El exceso de optimismo de Susana choca con el pesimismo de los gemelos

telecinco.es 22/04/2013 09:43

Si digo que Susana le ha dicho a Gonzalo que no tendrán nunca nada algunos desconfiados me dirán que estoy siendo demasiado ingenuo, y con razón. Eso fue, más o menos, lo que le vino a decir el viernes, convencida de acabar con los vaivenes que ella misma reconocía durante la larga conversación que mantuvieron, primero en el salón y a continuación en la cocina. Mi conclusión es que a Susana se le ha acabado la paciencia e intentó precipitar algo que confiaba se produjera sin necesitar su intervención. Gonzalo no ha sido capaz de asumir que nunca tendrán nada, aunque a muchos nos pareciera algo evidente.

Cuando Susana dice que le gusta el que Gonzalo dice ser, y no quien es, parece como si lo hubiera conocido en un chat de Internet. Pero resulta que ha estado bajo su observación intensa y prolongada desde el primer día. Si, aun así, se ha dejado embaucar por la persona que Gonzalo dice ser, tal vez haya pecado de confiada. O de poco observadora. Tampoco la culpo, más que nada porque al final se ha dejado convencer por lo que es, no por lo que aparenta. Dice Maquiavelo: “Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos”.

No resulta complicado aceptar que Gonzalo aparenta ser algo distinto de lo que es. En mayor o menor medida es algo que todos hacemos. Es indicativo de que parte de lo que somos no nos gusta. Lo decía este gato el pasado viernes en boca de Bucay. ¿Recuerdan? “Yo no soy quien quisiera ser”, era una de las sentencias definitorias de la idea “lo que es, es”. A partir de ahí, caben dos opciones: cambiar o intentar aparentar. Las dos requieren esfuerzo, aunque los resultados de la primera son más definitivos y satisfactorios. Al fin y al cabo, es lo que dice Eduardo Galeano: “Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”.

Si preferimos aparentar corremos el riesgo de ser descubiertos. Esto es, más o menos, lo que le ha pasado a Gonzalo con Susana. Dicen que la personalidad tiene tres dimensiones: lo que quieres aparentar ante los demás, lo que la gente ve en ti y lo que realmente eres. Esta es una realidad poliédrica, y como sucede con toda realidad tiene muchos matices. Podríamos decir que esas tres dimensiones se multiplican considerando que también somos lo que creemos aparentar, así como lo que creemos que la gente ve en nosotros, e incluso lo que creemos ser.

Aceptando que Susana ha podido tener cierta confusión sobre lo que creía ver en Gonzalo y aquello que este intentaba mostrar, su decisión de poner distancia y aclarar que nunca tendrán nada vendría dada por el final de dicha confusión, aunque sospecho que no es de ahora. Quizás haya confiado demasiado en que él aceptaría una realidad bastante evidente. Creo que los gemelos se acercan a ella sin esperanzas de conseguir nada. Entonces ¿por qué lo hacen? Tal vez por si suena la flauta o consiguen hacerla sentir suficientemente mal para condicionar su actitud. De ahí que salga a menudo en la conversación el difunto DJ y lo juntos que estaban siempre.

En definitiva, creo que a Susana le ha sobrado optimismo en la misma medida que los gemelos eran pesimistas. Y el optimismo (menguante) de una chocó contra el pesimismo (creciente) de los otros. Aunque sea verdad eso de que un pesimista es un optimista bien informado, está claro que se es más infeliz siendo pesimista. Esto me hace recordar la historia del niño pesimista y el optimista. Eran dos hermanos que tenían a sus padres extrañados por sus diferentes reacciones ante las mismas situaciones. Uno con gran pesimismo y el otro con un marcado optimismo. Consultado un psicólogo les sometieron a una prueba. Encerraron al pesimista en un cuarto lleno de juguetes y al optimista en otro lleno de estiércol de caballo.

Horas más tarde entraron en el cuarto del primero y lo encontraron desolado frente a los juguetes. Cuando le preguntaron qué le pasaba contestó: “El columpio me golpea las piernas, las fichas del rompecabezas se me han caído y me he cansado de recogerlas, hay un acertijo que me ha dado dolor de cabeza y el videojuego me ha quitado mucho tiempo para poder dedicarlo a otros juguetes”. Entonces fueron a ver al otro niño y lo encontraron sucio, completamente cubierto de porquería. Cuando le preguntaron por qué estaba así respondió: “Presiento que debajo de toda esa boñiga hay un poni, y lo estoy buscando”.

He empezado hablando de la relación de Gonzalo con Susana y al final me he referido a los gemelos. No se trata de un error. En cuanto Gonzalo le contó a Carlos su conversación con Susana tuvimos la evidencia de que este andaba en la reserva, esperando que llegase ese momento. Su pesimismo dejó de crecer y desde entonces ha ido aproximándose cada vez más a Susana. No se puede decir que esté actuando con sigilo. Cuando su hermano le dijo que no quería quedar como “el tonto de España” le vino a recomendar que no volviera a dirigirse a ella. Luego le venía a pedir a Susana que si tenía algo que hablar con su hermano lo hiciera fuera de la casa. Parecía reclamar la ley del silencio entre los dos. El tercer paso lo vimos esta última madrugada, en la que Carlos y Susana estaban más juntos que nunca.

No creo que Susana quiera nada con Carlos, por lo que no debería provocar el equívoco en la audiencia. No valora lo suficiente que de esa actitud sale un vídeo en el que se puede ver lo que no hay. Pero lo hay. Como espectador agradezco que no ponga freno a esta historia de rivalidades familiares. Los Montoya están trasformando el enfrentamiento entre familias por un amor en un enfrentamiento en la propia familia. Ya no hablamos de Capuletos y Montescos o, más apropiado, de Montoyas y Tarantos. En esta historia se enfrenta directamente un Montoya contra otro Montoya.

Y luego está el tercer gemelo, como ha llamado la propia Susana a Adrián. Este concursante se está revelando como un auténtico metemierda. Aunque no le haya llamado nadie en esta historia, durante la fiesta del sábado intentaba sonsacar a Susana lo que pudiera para ir directo a contárselo a Gonzalo. A ella intentó convencerla de una realidad distinta a la que está viviendo, porque piensa que no quiere tener nada allí dentro, pero está abierta a lo que pueda pasar fuera. A Adrián le debería haber bastado con no tener confirmación de Susana, más no fue así porque fue inmediatamente a Gonzalo y le vendió su realidad, como si fuera cierta.

La trama de los dos Montoyas y Susana no fue lo único destacable de esta madrugada, tal vez una de las más divertidas de las últimas semanas. Esto venía después de un fin de semana bastante anodino, en el que conocimos que no han superado la prueba porque tenían que hacer 1.111 claveles y se quedaron en 949 (934 más otros 15 que les regalaron). Los días de prueba seguidos de prolongadas sesiones de ‘pufing’ terminan siendo bastante insoportables. No fue así anoche, que dejó bastantes cositas y terminó con una pantagruélica recena a las tantas, con Kristian, Sonia, Igor, Argi y Nacho. Curioso que el último en entrar (híbrido entre Daniel Guzmán y Dani ‘sucio’) se uniera a ese grupo de veteranos para saquear la despensa.

Comieron paté, salchichas, pan, galletas, leche con cacao y alguna cosa más. Qué lejos quedan aquellos tiempos en que Sonia se atrevía a racionar las galletas y pedir control en el consumo de alimentos. De todas formas, lo de anoche fue mucho más fuerte que aquel famoso bizcocho de la pasada temporada, que tanto dio de sí y tuvo consecuencias hasta el final de la edición. Habrá que ver si hoy se dan cuenta los demás de que entre cinco vaciaron un poco la despensa. Tengamos en cuenta que se enfrentan a una semana sin compra, y quien más quien menos sabe la cantidad de comida que tienen, aunque Igor confiaba en que al cocinar siempre los mismos el resto no se enteran.

La mala conciencia les llevaba a planear ir al ‘confe’ a lo que se va allí. Es decir, a confesarse. También pensaron en excusas por si eran descubiertos, aunque la preocupación de todos no parecía la misma. “Me siento mal por no sentirme mal”, decía Argi. Sin duda, la suya era otra preocupación bien distinta. Dejando a un lado que no está bien hacer uso privativo de un bien común, como es la comida, lo cierto es que nos han dado un rato para recordar. Por eso me parece una pena que podamos perder esta noche a un miembro de este grupo. Solo un 13% de los casi 180.000 votos en una encuesta de hace dos semanas querían la expulsión de Igor. Sin embargo, tras ser puesto en el punto de mira encabeza la encuesta de esta semana, a una distancia discreta de Iván, cuyo protagonismo en la casa es menor que el de los pufs azules del cuarto de baño.

La presencia en plató de Ainara podría indicar lo peor y, personalmente, no sé interpretar que por primera vez en mucho tiempo no tuviéramos datos ciegos de la votación para la expulsión de esta noche. Aun así, me resisto a creer que Igor vaya a ser expulsado hoy. No solo porque sigue siendo uno de los concursantes que más tramas proporciona, sino porque se trata de un concursante valioso, que destaca del resto por su inteligencia. Es una gozada escuchar el análisis que hace en el ‘confe’ de su situación, tal como pudimos ver en el resumen del viernes pasado. Su planteamiento es perfecto de cabo a rabo.

En su análisis, Igor evita preguntar el porqué de los aplausos del público, trasformando la reflexión en una pregunta sobre lo que él mismo habrá generado para que se produzcan esos aplausos. Su preocupación no son los aplausos sino la actitud suya que los ha podido producir. Y termina aceptando que no puede hacer nada para evitar las consecuencias de sus actos y, por tanto, concluyendo que le importa más lo que haya supuesto todo eso para Miriam en las semanas que lleva fuera de la casa. Este tipo es una rara avis como concursante.

Se anuncia que vuelven las nominaciones al estilo tradicional. Lo cierto es que ya no tengo claro qué es eso. No queda claro si se refieren a los clásicos 3, 2 y 1 punto; o, tal vez, volvemos a los dos puntos sin más, dejando a un lado el azar y otros condicionantes que modifican sustancialmente la voluntad de los concursantes a la hora de nominar. La fórmula consistente en que los concursantes nominan y la audiencia expulsa tiene tal arraigo que cualquier otra cosa decepciona. Lo que no sé es por qué ahora volvemos a aquello que nunca se debió cambiar.

Tengo la teoría de que el programa ha intentado proteger a los concursantes nuevos hasta que los ha podido considerar amortizados. Esto mismo se puede pensar de los veteranos, toda vez que la mayoría nos han dado ya tramas duraderas. No participo de esta idea porque creo que un concursante no está amortizado hasta que la audiencia así lo decide. Y mientras algunos han dado todo lo que podían en sus primeras horas en la casa, otros pueden llevar meses y seguir siendo puntales importantes para el programa. Creo que no hace falta poner nombres.

Moleskine del gato

Adrián le hace anoche a Sonia una curiosa pregunta: “¿Dónde termina el Camino de Santiago?”. Un poco más y pregunta por el color de su blanco caballo.

Hablaban el sábado de sexo, consiguiendo que el realizador del directo entrase en pánico varias veces seguidas. Susana contaba que ha probado las bolas chinas, que considera más terapéuticas que placenteras. Justo después de eso el ‘súper’ avisaba de que tenían una hora de agua caliente, lo cual provocó el siguiente comentario de Igor: “Yo la necesito fría”.

Saray, nueva moderadora de la casa, cuenta cómo le gustan los chicos. Atento, agradable y detallista son algunos de los lugares comunes que menciona, pero añade algo más particular: “Y culto, no quiero incultos en mi vida”. Curiosamente, esta moderna exclusión social suele venir de gente con poca cultura.

Si Sonia hace caso de los mensajes que vienen del exterior terminará volviéndose loca. El otro día le gritaron desde fuera de la casa: “Sé menos madre y más amante". Empieza a ser exigible un careo entre los del megáfono y el hermanísimo. Que le digan clarito hasta dónde puede meterle la lengua a Kristian. Es urgente.

Dejo cartelera con ese Igor padrino de cartón piedra que nos han querido vender y todavía no sé por qué. Como siempre, por Montse Juanilla.

Esta noche tenemos una fiesta, con Mercedes Milá de perfecta anfitriona. Espero poder ver las consecuencias de la desaparición del maquillaje de Argi, así como que el programa demuestre su autoridad ante la respuesta de los concursantes a las sanciones impuestas. No solamente hemos visto a concursantes como Adrián llamando “gilipollas” al súper, sino que no han hecho apenas caso y ayer seguían repartiendo comida, usando lápices y no sé cuántas cosas más.

En todo caso, esta noche nos espera una fiesta, pase lo que pase. Bien es verdad que un poco nos la puede aguar esa parte de la audiencia que vota y se creen dioses repartiendo justicia. Justicia divina, por supuesto. Espero que Igor salve este escollo, porque todavía le quedan muchos brazos que acariciar. A ver si ahora vamos a condenar el contacto físico entre la gente, ¡hombre ya!