10 razones para seguir GH catorce
Parece innecesario explicar por qué nos gusta Gran Hermano, pero tal vez tengamos la obligación de justificar cosas que otros no necesitan. Pensando la mejor forma de regresar, a este gato ilusionado no se le ocurrió otra cosa que hacer un ranking con las razones por las cuales merece la pena seguir la edición de Gran Hermano entrante. Por mi experiencia en esto de los blogs me consta que cualquier entrada que lleve en su título algo parecido a “10 razones” tiene muchas posibilidades de ser un éxito.
Aunque a algunos pueda resultarles extraño, a estas alturas sigo teniendo la inseguridad y todas las dudas del mundo sobre si esta vez me leerá alguien. Si contaré o no, una vez más, con tanta buena gente compartiendo este cuidado espacio que ahora anda de cambios y pronto mejorará algunas cosas necesarias, estoy seguro de ello. El caso es que todavía me sigo preocupando de tener algo interesante que decir.
Obsérvese que hablo de las razones para seguir, no para ver el programa. Y es que Gran Hermano es un formato transmedia, o transversal (o cualquier otro término que suene moderno y, además, quiera decir lo que quiero decir). Este programa fue el primero en plantear un seguimiento en la televisión convencional, por aquel entonces analógica y en un formato bastante cuadradito (hace menos tiempo apareció la TDT, pantallas panorámicas y emisiones en alta definición), tanto como en Internet. ¿Televisión por Internet? nos debimos preguntar entonces.
Algo que ahora es parte de nuestros hábitos entonces suponía una novedad absoluta. La emisión en directo desde la casa de Gran Hermano por Internet era pobre técnicamente, con un sonido infecto a juego con la poca definición de las imágenes. Pero era la primera vez que muchos asistíamos al fenómeno de ver televisión en nuestro ordenador personal. Aún digo más, era el primer programa que solo comenzaba y acababa los días de la gala de presentación y la gran final, respectivamente.
Desde el minuto uno y hasta ver apagarse las luces de la casa, en esas imágenes que tantas veces nos han conmovido, la emisión se mantenía día y noche, aparte de los consabidos cortes en momentos de tensión o pausas de madrugada que hemos terminado convencidos de que estaban provocados por descansos del personal a esas horas en las cuales un puñado de locos seguimos enganchados a la ‘ventanita’.
Aún había más. Gran Hermano aumentaba su transversalidad a través de la participación de la audiencia en el desarrollo de la trama, mediante el voto telefónico. Y también surgía un elemento no del todo previsto: las comunidades de seguidores en la red. Fuera del control del propio programa, en foros o blogs se iban congregando seguidores del programa que compartían una moderna pasión. Lo moderno pronto se convierte en clásico, y hoy en día parece imposible imaginar este formato televisivo sin las comunidades de seguidores, aunque no siempre hayan contado con las simpatías de todos.
Por tanto, no podemos referirnos solamente al telespectador que ve el programa, sino a un seguidor mucho más activo y menos limitado que en otros tiempos. Hablamos de ese seguidor que ve, participa y comparte sus impresiones con otros. El espectador personaliza su experiencia y decide el grado de seguimiento que le conviene. Desde ver solamente las galas del programa o también resúmenes, debates y demás. Luego estamos los enganchados a la emisión en directo y, ya digo, aquellos que completan su conocimiento y comparten sus opiniones con otros. A partir de aquí cada uno puede ir matizando de forma mucho más detallada y concreta su grado de aproximación, logrando que el formato no solamente sea transversal sino también customizable. Ahí es nada.
Cuento todo esto a modo de preámbulo, aunque pensándolo bien ya sería suficiente para explicar por qué debemos de seguir Gran Hermano, tanto esta próxima (¡y tan próxima!) edición como cualquier otra. A decir verdad, si tuviera que convencer a alguien cercano creo que le contaría una experiencia personal, relativamente reciente. ¿Alguien cercano he dicho? ¿Quién mejor que vosotros? A ello voy, entonces.
Había sido una noche aciaga. Martita, nuestra Marta, había sido expulsada de la casa. Se nos había ido la pinza, como escribí entonces. Al saberlo, Pepe pasó por el cuarto de baño para intentar borrar con el agua del grifo la imagen de su rostro desencajado. Durante las siguientes horas intentó en buena medida ocultar sus sentimientos, no sé si porque lo prefirió así o por evitar que todo a su alrededor se derrumbara como un castillo de naipes. Es posible que por ambas cosas.
Tampoco es que pasara la noche bromeando, pero mantuvo el tipo. Tuvieron que pasar muchas horas, muchas más de lo que mi necesidad de conciliar el sueño hubiera demandado, para que un plano fugaz me hiciera ver algo más que un corazón herido. El 'príncipe' se había levantado de la cama, como hacía casi cada noche, para acomodarse en un sofá del salón. Allí daba vueltas y más vueltas, mientras yo esperaba que durmiera para hacer lo propio. Aparentemente nada iba a suceder, pero algo hizo que me resistiera a apartarme de la pantalla.
Pepe parecía ya dormido y la emisión se quedó entonces en un plano corto de su rostro. Posiblemente había llegado el momento de la pausa nocturna, esa que tantas veces habíamos sufrido con el plano de alguien en manos de Morfeo, habiendo vida en muchas ocasiones a escasos metros, dentro de esa misma casa. Por la mejilla del bailaor se deslizó entonces una lágrima. No sé si era un furtiva lágrima (como en ‘L'elisir d'amore’, la ópera de Donizetti). Solo sé que era una lágrima nocturna, trasnochada... y sentida.
El plano cambió y no volví a ver esa madrugada la cara del ganador de Gran Hermano 12+1. Le di a la pausa y aparté mi mirada del monitor. Estaba cansado y con sueño. Había sido una noche larga. Triste. Desasosegante. Mi preocupación en ese momento no era otra que dormir un poco y que las musas se apiadasen de mí al despertar, dejándome estar a la altura en el momento de escribir. Sin darme apenas cuenta, una lágrima cayó encima del teclado. Mi alma y la de Pepe Flores se habían dado la mano como dos viejas amigas.
En pocas ocasiones me he sentido tan cerca de un concursante. Tantas veces les hemos pedido que nos hicieran sentir como las que lo echamos de menos. Por eso, si llega el día que algún amigo me pida una sola razón para seguir este programa sé perfectamente lo que haré. Tan solo tengo que contarle esta inopinada historia. Porque durante unos segundos, en un leve gesto compartido, me sentí ahí dentro. Posiblemente más dentro de lo que muchos han estado nunca, incluso habiendo pasado allí muchos días con sus noches.
Esta sería para mí razón más que suficiente, aunque desde mi situación tengo tantas como para resultar realmente difícil elegir una. En todo caso, he intentado ponerme en el lado del espectador medio para hacer el ranking que sigue a continuación, comenzando por las ya mencionadas:
- Al ser una experiencia transversal y customizable se le ofrecen al espectador muchas posibilidades de vivir el programa a su manera. Distintas aproximaciones. Tú decides qué ver y cómo. En tus manos está dedicarle más o menos tiempo, participar o no en comunidades de seguidores. En definitiva, implicarte más o menos.
- Es complicado sustraerse a lo que algunas veces he descrito como una mancha de aceite que se extiende por toda la programación de Telecinco, y últimamente por algunos otros canales de Mediaset España (este año tendremos doce horas diarias en el recién nacido Nueve, otra gran razón para no perdérselo). Es genial que grandes y prestigiosos programas le dediquen minutos a Gran Hermano, pero mucho mejor consumir el producto original.
- Si no lo seguimos habremos de quedarnos fuera de muchas conversaciones a nuestro alrededor sobre lo que está pasando en la casa de Guadalix de la Sierra. ¿Quieres tener que enterarte por lo que te cuenta alguien en clase o en el trabajo? Esto anularía tu opinión, pasando a depender de lo que te transmiten otros. La conversación sobre el programa supone a menudo un cierto desahogo para el espectador. De alguna manera estamos evitando el análisis y la crítica de nuestro entorno para centrarla de forma exclusiva en un grupo de desconocidos. Inevitablemente, alguno de esos desconocidos terminará siendo considerado ”uno de los nuestros”.
- Sería una locura renunciar a conocer a algunos de los personajes que han dado vida a Gran Hermano en sus doce años largos de historia. Pepe Herrero, Judith Iglesias, Iván Madrazo,Indhira Kalvani, Pepe Flores y tantos otros. Aunque algunos digan que solo entran frikis y “gente rara”, otros damos fe de que no es así. Si no lo sigues te los vas a perder. Y también te perderás sus frases incunables. No dejes que te las cuenten.
- Es irresistible la combinación de elementos narrativos que siempre termina apareciendo en la convivencia entre los concursantes. Un estudio de hace años hablaba del clima ideal para mantener enganchado al espectador: “Intriga y estrategia (30 por ciento), sexualidad (20 por ciento), amistad (20 por ciento), romance (15 por ciento) y conflicto (15 por ciento)". Con distintas proporciones según la edición, son estos los elementos cuya presencia garantiza el programa. Por suerte, el grado de conflicto suele ser mayor.
- El programa dura cuando menos tres meses, tirando a cuatro (o incluso más). No es entretenimiento de un día, pero tampoco hipoteca nuestras vidas ni la mitad del año siquiera. Además, siempre podemos dejar para el resto de los meses la lectura u otras aficiones que necesariamente tendremos que dejar de lado por un tiempo. Aunque siempre podemos elegir una aproximación menor, consúltese para ello la razón número uno.
- Nosotros decidimos los concursantes que deben apearse de la experiencia, siendo quienes hacemos ganador a uno de ellos. Pero no solo eso, sino que también contribuimos a decidir a quiénes damos el mayor protagonismo. Gran Hermano es un programa para la era de Internet. Como dice Henry Jenkins en Convergence Culture: “Está diseñado para ser discutido, diseccionado, debatido, predicho y criticado”. A pesar de ser vistos por algunos responsables del programa como enemigos en muchas situaciones, somos necesarios. No solamente decidimos en aquello que nos dejan, sino que tenemos la libertad de discutir, diseccionar, debatir, predecir, criticar...
- Con todo, estamos todos en el mismo barco. Un barco que jamás podría completar su travesía sin valientes concursantes que se dejan en la experiencia mucho más de lo que reciben (teniendo que aguantar, además, nuestros impertinentes comentarios), pero tampoco sin los espectadores, seguidores incondicionales y apasionados del formato. Por eso, la crítica viene siempre desde el cariño, tal vez con un exceso de proteccionismo. Es como esa madre que critica a su hijo por las malas compañías, como si estuviera de su mano evitar experiencias no tan agradables. Nosotros, en definitiva, creemos que podemos ayudar en la navegación del barco para terminar llevándolo en volandas hasta el puerto de atraque. Y no seré yo quien diga que no lo hacemos.
- El programa ha sabido actualizarse y renovarse en cada edición. Tras unas cinco primeras ediciones menos movidas, hemos vivido cada año la incertidumbre previa al estreno (en eso estamos). Estamos siempre expectantes ante lo que se habrán inventado esta vez. Cuando Gran Hermano tiene un plan, es otra historia, comienza una nueva era, se da la vuelta o siente vértigo a nosotros nos entran unas ganas feroces de verlo. Y sentimos mariposas en el estómago. O algo de eso.
- He dejado para el final una razón definitiva, como debe ser. Porque Mercedes Milá volverá a ser alma máter de esta edición. Como escribí hace más de dos años: “Ella es el alma del programa, su banderín de enganche para muchos. Un imán que nos mantiene pegados a la pantalla temporada tras temporada”. Sin Mercedes no sería lo mismo, aunque a ella no le gustará nada que yo diga esto.
Moleskine del gato
Estreno cuaderno de notas y ya tengo anotadas unas cuantas cosas. Pocas de ellas son informaciones. La mayoría conjeturas, ideas, sensaciones. Iré abriendo la Moleskine en días próximos, ahora que hemos comenzado temporada. De momento, hay solo una cosa que no puedo contar. Se trata de la fecha de estreno, el más alto secreto de cada edición. Como dije hace unos días en mi Twitter (@DVDCano) si lo digo me torturarán hasta el amanecer. Y una amable seguidora me hizo reír al comentarme el poco aguante que tengo, siendo solo hasta el amanecer. Sí me atrevo a decir que la fecha inventada por alguien no se ha manejado nunca. Pero da un poco lo mismo, esto está muy a punto de empezar.
De lo demás iremos hablando según vayamos conociendo cosas. Esos detalles insignificantes para algunos, pero que a nosotros nos hacen tantísima ilusión. De momento quiero dirigirme a aquellos que se han presentado a los castings para deciros dos cosas. En primer lugar que no desesperéis. Ya hay una primera selección de candidatos, a pesar de lo cual el proceso sigue abierto. Todavía no está todo decidido, y a buen seguro verán a aspirantes que todavía no han sido avisados.
Lo otro es tanto para los seleccionados como para todos los demás. Si te has presentado a los castings, o piensas hacerlo alguna vez, deberías leer el libro de Gilda Santana (Diez años en Gran Hermano. Diario de una guionista. Ediciones Anaya Multimedia, colección 800 Books). En su contraportada hay una frase publicitaria que dice así: “He escrito este libro para aquellos millones de espectadores que año tras año comparten interrogantes que por fin encontrarán respuestas”. Quienes lo hemos leídos sabemos que no es solo una frase para vender el libro. Es una realidad. Si quieres entrar en Gran Hermano y necesitas saber, deberías leerlo.
Dejo por ahí en medio una cartelera tuneada de la última publicada en la edición pasada ('El gato desaparece' es ahora 'El gato reaparece'). Una vez más con la colaboración de Montse Juanilla.