Disculpen las molestias, esto es una revolución

telecinco.es 18/09/2017 08:13

Ante el estreno de una nueva edición de Gran Hermano siempre siento emoción y expectación. También algo de preocupación por no estar a la altura. Lo que está por venir es algo incierto que casi nunca es como pensamos. Además, como dejó dicho Einstein, el futuro llega muy pronto. Tal vez demasiado. Si se lo decimos a los muchos que han estado esperando agónicamente el estreno que se nos viene mañana dirán que no tanto. Tenemos que esperar al futuro porque vendrá seguro, aunque no es fácil saber lo que nos traerá. Por eso pienso más en lo que ya vivimos. Con más cariño que nostalgia.

Me gusta recordar a aquellos dos tipos con cazadora de cuero, siempre juntos, aprendiendo a ser camorristas de cartón piedra. O la necesidad de amor que tenía aquella chica tímida hasta para ser tímida, que se comunicaba con su amado tocando sus manos, y lo menos importante debía ser lo que decía mientras siguiera tocándole. También me agrada acordarme de ese granuja que fumaba manzanilla y el batido de fresa añorado por su efímera aliada y natural enemiga. Y qué me dicen de aquella que iba a atender la cuadra con tacones, o el conquistador argentino, cuyo hábitat natural era el jacuzzi. Me vienen aromas de testosterona femenina, por no decir ‘testiculina’ sin testículos, de aquella Lara Croft hispana que casi le estampa una jarra de barro a un italiano no tan bravo.

La memoria es un músculo que va creciendo en la medida que más se va utilizando. Ahora me vienen a la cabeza dos rufianes riendo del nombre que uno de ellos quiere olvidar porque ya es la otra persona que siempre quiso ser. Y me atropella el recuerdo del señor de los récords, que cambió el rumbo de este programa para siempre. O los conciliábulos de madrugada de la habitación naranja y aquel traidor bonachón de campo que tanto me hizo reír. Las gemelas que nos llamaron “astronautas de Internet” y aquella reina de corazones inspiradora de himnos que depilaba su entrecejo con la misma facilidad que se quitaba moscones de encima. Por no hablar del canto de madrugada de ese urogallo incansable que había remojado mil veces a la única que supo serle fiel. Aunque el mejor recuerdo es de las fatigas que le daba cierto delfín humano a la más auténtica que pisó nunca esa casa.

También pienso en un sordo, un modelo y unos tramposos de libro. Y mucho más en un príncipe que hizo y se comió el bizcocho, que nos hizo feliz incluso después de que se nos fuera la pinza. Normal que recuerde el vigor que casi le hace perder la cabeza a la del Titanic, pero más raro es que me acuerde de una tal Ana que nunca existió. Más reciente están las piñas de aquella que nos hizo vivir “cuatro putas horas” inolvidables. Y las tres brujas que nos robaron el corazón entre engaños y secretos, aunque la estrella duró solo una semana y no venía de Francia aunque trajera sustancia. Por no hablar del de la peluca y una bárbara señora que no llegó hasta donde debía y su recuerdo se desvaneció demasiado deprisa, a saber por qué motivos.

Personajes y sensaciones que siempre estarán ahí. “Mi patria es la infancia”, decía Rilke, y lo siento realmente así. Pero la patria de Gran Hermano, si la hubiera, sería su recuerdo. Me van a permitir que esta primera vez que asomo por aquí desde hace tiempo me quede con esto. Pase lo que pase, estoy seguro de que esta revolución anunciada nos dejará un imborrable recuerdo. Sé que es un lugar común, pero recuerdo e imborrable van inexorablemente juntas. Igual que lo hicieron las diecisiete ediciones anteriores. Nada será igual, pero es que nunca lo es. Por eso, mi mayor deseo es vivir con pasión lo que está por venir, en la medida que sea posible. Pero, por si acaso, me queda la patria de mis recuerdos. Y eso no me lo va a quitar nadie.

Me preguntan qué le pido a Gran Hermano Revolution y a esta hora no sé ya qué contestar. Pido que haya más estrategas, más urogallos, más príncipes y más gente de verdad. Los que amáis esto le podréis poner nombres sin esfuerzo. Lo demás, siendo importante, es lo demás. ¿Una previsión? Nos vamos a sorprender. De eso no me cabe duda. Va a ser la edición de las sorpresas. Y, por si acaso, deberíamos tener a mano lo que dijo el Subcomandante Marcos, aquel mexicano insurgente, zapatista e indigenista: “Disculpen las molestias, esto es una revolución”.