Hoy he ido a unos pasillos cuyas paredes eran coches viejos

telecinco.es 21/10/2008 20:13

¡Cuánto tiempo! Me he pasado unos días metido en la cama alimentándome en exclusiva de sopa de calabacín, tortilla de Ilvicos y manzanilla, y es por eso que no me habéis visto por aquí. Y si me habéis visto en alguna discoteca, saliendo del cine o haciendo deportes de riesgo en la sierra, seguramente se tratase de ROMUALDO, mi hermano gemelo y del que os hablaré otro día.

Pero os adelanto que ROMUALDO siempre está haciendo todo aquello que me gustaría hacer a mí cuando me pongo enfermo.

Pues bien, como aún sigo algo malo y mi voz se parece a la del Duque y mi forma de aspirar para que no se me caigan los mocos me hacen parecer un politoxicómano recién salido del cuarto de baño, me vine hoy a Telecinco esperando que no me pusieran una misión muy cansada y me pudiese dar un tranquilo paseo por aquí para contaros la de cosas apasionantes que estuviesen aconteciendo (entre ellas, por ejemplo, cómo envían al decorado de ¿XQ no te callas? a freír espárragos).

Pero la misión que me tenían preparada era otra: irme a un desgüace de coches en San Martín de la Vega a ver cómo grababan una emocionante escena del final de la temporada de Sin tetas no hay paraíso.

Tragué saliva (y mocos). Puse cara de corderito degollado. Pero allá que me fui.

Mis compañeros de redacción y yo nos subimos felices al coche camino del lugar. Al fin y al cabo íbamos a ver estrellas de televisión, cámaras, pistolas de fogueo y puede incluso que alguna explosión. ¡Viva! Cantamos Señor Conductor, El cocherito Leré, Vamos a contar mentiras e incluso un poquito de Highway to hell. Yo me había olvidado temporalmente de lo que uno puede aprender si alguna vez ha pisado una escuela de cine o sencillamente si ha estado de extra en uno: que los rodajes son un absoluto coñazo.

Un rodaje son dos horas de preparación para una escena que dura dos minutos. Son también diez metros cuadrados de una bella localización y un kilómetro a la redonda de cables, sillas plegables, refrescos tirados, ceniceros y retretes de esos de plástico como los de los festivales de música. Un rodaje, para entendernos, es como esperar durante una hora en un restaurante para que te traigan un bocadillo de queso rancio.

Todo esto también implica, por supuesto, que un rodaje es un proceso horrible que pare unos meses más tarde algo bellísimo y que por lo tanto aquello de la magia del cine no es una frase hecha de piripis y retrasados mentales, sino que existe de verdad: de toda esa jornada gris de lamentos y ausencias de sillas donde sentarse saldrán diez minutos de exquisita belleza.

Ahí es nada.

He aquí una serie de datos al azar del terreno donde se estaba grabando esta emocionante escena de Sin tetas no hay paraíso:

1. Era un cementerio de coches militares (y algunos no militares).

2. No hay nada más triste que los desgüaces. Un coche sin faros, sin ruedas y con los cristales rotos tal vez es una de las cosas más parecidas a un cadáver mutilado sin ser un cadáver mutilado. Vemos todos los días por la calle a coches saludables, enérgicos, que contaminan el mundo mientras nos llevan a donde queremos llegar y nos saludan a su paso. Ver doce coches apilados unos sobre otros a los que han arrancado llantas, lunas y matrículas es, perdonad la exageración, lo más parecido a Auschwitz.

3. El lugar estaba lleno de unas avispas salvajes y asesinas que no me dejaron de perseguir a lo largo de toda la jornada y me tuvieron corriendo de un lado al otro durante horas. ¿Inconvenientes? No me enteré de nada de lo que ocurrió allí. ¿Ventajas? He vuelto mucho más delgado y elegante.

4. Los pies se hundían una media de metro y medio en el barro a cada paso, tras los días de lluvia que han dejado Madrid un poco mojada. Los ténicos de por allí, más precavidos que yo, llevaban botas. Pero yo he vuelto como si viniera de buscar un cadáver de bebé en un pantano.

5. El agua que Grundy sirve en sus producciones es Sierra de Cazorla. Mucho mejor nuestra Fuensanta. También sirven Fanta de naranja. Pues mira qué bien.

6. Sobre uno de los camiones militares abandonados descansaba un bote de Ambipur. "Especial para la sala de estar", decía el bote oxidado. En realidad no olía a sala de estar, sino a neumático. Que me lo expliquen.

Miguel Ángel Silvestre (que es el verdadero nombre del actor que interpreta a eso que todo el mundo llama El Duque) es muy simpático y se acercó a saludar a la gente de la redacción en cuanto los vio. Me da rabia que la gente guapa y famosa sea encima simpática, porque uno quiere agarrarse a la posibilidad de que en el fondo sean todos unos cabronazos intratables para no sufrir con la envidia y para imaginar un negativo yang que contrarreste a su épico y glamouroso ying. Pero no, resulta que no es el caso de Miguel Ángel Silvestre (que es el verdadero nombre del actor que interpreta a eso que todo el mundo llama El Duque), que encima del ídolo de toda España es muy simpático. Grrrrr.

-¿Y cómo va Becarios? -le preguntó, precisamente, a Diego, que es uno de los dos protagonistas de Becarios.

Y le importe o no cómo vaya Becarios, es un gran detalle que pregunte, la verdad. Ni siquiera yo he preguntado eso en mi vida a mis compañeros y no soy más que el humilde Pasillero.

Mañana, en la segunda parte de esta jornada, nos esperan vibrantes emociones como las siguientes:

-¡¡La hora de comer!!

-¡¡Los tiros de fogueo!!

-¡¡Señores con globos en la cabeza!!

-¡¡Las fans de Miguel Ángel chillan desde el exterior""

-¡¡Me quedo dormido en un coche!!