Juan El Golosina nos enseña su casa

Kiko Hernández 23/03/2016 19:08

Todo un personaje de pies a cabeza. El íntimo amigo de Lola Flores, tras toda una vida dedicada al mundo del espectáculo y haber tenido una gran aventura en Supervivientes, ahora El Golosinas vive su jubilación junto a su querida Magdalena en un piso de Madrid en el que ha abierto las puertas a la revista Qué Me Dices!

Juan, ¿desde cuándo vivís en esta casa?

Desde el 1976. Vivimos muchos años en la Ronda de Segovia, cerca de aquí. Cuando nos cambiamos, Magdalena y yo no nos quisimos ir lejos porque en el barrio tenemos todo a mano.

Con el dinero que has ganado, ¿por qué no estáis en una zona más elegante?

Según donde esté el piso tienes que pagar y yo he intentado pagar un poquito menos y ahorrar un poquito más. Rafael de León y los grandes autores me contaban que la musa de Julio Romero de Torres terminó en la calle tapada con cartones. Y yo, inculto que soy, porque tengo el Bachiller de la vida pero del colegio nada, decía si la musa de Julio Romero, la de los veinte duros, ha terminado tapada con cartones, ¿cómo voy a terminar yo? Tengo que ahorrar.

¿Cuántos metros cuadrados tiene tu casa?

Casi 90.

¿Cuántos dormitorios?

Dos. Había tres, pero un día vino Lola y me dijo “Uy, esto es muy chico. Este tabique tíralo, porque así estamos más en reunión”. Lo dijo ella y tiré el tabique.

¿Lola ha estado muchas veces aquí?

Claro, imagínate…

¿Y qué más famosos han visitado tu casa?

Paquita Rico, Sara Montiel, La Perla de Huelva, Estrellita Castro, Carmina Ordoñez… ¡Por aquí han pasado todas!

Los vecinos tienen que estar encantados, ¿no?

Los vecinos estaban encantados al ver quiénes eran. ¡Las juergas aquí que han pasado! Los cantes, los bailes. ¡Esto ha sido la cueva de Luis Candelas!

¿No se han quejado nunca los vecinos de esas juergas?

No, saliendo esa gente tan famosa por la puerta… Además, yo no daba ruidos todos los días. Cuando llegaba la una y pico se acababa. Comprendía que no estaba en el Lerele, porque allí sí que estábamos hasta las ocho de la mañana y no molestábamos a nadie.

Tenéis la casa súper limpia.

Sí, vivimos bien.

¿Tenéis a alguien que os ayude?

Sí, una vez por semana, y es un ‘asistento’ porque a Magdalena le viene muy bien que sea alto para limpiar donde ella no llega.

¿Ayudas a Magdalena en las labores de casa?

Yo ayudo en lo que puedo, pero no soy Arguiñano.

¿Quién cocina?

Magdalena, pero yo friego y voy a los mandados.

¿Qué anécdotas tienes en esta casa que no se te olvidarán nunca?

¡Buf!, tengo muchas. Una vez vino Sara Montiel y tocó todos los timbres del portal porque como no veía... Entonces vino Magdalena de la compra y me dijo: “¡Abre, Juan, que es Sara!” Con ella y su pianista hemos ido mucho a Melilla.

Con Carmina Ordoñez también viajaste mucho, ¿no?

Sí, Carmina me llevo al Hotel La Mamounia de Marrakech cuando murió Lola Flores, en 1995, para ayudarme a superar la pena. También fuimos a Marbella, invitados al barco de Cari Lapique. Fue muy divertido, aunque casi me muero...

Pero, ¿qué pasó?

Fuimos a un restaurante y Carmen me dijo: “¿Quieres un sambuca? Es una bebida maravillosa.” En fin, me tomé 20 y nos fuimos hacia el barco. Yo creía que venía hasta la orilla, pero no. Y Carmen me dio su sombrero de Gucci, su bolso de Hermès, los sambuca... Y, ¡hala!, me tiré al mar. Y, como no sé nadar, me tuvieron que lanzar un chaleco salvavidas...

¿Y sin saber nadar te fuiste después a ‘Supervivientes’?

Ya ves, y encima me tiraron del helicóptero el primero. Me tuvieron que dar dos veces oxígeno y ni con esas abandoné la isla. Estuve siete semanas y por mí no daban un duro.

Juan, tú en esta vida has trabajado de todo, ¿verdad?

Sí, empecé sembrando y cogiendo tomates, de albañil, fregando platos en Suiza con 18 años, en la mili cosía pantalones a los soldados a 8 duros, de relaciones en La Pesquera, he hecho radio, tablaos, fiestas privadas…

¿Y cómo pasaste de fregar platos a actuar en tablaos?

En Suiza, una hija del presidente de IBM Holanda que era admiradora de Lola Flores me pidió que bailara para su padre. ¡Cómo me iba a negar...! Sabía que yo no cantaba ni bailaba bien, bien, pero me defendía...

No seas modesto...

Bueno, yo he sido un peón del ajedrez, nunca un primera figura.

¿Cuándo empezó tu admiración por Lola Flores?

En los años 50, pero que a un niño de 8 ó 9 años de Alcalá de Guadaíra le gustara ser folclórico estaba muy mal visto.

¿Y cuándo la conociste?

Mónica Randall tenía un pub en el que se hablaba de política y, para disimular, tenía un espectáculo de transformistas en el que yo hacía las cosas de Lola en directo. Llegó a sus oídos y una noche se presentó allí con Antonio, ‘El Bailarín’.

¿Ahí fue cuando pudiste comprar tu primera casa?

Sí, ya empezaba a ganar dinero y compré un pisito en Alcalá. Luego lo vendí y compramos éste, porque Magdalena tenía otra casa en Fuenlabrada.

¿Qué pensión tienes?

600 euros después de 50 años zapateando. Yo he guardado para tener para mi Magdalena y para mí. Nos hemos querido más, nos hemos querido menos, nos habremos acostado, nos habremos levantado, nos habremos cortado las venas... pero yo y mi Magdalena, y mi Magdalena y yo. Esa es mi vida.

¿Vendiste las otras casas?

Sí, para seguir tirando. Para eso estaban. No tenemos hijos.

¿Y lo que ganaste en ‘Supervivientes’?

Guardadito, y de ahí se va cogiendo. Y cuando nos haga falta, vendemos el piso de Ronda de Segovia. Tenemos que tener tres pesetas para el día de mañana llegar a la residencia y decir: “Toma y cógenos a los dos, como si fuéramos Niebla y Clara.”

¡Cuánto bien te hace Magdalena!

Sí, Magdalena me hace, pero el muñeco diabólico ha estado 50 años zapateando ‘taca-taca-taca’, y todo para ella y esta casa.

¿Por qué os casasteis?

Ella tenía 40 años y yo, 13 menos. A su edad tenía que dejar de bailar y, como yo empezaba a despuntar, ganaba de sobra para los dos y le dije: “Yo a bailar y tú en casa.” Mis padres murieron y yo no tenía a nadie. Magdalena también tenía ya poca familia y me salió irme a Miami. Me dijo Lola “Tú te vas a Miami y la muerte está en Miami en Alcorcón, en Leganés y en la Calle Lineo. Si a ti te pasa algo, no quiera Dios, ¿cómo Magdalena se hace cargo? Tus sobrinos vienen por un lado.. Y a ella le pasa, los suyos vienen por otros… Pues cásate y ya lo tenéis para los dos. Si le pasa al uno, ya lo tiene el otro”

¿Y os casasteis?

Sí, nos casamos por eso. Echamos la firma y ya está. Para nosotros como otro día más. Así llevamos nosotros desde el año ´74. 42 años de casados con lo bueno y con lo malo.

¿Y dormís juntos?

Noooo, ella en las dos camitas y yo, en la grande. Ella quiere estar tranquila y yo, ¡a sus órdenes!

Escuché que a Magdalena la atracaron en la puerta. ¿Qué pasó?

Fue hace un par de años. Se metió el tío con ella en el ascensor. Ella se creía que sería un pariente del vecino, y la cogió por el cuello y por poco la dejan ahí medio muerta. Ella hizo ruido y a él le dio miedo y salió corriendo. Me la encontré tendida en el suelo con 81 años… Además tuvo hace unos años un accidente de coche.

¿Qué sucedió?

Magdalena iba pasando por un paso de cebra, la chica dice que la deslumbró el sol y, en vez de frenar, aceleró y se la llevó por delante. La pobre salió volando y cayó debajo de un camión grande. Para haberla matado. Se ha salvado de milagro.

¡Madre mía, qué ibas a hacer tú sin tu Magdalena!

No, yo sin ella… Yo he podido tener lo que tenga en la vida, pero esto es sagrado.

En estos 42 años habréis aprendido a ceder el uno con el otro.

Ella es muy quisquillosa y yo muy folclórico y chillo. Por qué pones la tele, pon Sálvame, baja la voz, ahora está Kiko chillando, ay qué jaleo qué me tiene loca quítame esto, otra vez Chabelita … Entonces yo me pongo mis cascos y voy por el pasillo escuchándoos y hablando solo con la tele y, como os conozco a todos, voy diciendo “Voy a ir un día a decir esto…”. Ya ves tú, para mí solo, porque ya sé que no puedo.

¿Por qué?

No por miedo, es que la patata no está bien. Ahora estoy en Sanis Natura que me están haciendo un tratamiento de acupuntura para que me calme, porque soy muy nervioso y no me conviene irritarme.

Pero la patata no estaba bien cuando viniste.

Pero ten en cuenta que van pasando años. Y, en esta edad, un año significa dos o tres. Con sesenta y tantos se nota.

¿Echas de menos colaborar en la tele?

Hombre, me gustaría hacer un pellizquito pero, para qué nos vamos a engañar… La tele que hay no me va a llevar y yo no voy a hablar de nada. ¿Qué voy a decir, qué trabajé en Algeciras o en Bilbao? ¿A quién le importa? Como comprendo que no y me mentalizo. Ahora hago una radio, que no me dan nada, pero por ayudar a unos muchachos de la Universidad. Además, cuento cosas a un periódico de aquí del barrio.

Con Escassi hiciste muy buenas migas, ¿qué tal es tu relación ahora?

Ahora, desde que apareció la niña, ha desaparecido. Yo no me enfado para nada. Cuando quiera aparecer, aquí estoy.

¿Tú sabías que tenía una hija secreta?

Te juro por Magdalena que no. A mí nunca me dijo nada.

Entonces, ¿hasta el verano pasado has tenido relación con él?

Sí, cuando estaba con Sonia. He ido a su casa a un cumpleaños. Luego tuvo el detalle de venir a por mí cuando Magdalena estuvo unas Navidades en el hospital, y me fui a comer con ellos para no quedarme solo. Él conmigo se ha portado muy bien, y yo también le he toreado todo lo que he podido en el sentido de, en una fiesta, colaborar y estar simpático.

Cuando uno está en televisión te llama todo el mundo. Pero, una vez fuera de los medios, ¿has notado que hay ausencias?

Hay que mentalizarse, cuando tienes cartas para jugar, te llaman. Y, cuando ya no hay cartas, no te llama nadie. Ya lo verás tú en tus propias carnes.

Pero a quien sí tienes es a la familia de Lola Flores, ¿no?

Eso sí. Esa es mi casa. Yo llamo y pregunto “¿Las niñas están bien?” Y así estoy al tanto. Algunos días voy, pero me coge muy lejos. Cuando vienen a Madrid me llaman y me dicen “Oye, que vamos a estar en El Callejón” y voy. Pero, de por sí, ya no me apetece tanto.

Tú contaste una vez que fuiste uno de los primeros hombres que se operaron.

En aquella época creía que lo de la silicona te suavizaba. Me lo pusieron en los pómulos y por evitar las arrugas. Las locuras de 30 años. Igual que ahora la gente se mete botox y se van desfigurando.

Cuando viste que no quedaste bien. ¿Qué hiciste?

Por mediación del médico de Fidel Castro que era muy admirador de Lola. Me dijo “mientras yo pueda, siendo cirujano, te voy a dejar lo mejor que pueda”. Y, gracias a él, me arregló lo que pudo.

Te daría una depresión verte así, ¿no?

¡No me podía permitir el lujo de tener depresión! Pero yo tenía que seguir trabajando. Yo no he podido tener depresión hasta tener las paredes y las tres pesetas fijas.

Juan, gracias por invitarnos a tu casa.

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