Bárbara y Adara confiesan sus atracones nocturnos
En el catón de Gran Hermano está escrito que no es lo mismo robar comida que efectos personales de otro compañero. Decimos robar comida, pero en realidad deberíamos decir comer a escondidas. Es un placer que se han permitido muchos concursantes y no a todos se lo hemos consentido igual. Esto pasa siempre, la misma acción es asimilada de formas diferentes dependiendo de sus protagonistas. Las acciones repetidas parece que dejan de responder a un impulso y pasan a utilizarse para hacer vídeos. Bárbara preguntaba después de un atracón nocturno cuándo se verían esas imágenes en el programa, lo cual nos distancia de esa ilusión de realidad que debe ser la base de este programa.
Es un problema de difícil solución. Cada vez que comentan la repercusión que estarán teniendo, o si se verá lo que hacen, el espectador se decepciona porque ve impostura en los concursantes. Pero es normal que esto pase. Es como el niño que después de hacer una monería dice: “¿Has visto, mamá?”. Y está dispuesto a repetirlo si la madre no miraba. No hace la monería por su propio disfrute sino para ser visto por sus padres. ¿Hasta qué punto roban comida por hambre? Nunca nos hemos planteado esto. ¿Lo hacen como una pillería o un acto de rebeldía o para que les veamos? Nunca lo sabremos a ciencia cierta, aunque el sentido común me dicta que seguramente por las dos cosas.
Comer a escondidas no es robar sino hacer un uso privativo de un bien común. La comida es de todos, por lo que es imposible robar aquello que es también de uno mismo. La pillería obliga a hacerlo sin conocimiento del resto de habitantes de la casa. Ahí está el placer, en el encanto de lo prohibido. También es la aventura de cometer una pillería. Y, por supuesto, una ocasión de poder protagonizar unos vídeos que por lo común caen simpáticos a la audiencia. Nunca sabremos lo que pesa más en cada caso. Si decimos que todos roban estaremos siendo tan injustos como cada vez que generalicemos. Pero no nos desviaremos mucho de la realidad.
El error que cometen una y otra vez es equiparar el uso privativo de un bien común con el hurto de un efecto personal, o su uso sin solicitar permiso para ello. Cosa distinta es comerse el chóped que quitar y esconder el peine a un compañero. El chóped es de todos, mientras que en el otro caso se está jugando con bienes personales. Solo tienen derecho a coger el peine de otro contando con su permiso. No tiene gracia la broma porque se está manipulando un objeto personal, y posiblemente violando la privacidad de un compañero. Ayer por la mañana Miguel escondía el peine y el perfume de Adara como venganza por los robos de comida, atribuidos todos a ella y a Bárbara. Esto es así desde siempre, pero mucho más a raíz de la confesión de Meri ayer, o tal vez debería decir delación.
Meri consumó ayer su traición, iniciada cuando se acercó junto a Candelas al grupo contrario, dejando en la estacada a las que habían sido sus cómplices hasta ese momento. Cómplices en todo, incluyendo los planes nominatorios y los atracones nocturnos de comida. Meri ha ido rematando su transfuguismo con la deslealtad de comentar primero la intención que tuvo el grupo de nominar a Alain. Y ayer contando los atracones en los que ella participó, igual que en la idea de pactar y sindicar las nominaciones. Salvo una madrugada que sus amigas pensaban coger más dulce y Meri decía que ella quería un kiwi, en el resto de atracones nocturnos estuvo también de protagonista.
Ahora Meri se chiva convirtiéndose en la gran “membrillo” de esta edición. Con esta nueva prueba de deslealtad demuestra no tener principios, y termina de confirmar sus pocos escrúpulos para traicionar a quienes fueron sus cómplices en el robo de comida. Cuando he visto a alguien argumentar a favor de Candelas y Meri, defendiendo su derecho a cambiar de grupo igual que nosotros como espectadores podemos variar de favoritos, pensaba que esto iba a pasar. El rechazo a este tipo de movimientos está fundamentado en la experiencia de que casi siempre se salda con la delación y revelación de confidencias que deberían quedarse entre quienes fueron aliados. No falla.
La reacción de Miguel ante la delación de Meri fue planear sacar de quicio a Adara y Bárbara escondiendo algunos de sus efectos personales para hacerlos aparecer al día siguiente en el sitio donde estaban. Su amenaza quedaba rubricada con esta afirmación: “Vamos a hacer como los gitanos: ‘Ojo por ojo, diente por diente’”. Atribuyendo la ley del talión a la comunidad gitana, Miguel adelantaba algo que empezaría a hacer un rato más tarde. Escondió el peine y el perfume de Adara. “Se van a volver locas cuando lo vean aparecer al día siguiente”, decía con cierto sadismo este concursante. No se daba cuenta de que, en el fondo, le estaba haciendo el juego a Adara, que ha clamado en varias ocasiones: “Me quieren volver loca”.
Miguel parece obtener cierto placer en intentar volver loca a Adara. Aparte de sobando a Pol ahora también escondiendo sus efectos personales. La venganza de Miguel era compartida con una estricta selección de integrantes de su grupo, entre quienes estaban Meri, Clara, Rodrigo y Bea, además del propio Miguel. Al parecer, Montse también se enteró de refilón, por lo cual llegaron a pedirle su silencio cómplice, sin contar más con ella. La élite del grupo mayoritario planeando sus propias fechorías. Pero esa venganza quedaba desactivada con la confesión de los robos de comida por parte de Bárbara y Adara a la hora del almuerzo.
No sé por qué le pedimos confesión de sus pecados a Bárbara y Adara, algo que no pedimos en ocasiones anteriores. ¿No recordamos ya el atracón de Igor y compañía la madrugada anterior a una gala? Por no hablar del famoso bizcocho de Pepe Flores. Ya sé que es un sacrilegio comparar a uno de los mejores concursantes en la pequeña historia de este programa con nuestras protagonistas actuales. Pero a veces mola ser un poco sacrílego. ¿Por qué entonces no pedimos que fueran de cara y confesasen? Al contrario, nos pareció ridículo que otros fueran pidiendo explicaciones. “Me desperté y olía a horno”, decía el policía local aquel, y nos reíamos.
No es necesario confesar en público aquello que ha sido ejecutado en privado y con intención de ocultarlo a los otros. Supongo que Bárbara y Adara pensaron ayer que la cosa podía ponerse fea, dado que Clara parecía desquiciada (con razón) porque alguien se había comido sus quesitos (ellas dicen que no fueron) y Fer a punto de entrar en brote al descubrir su gel abierto en mitad de la ducha. Los ánimos estaban caldeados. Bárbara y Adara dudaban si confesar ya o dejarlo para la hora de la cena. A pesar de que Adara era partidaria de hacerlo después, la misma charla en el almuerzo les debió llevar a ello.
Antes de la confesión, Montse ponía un poco de cordura. Usando su sentido común (el menos común de los sentidos) defendía que no todos los robos y tropelías habrían sido realizados por las mismas dos personas, sobre las que recaían todas las acusaciones sin excepción. La reacción de Meri entonces demuestra definitivamente cómo es. Crecida tras su delación, poco menos que se atrevía a mandar callar a Montse, como si tuviera menos derecho a opinar que el resto. La rabia con la que se dirigía Meri a Montse y esa forma de discutir desordenada y casi ininteligible, más propia de una niña de cinco años que de su edad, convierten a Meri en punta de lanza de la ridiculez en el grupo mayoritario. Ese grupo que pronto le dará la patada por ser la última en llegar, y encima chivata.
Meri se ha chivado ahora de lo que hacía con Bárbara y Adara, por lo cual nadie tendrá seguridad de que no se volverá a chivar en un futuro. No creo que nadie soporte su discurso. La ‘Ley de Meri’ dice así: “Cualquier discusión se echa a perder en el preciso momento en que intervenga Meri”, y tiene el siguiente corolario: “Solo Fer es más absurdo que Meri discutiendo”. En el relato de lo que comieron Bárbara y Adara a escondidas faltaban muchas cosas que el grupo ha echado en falta. Salvo Bea, que confesó haber robado algunas cosas también, nadie se atrevía a unirse a la confesión de aquellas. Eso sí, Pol una vez acabada la discusión, que duró más de una hora y de la que él desapareció muy al principio, confesaba: “Igual los quesitos de Clara me los he comido yo, porque tienes hambre, abres la nevera e igual pillas un quesito”.
Está claro que muchos han comido también a escondidas, aunque seguro que no tanto como el grupo minoritario, sobre todo cuando estaban en el mismo Candelas y Meri. Tras el apartado de los robos de comida salieron las quejas porque a casi todos les está desapareciendo el gel o el champú. O sea, que alguien está sacando lustre a su piel y pelo utilizando los productos de higiene personal de los demás. También han desaparecido cuchillas de afeitar o cepillos de dientes. Nunca he visto nada igual.
No terminó la discusión con conclusiones. Soy demasiado ingenuo pensando que eso puede pasar. Fer propuso castigos para quienes vuelvan a comer a escondidas, pero no hubo mucho cuórum. Sí apuntaron a cierto acuerdo de no volver a comer sin conocimiento del grupo. Apuesto a que ese propósito dura menos que una “tarta” a la vista de Miguel, sobre todo si está musculado, es luchador y dice ser genéticamente perfecto. Ahora Miguel se autocalifica de “aditivo”, en uno de esos símiles que le gusta utilizar. Poco lucido papel se reserva. Imagino que el grupo mayoritario vio con envidia como Bárbara y Adara han debido dar jugosos vídeos con lo de la comida. Por eso debió ser que por la noche volvían a meterse en las botas de boy scouts y, como si eso fuera un campamento de adolescentes, se dedicaban a tirarse jabón y crema unos a otros. Lo curioso es que, entre otras cosas, usaban la crema de protección solar sacada del armario de Alain.
Mucho más grave que comer a escondidas me parece derrochar para hacer unas bromas la crema de alguien que no está participando de ello. Especialmente si lo sacan de su armario, lugar al que fue Miguel para quitarle la crema a Alain. El francés se enfadó después, aunque es de enfado corto y sangre más bien templada, por no decir fría. Gran incoherencia quejarse a mediodía de que muchos ya no tienen casi gel o desodorante porque alguien lo ha usado sin permiso, y luego para jugar gasten la crema solar de Alain.
Hay una última consideración que me cuesta hacer y por la cual tendré que cubrirme con el paraguas después, evitando las enfurecidas reacciones. La estética del todos contra uno es horrorosa. Lo he repetido muchas veces, pero no parecen tenerlo en cuenta ni siquiera las nuevas generaciones de concursantes. Ver a todos, menos a una comprensiva Montse, acusando a dos compañeras de todos los robos, termina beneficiando a estas dos, aunque sepamos que hacían los atracones sin hambre ni ganas, solo por hacer unos vídeos. Igual que es feísimo ver a Miguel, Meri, Pol, Bea y Rodrigo embadurnados en crema de afeitar y la crema solar de Alain, sin que ninguno se responsabilice ante él. Por si no era suficiente, Miguel llamaba después “amargado” a Alain y se burlaba de la crema solar de 4 euros al lado de la suya de 44.
La noche terminó con Pol metido en la cama junto a Bea, que lo abrazaba igual que lleva días haciendo con Rodrigo. Llámenme mal pensado, pero me parece que Pol reacciona así cuando Adara ha dado el caso por perdido (al menos de momento) y no ha vuelto a acercarse a él salvo para intercambiar algunas palabras sin ninguna trascendencia. De paso, Bea juega a generar la expectativa de tener algo con Pol y multiplicar con ello los celos de Adara. Debe pensar que esto igual la salva de la expulsión, aunque de refilón también estaría ayudando a que se salvara la propia Adara. Aquí el más tonto hace relojes.
Moleskine del gato
Recupero notas de días anteriores para dar carpetazo a mi primera moleskine de la temporada. Curiosa la explicación que dieron Bárbara y Adara al alimón sobre por qué sabían que Bea está nominada. Lo hablaban con ella y decía Bárbara: “¿Por qué te crees que sabemos que estás nominada?" Entonces terciaba Adara: “Porque ya no dices tiki tiki ni toko toko”. Chapeau.
Hablaban en el Debate de este domingo sobre varios concursantes que habrían sufrido bullying. Y me pregunto yo cómo es posible que demuestren tan poca compasión con los demás, especialmente con compañeras que están aisladas y atacadas por todos, aquellos que han vivido tan dura experiencia en sus vidas.
Estoy deseando conocer a los dos candidatos a convertirse en nuevo concursante. No será el único aliciente para ver esta noche el Límite 48 horas, pero sí uno de los más importantes, aparte de Lara Álvarez y, por supuesto, el gran Jordi González.