Bici, albaricoques y mucha emoción: así fue nuestro paso por Viena hacia Bratislava

Hilo Moreno 28/09/2016 16:52

A Viena se llega tras recorrer el valle del Wachau, famoso por los viñedos y su producción de vinos de mucha reputación. El carril bici se interna entre campos y bodegas, y en muchas de ellas es posible parar a degustar su vino o interesarse por el proceso de producción. Otra opción es llegar dando más 'eses' de las habituales e ir parando en las bodegas. Es una zona muy verde, sembrada de frutales y grandes huertos, un valle también conocido por sus albaricoques que caen sobre el carril bici por millares a lo largo de la ruta.

*Imagen: La ruta que lleva a Viena está llena de senderos con albaricoques que caen sobre el carril bici. / Hilo Moreno

Llegamos a Viena un día de calor y mucha gente en las calles, tanta que decidimos pasar de largo y volver al final del viaje. Habíamos cumplido los primeros trescientos cincuenta kilómetros de la ruta planeada y avanzábamos hacia la segunda etapa, aquella que une Viena con Budapest.

La ruta del Danubio tiene la peculiaridad de ser muy completa, y recorrer zonas de naturaleza y grandes ciudades. Viena es la primera de ellas, y la segunda Bratislava, capital de Eslovaquia, a la que llegamos un par de días después de salir de Viena.

El cambio de país es notable en cuanto se cruza la frontera de Austria. En primer lugar, hay mucha menos gente y, en segundo, los servicios turísticos escasean. Ello, en mi opinión, le da más gracias al asunto junto con el hecho de que la gente no suele hablar inglés, excepto en Bratislava, y hay que tener más herramientas para 'buscarse la vida'. También es mucho más barato y más fácil, aún teniendo en cuenta el idioma, el contacto con la población local.

El paisaje es menos exuberante y hay menos pueblos por el camino, la cerveza es más barata que el agua y, a partir de ese momento, el sol y el calor nos acompañaron hasta el final del viaje. La cerveza también.

*Imagen: Aunque el paisaje en Bratislava es menos exuberante que en Viena, es mucho más emocionante y la cerveza es más barata. / Hilo Moreno

En Bratislava decidimos emplear nuestros días de descanso. Recorrimos la ciudad, pequeña y abarcable, en busca de parques de columpios y antiguas fábricas de caramelo. También visitamos el castillo y comimos en tabernas platos de gastronomía que parecían salidos de un capítulo de 'Juego de Tronos'. Por las noche paseábamos por el centro peatonal de la ciudad, circulando entre gente elegante vestida de noche mientras la música sonaba en pequeños conciertos en directo y al aire libre del bulevar.

El 'apalanque' es fácil cuando uno está a gusto en un lugar tras muchos días de actividad, así que decidimos continuar dándole al pedal antes de que la pequeña ciudad de Bratislava nos atrapase del todo.