Julius impone una dictadura en la cocina

telecinco.es 14/01/2016 09:44

Como si la casa de GH VIP fuera un internado lleno de adolescentes problemáticos, Julius pretende que solo Raquel, Rosa y él mismo tengan acceso al almacén. Los demás tendrán que pedir permiso a estos tres para poder acceder a esa estancia de la casa. El almacén es el sitio donde el equipo de producción del programa deja las pilas, por ejemplo. Es decir, cada vez que alguien sea avisado para que cambie de pilas tendrá que buscar a uno de los tres responsables de la despensa para que entre al almacén a por sus pilas.

Como dice Javier, es una cuestión de confianza. Sin confianza, con medidas restrictivas y zonas de la casa vedadas a la mayoría esto se convierte en una dictadura. Así lo llamó el hijo de Makoke, con más razón que un santo. De las quince personas que todavía se sientan a la mesa, tres son cómplices de esta medida. De los otros doce, solamente Javier expresó su oposición a la medida. Lo hizo, eso sí, sin perder las formas, aunque tal vez hubiera sido preferible que hubiera planteado el debate en la mesa delante de todos en lugar de hablarlo en petite comité con Julius (aunque se les unió un omnipresente Julián, que se va confirmando como palmero oficial de varios concursantes).

Me atrevo a decir que Javier hablaba en nombre de varios de sus compañeros. Estoy seguro de que Fran le apoyaría en caso de que decidiera plantarle cara de verdad a Julius. No en vano apareció al final de la conversación para decirle a Javier que es su “corrector oficial” para el blog. “Solo yo tengo la autoridad suprema para corregirte”, decía Fran con su retranca habitual. Es una suerte que haya gente capaz de cuestionar decisiones tomadas por una minoría sin plantear debate alguno. También que tipos como Fran utilicen la ironía para ridiculizar con elegancia actitudes tan mezquinas.

¿Qué tal si Julius plantea el tema en la mesa para debatir entre todos lo que se debe hacer? Es muy fuerte que nadie apoyase a Carlos cuando el lunes planteó someter a votación lo que se hacía respecto a comer entre horas y, sin embargo, anoche nadie levantase la voz contra la medida comunicada por Julius. Dice el cocinero que es una decisión que ha tomado con dolor junto a Rosa y Raquel. Es decir, tres personas deciden las normas de autogestión en la casa sin contar con los demás. La coartada que tienen es la desaparición de una lata de atún. ¡Madre del amor hermoso! Si a alguien se le llega a ocurrir hacer un bizcocho lo fusilan al amanecer. ¿Cómo es posible la pasividad de la mayoría? La decisión impuesta por tres personas es comunicada y el silencio reina en la mesa. Nadie se atreve a decir esta boca es mía, lo cual solo se justifica si luego cada uno decide hacer de su capa un sayo y entra al almacén haciendo caso omiso a una medida impuesta.

La dictadura ha llegado a la cocina, y lo ha hecho de malas maneras, por un concursante cuya hipocresía se ha hecho patente en esta primera semana de concurso que hoy se cumple. Repetidamente ha afirmado que no quiere ser líder, para a renglón seguido recordar que como cocinero ha dirigido equipos de cuarenta personas en una cocina. Asume su tarea de cocinero como si se tratara de un esfuerzo. Incluso anoche presumía de haber pasado cuatro horas cocinando. Él mismo se pone la medalla, algo propio de dictadores. Es, además, un dictador de poca monta, incapaz de reconocer su impulso totalitario. La excusa de la lata de atún es sencillamente ridícula.

Es una tradición robar comida en Gran Hermano. Se trata del uso privativo de un bien común, aunque el simple hecho de serlo impide que se pueda considerar estrictamente un robo. Peor que comer entre horas a espaldas del resto de concursantes me parece esconder comida. La despensa debe ser administrada sin considerar al resto de concursantes inferiores, precisamente lo que hace Julius. Lo peor del que roba comida es que antes o después de hacerlo critique a los que roban comida. Es curioso, pero suele pasar que censura el robo de comida quien esconde un frasco de crema de cacao y lo consume a escondidas, o también alguien que, llegado el momento, arrasa la despensa y se da un buen festín. Eso no vale.

Pronostico que no durará esta dictadura de la cocina mucho tiempo. Demasiadas normas hay en esa casa como para imponer una organización entre los propios concursantes, que tienden a la anarquía. Una anarquía controlada y limitada por las circunstancias. Eso sí, nos ha servido el tema para conocer mejor a una Rosa que no daba importancia a coger una galleta o dos el lunes, cuando Carlos planteaba este asunto. Anoche asumía parte de la responsabilidad de que haya concursantes de primera, con acceso a la despensa, y concursantes de segunda, que deben pedirlo a los primeros. También hemos descubierto en Julián al perfecto pelota que cuando Javier expresa su incomodidad por la situación defiende al dictador con entusiasmo. Julián es de los que son más papistas que el papa. “¿Tanto te cuesta pedir lo que quieras para que otro entre a la despensa por ti?”, preguntaba Julián convirtiéndose en vocero y abogado defensor del dictador.

Así las cosas, con la dictadura impuesta en la cocina, el aliciente es esperar a ver quién es el primero en violar la norma. El primero que lo haga contará con mis simpatías. Por su parte, Liz decidía confesar su culpa en el robo de la lata de atún al vocero del dictador. Es una forma de procurarse la bula del dios Julius, accediendo a él a través de su principal representante en la tierra. O sea, Julianin. El palmero de Julius, antes conocido como palmero de Rosa. “Julián no me genera confianza. Todo el día en el confesionario, eso no es bueno”, decía ayer Fran Little Nico. No le faltaba razón a Carmen con lo de palmero, aunque después de la nochecita que nos dio ayer me cueste darle la razón. Creo que hoy le negaría hasta los buenos días a esta buena señora.

Julián presumía de su posición de privilegio. Él tampoco puede entrar a la despensa, pero su cercanía al poder le ha permitido conocer de primera mano quién es el responsable del robo. Si se ha confesado con él por algo será, parece querer decir a sus compañeros. Torpe decisión la de negar a los demás la información de la que dispone. Igual de torpe que fue Liz no diciendo en la mesa que había sido ella. Torpe y cobarde, diría yo. Aunque si se pone a confesar no hubiera podido parar con la lata dichosa, porque hay bastante más. Para robar comida y caer bien al espectador hay que ganárselo. A muchos que aplaudimos la bizcochada histórica del príncipe Pepe Flores nos chirría ver a Liz y su adjunto Sema robando porque piensan que eso hace gracia. Bueno, en realidad, da bastante vergüencita verles hacer casi todo con ese mismo objetivo.

Que Liz robe comida me da igual, lo peor es que se está confirmando como la más pesada de la casa, ganando a Carmen por varias cabezas. Pensé que sería necesario consultar la photo finish para comprobar quién ganaba esa carrera, pero la gacela de República Dominicana parece imbatible. La tercera en disputa es ahora mismo Laura, una de las más ‘yoístas’. Pero claro, todavía hay clases. Laura tiene un atractivo innegable, incluso cierto interés como concursante. Un interés del que carece Liz. Todavía pienso que Carmen puede servirnos para lo nuestro, aunque cada vez con menos entusiasmo. No creo en absoluto que su objetivo sea ser expulsada pronto. Por eso dudo que vaya a apretar las tuercas hasta ponerlo todo patas arriba. Creo que empiezo a desfallecer en mi defensa de Carmen, y eso que todavía no llevamos ni una semana de concurso.

Anoche planteaba Carmen uno a uno a sus compañeros la conveniencia de hacer un pacto de nominaciones como el que se hizo famoso en GH 1, o "Gran Hermano sin número", que dice siempre Pepe Herrero. El pacto consiste en que los concursantes acuerden nominar de forma que todos queden con idénticos puntos y, por tanto, no haya nadie que no esté nominado. O sea, lo que las normas prohíben desde la segunda edición, justo para evitar esa negación del juego que caracterizó la primera. Todo esto vino después de una larga conversación con Lucía, su amiga de la infancia, en la que mostraron escasa sintonía. Hasta diría que escasas simpatías mutuas

“Estás hablando con esa cara y es que no me apetece”, decía Lucía. A lo que contestaba Carmen: “Con la que me sale del centro del coño”. Confieso que me pierdo en las conversaciones de Carmen por su discurso errático y plagado de incongruencias. Carmen decía: "Belén me dice que tengo que contestar más", y Lucía respondía con acierto evidente: “No, por favor. Belén se está columpiando”. Ya lo creo que se columpia. Belén es ahora el único apoyo incondicional de Carmen. Esperemos a ver lo que dura.

A estas alturas estoy saturado de Carmen, de las entrevistas “meté mierdé” de Liz y las confesiones familiares de Laura sobre el clan Makomoros. Por eso empiezo a confiar en Fran como la esperanza blanca que logre redimirme tras tanto sacrificio. De momento va bastante bien. Aparte de haber calado a Julián, vacilar a Carlos hasta dejarle bastante fuera de juego e ironizar de forma improvisada con la dictadura de Julius delante de su propia jeta, también tiene bastante estudiado a Alejandro. Alejandro es un concursante temeroso y falto de personalidad, capaz de admitir sin rechistar que Carlos le proponga cambiarse a la cama de al lado y que sea él quien saque de esa cama a Rosa. Un rato antes había expresado una tímida oposición a la propuesta de Carlos sobre la comida e inmediatamente fue a aclararlo con él no fuera a ser que se hubiera ganado un enemigo.

Cuando ayer Javier le advertía a Fran que Alejandro no se fía de Lucía, este respondía: “Pero no va a hacer nada que no le digamos”. Menuda perlita. “Es muy manipulable”, añadía. La verdad es que Fran le da mil vueltas a la mayoría, y su asociación con Javier cada vez me parece más interesante.

Las dudas de Alejandro sobre Lucía parecen haberse extendido en la casa. No solamente Carmen discute de forma acalorada con ella, y poniendo esa cara que sale del centro de donde ella dice. Ayer me sorprendió ver como varios concursantes parecían estar demonizando a Lucía sin llegar a saber las razones. Tuve que preguntar qué diablos ha hecho Lucía para merecer esto y no terminó de convencerme ninguna respuesta, aunque agradezco las molestias.

La explicación que me resultó más razonable, aunque no sé si cierta, es que Lucía es amiga de Makoke, razón por la cual Laura ha emprendido campaña de desprestigio con relativo éxito. Suficiente como para que me llamase la atención tanta coincidencia en contra. De hecho, diría que algunos han pasado de ‘hatear’ a Carmen a hacer lo mismo con Lucía. La campaña de Laura es cierta, otra cosa es que sea por razones externas como la señalada o porque de verdad la ha escuchado contar cosas de otros concursantes. También parece que le ha podido molestar cierta conversación en la que Lucía habría dicho que Laura en su tema familiar solo se mueve por dinero. Si esto es cierto, a Laura le ha podido molestar por ser falso tanto como por ser cierto. No digo más.

Moleskine del gato

Siguiendo con Laura, ayer decía en la misma conversación las dos frases siguientes: “Yo voy de frente” y “yo no le voy a decir nada a ella porque no se lo merece”. Como decía @mismimos: "Esta es Laura".

Liz dice que cuando se nomina en positivo quedan muchos más nominados en lugar de tres. Peregrina idea porque, sin ir más lejos, la última vez que han nominado en positivo fue en GH 15 y solo hubo tres nominados. No hace falta recordar que Liz ya fue concursante y es habitual comentarista del Debate. Aunque esto es una minucia comparado con lo que decía la noche del estreno de este GH VIP. Según Liz, habían cambiado la decoración de toda la casa. ¿Cómo les habrá dado tiempo? En fin.

Carlos se ha cambiado definitivamente de cama. En su labor de proselitismo en contra de Lucía, Laura pretendía anoche que Belén se cambiase de habitación para no tener a esa concursante al lado. La cama prevista para Belén, en caso de que hubiera aceptado cambiarse, era la misma que anoche se apresuró a ocupar Carlos.

Esta noche tenemos primera gala de nominaciones. Solo nominan los que fueron esclavos y conoceremos el papel de las dos puertas, pintadas de rojo y negro, todo muy Stendhal. A pesar de que no me guste ver a la mitad de concursantes quedarse sin nominar, estoy seguro de que vamos a pasarlo bien.