaje era un poquito más oscuro, si cabe", comenta Belén Rueda cuando recuerda su persone, "Oskar me dijo: ¡por fin te vamos a ver en un personaje que no es del todo agradable! Esta salida de tono de mi personaje es justificada porque en cierto momento se da cuenta de que toda su vida ha sido una mentira. Su reacción es muy extrema, además porque lleva unos años deprimida y el alcoholismo hace mella en su carácter". Pero ganas de cambiar de registro no le faltan. "Tengo ganas de hacer comedia. ¡Me encantaría! En algún momento me he parado y he dicho: antes de volver a hacer algo tan dramático me gustaría hacer comedia. Pero debo aprovechar todo lo que me llega".

Noriega también echa de menos levantar alguna risa entre los espectadores: "Creo que en general me ven más cara de dramón y de thriller que de otra cosa. He hecho algunas comedias, pero me gustaría hacer más. No es nada fácil hacer una comedia. Estás esperando al resultado inmediato del espectador, y si no ríen sientes que aquello no funciona y has estropeado la película. En cambio en el drama, con la seriedad de la sala ya piensas que la película está funcionando. La comedia exige mucho más".

¿Un salto a la pequeña pantalla?

En lo que no coindicen es en su recorrido profesional: mientras Belén Rueda se curtió en la televisión, tanto en las labores de actriz como de presentadora, Eduardo Noriega nunca mostró mucho interés por el medio: "No es que yo me haya negado a hacer televisión, me encantaría", afirma el actor. "Pero hay que esperar a que llegue un proyecto interesante. Otras veces no he podido por la incompatibilidad de encajar agendas. No me importa el formato. La dinámica televisiva es mucho más rápida, hay veces que te dan el guión ayer para rodarlo mañana y sólo es importante la urgencia, ya no la calidad. Yo no me considero capaz de estar a la altura de esas circunstancias".

Belén Rueda, mientras tanto, tampoco pone reparos en volver al medio que la hizo famosa si el proyecto es estimulante. "La tele ha cambiado muchísimo y se la maltrata demasiado porque metemos todo en el mismo saco. En cine también hay cosas buenas y cosas malas. En televisión se ha avanzado mucho, ten en cuenta que casi empezó en el año 90, antes del cual sólo teníamos dos canales. Eso mis hijas aún no se lo creen. Nos hemos puesto a la altura de muchos países europeos en muy poco tiempo. Hay muchísima creatividad y ganas de hacer las cosas. Si me llaman de algún buen proyecto no lo dudaría, es un medio tan interesante como el cine o el teatro".

Jugando a los médicos

Eduardo Noriega se preparó su personaje visitando hospitales y siendo la sombra de muchos doctores. "Cuando leí el guión pensé que el médico era muy duro y arriesgado, poco creíble. Sin embargo luego preparándome el personaje en hospitales lo primero que supe es que esas corazas existen realmente, ni siquiera es una decisión consciente. No puedes dejarte afectar por el sufrimiento de cada paciente, ya que te volverías loco y no serías efectivo en el trabajo. Luego, pasando visita con ellos, me di cuenta de que hay de todo. Encontré médicos que te tocan, te acarician, te muestran cariño, y otros que se ponen las manos en la espalda y crean una distancia enorme con el paciente".

Para Oskar Santos la insensibilización es algo común en todos los seres humanos y lo demuestra contando su propia experiencia: "Tengo la costumbre de comer mientras veo las noticias. Son dos funciones bastante complicadas de compatibilizar. En las noticias sólo hay guerra y dolor. Pero estamos hechos para seguir comiendo. Es inevitable. Tú sigues haciendo tu vida. Pero, si de repente suena el teléfono y me dicen que alguien cercano a mí ha tenido un problema grave, entonces sí dejo de comer. Creo que eso es lo que nos define como seres humanos".

Noriega también tiene una opinión al respecto: "La insensibilización es algo general. Todos nos ponemos corazas como un mecanismo de defensa, incluso diría de supervivencia. Dejamos que las cosas nos afecten relativamente para seguir adelante. En la vida cotidiana el sufrimiento ajena nos afecta el primer día, el segundo día nos molesta y el tercero lo ignoraremos, como si no pasara nada. Es inevitable, imagino, pero debemos reflexionar sobre ello." ¿Hay un mensaje sobre ello en la película? Santos niega que se quiera dar ninguna lección. "Para nada la película es una crítica a la condición humana. No hay moralina de ningún tipo, es simplemente una exposición de elementos del ser humano. Me gusta que el cine sea capaz de elaborar preguntas, no de dar respuestas. Las respuestas pertenecen al espectador".