Julius y Julián, líderes de la brigada antivicio

telecinco.es 18/01/2016 09:51

Entender a Carmen es una utopía que ríete de Tomás Moro. Creo que ni ella misma sabe lo que dice. “No hablé de tocar sino de toqueteos”, afirmaba anoche. Y así todo. La posibilidad de que se esté intentando cachondear de todos es bastante cierta. Ahora se inventa algo importantísimo que supo dos horas antes de entrar en la casa. Porque a ella no le estuvieron dando vueltas tres horas en un coche, ya sin teléfono móvil, como a todos los demás. El lunes, o sea, hoy, sabrá algo esencial. No sé si estará relacionado con las pruebas nucleares de Corea del Norte o con la sucesión de Obama. Cualquier cosa, porque ella es “electa”, como repetía anoche ante una incrédula Sandra Barneda.

Tanto repitió que hasta hoy no podría decir nada que tal vez lo mejor hubiera sido despedirla y que vuelva cuando esté dispuesta a decir algo. La pretensión de que sea algo coherente es excesiva. Vista la secuencia del embalsamamiento en su integridad, sin efectos de sonido ni montaje alguno, me reafirmo en la idea de que solo hubo puro cachondeo, que ella compartió sin dar la más mínima pista de que estuviera incómoda con la situación. Si hubiera querido podría haber elegido otros dos embalsamadores, como vi hacer a otros. Me cuesta creer que realmente se sintiera vejada, pero hago el esfuerzo de ponerme en esa tesitura, y ni así lo entiendo.

Si tanto le afectó aquel episodio, ¿por qué esperó tantos días para llorar por ello en el ‘confe’? Fue precisamente la madrugada del jueves cuando sintió el dolor por las supuestas vejaciones, que solo existen en su mente. Le vino entonces la intención de hacer huelga de hambre, y la necesidad de demandas. Días antes ya había aceptado las disculpas de Carlos y durante ese tiempo en lugar de hablar del embalsamamiento su discurso victimista giró a un supuesto “bullying”, idea que le sugirió Liz. Ni siquiera esta concursante, su mayor apoyo en la casa, junto a Belén, entendieron lo del viernes. Belén la llegó a nominar. Liz no, pero le cantó las verdades del barquero antes de que abandonara el barco.

La tomadura de pelo es épica. Ignoro lo que realmente pretende Carmen, pero dejó de hacerme gracia antes de la noche del viernes. Empezaría a plantearme si merece la pena rascar audiencia con una persona así o es mejor hacer lo que otras veces con determinados concursantes que se han aprovechado del programa, utilizando su participación en el mismo para fines bastardos. Ya está bien la broma. Y, visto lo visto, creo que es mejor así. Dentro de la casa podía ser un factor desestabilizador, lo cual siempre tiene su interés. Pero así no vale. Tanta incoherencia no conduce a nada bueno.

El viernes escribía con dos dudas. Una era la anunciada huelga de hambre de Carmen, que no llegó a producirse. La madrugada anunciaba una solución a la crisis a destiempo provocada por esta concursante. No hace falta decir que quiso evitar ser expulsada por la audiencia. Pudo haber batido el récord de Nagore, pero nos hemos quedado sin saberlo. Ánimo, Nagore, algún día será. La otra incógnita era sobre quién se bebió la ginebra. Teníamos todas nuestras esperanzas puestas en el Debate, programa que nos mostró el cepillo de dientes decapitado por Raquel Abad, episodio sobre el que bromeaba el viernes con toda intención. Pues bien, prueba no superada. El equipo del programa debería quedarse con presupuesto cero esta semana. Bueno, venga, un euro por trabajador y día. Seamos buenos.

No encontraron el vídeo de un concursante, tal vez varios, bebiendo a sorbitos cortos la ginebra. Si hubiera sido de una vez se entiende, pero es que tuvieron varias ocasiones para pillarlo. Ya en serio, cualquiera que conozca cómo funciona este programa (en el que no está todo grabado, aunque esa sea una frase no menos repetida que la de “todo se magnifica”) sabe que es complicado recuperar una imagen fugaz entre las miles de horas grabadas y conservadas solo de forma temporal. Lo que no se cataloga es como si no hubiera existido. Es una pena, pero puede que nunca sepamos quién se lo bebió. Esto puedo asumirlo, pero no que sea lo de menos. Qué va, estaría bien saberlo. Es más, me aventuro a decir que esa persona tendría su expulsión asegurada. Su silencio cómplice con la velada acusación a Carlos es una sentencia de muerte catódica, o sea, de salida apresurada de la casa.

Porque a Carlos le acusaron de haber bebido la ginebra. Es más, quisieron pillarle para evidenciar un supuesto problema con el alcohol. Peregrina idea de un Julius que se considera a sí mismo el “macho alfa de la manada” y, lo que es peor, anda vendiendo que todo lo hace “por el bien de la manada”. Repare el lector en los entrecomillados, que no son casualidad. Quiero decir que se trata de palabras textuales del cocinero, convencido de su papel mesiánico y fundamental. No son símiles inventados por este humilde escribano. No es literatura, amigos, son palabras de Julius. Solo levanto acta de lo dicho. Y prometo que lo decía completamente en serio.

El que tiene un problema es Julius si realmente piensa que beberse un culo de ginebra denota tener un problema con el alcohol. Lo de que era solo un culo lo dijo el propio Julius, pero aunque fuese una copa entera. Por otra parte, ¿quién diablos es Julius? ¿Pertenece a la brigada antivicio? ¿Acaso esto es Nueva York durante la ley seca de los años 20? Pues no, Guadalix en el siglo XXI. Sin borrachos ni manadas. Solo concursantes en un programa televisivo de entretenimiento. Julius vive en un mundo de fantasía, solo que no es un mágico mundo de colores, al estilo Disney, sino más bien un lugar tenebroso que huele a incienso mezclado con naftalina. Y Julius se siente el caudillo de ese desapacible sitio.

No quisiera parecer exagerado, pero no veo mucha diferencia entre el peculiar estado mental de Carmen y el de Julius. Insisto en el hecho de que considerase una prueba de tener un problema con el alcohol el que alguien se bebiese un culo de ginebra. Poner esa trampa no solo es obra de un villano, también de alguien que no tiene cogida la medida de las cosas. Además de lo harto que estoy de quienes quieren sacar a otros del armario a patadas. ¿En qué estaba pensando Julius? No solo puso la trampa, sino que fue a chivarse al ‘confe’. El cocinero tuvo a Julián como cómplice. Como tantas veces pasa, el siervo es peor que su señor. Más papista que el papa ya parecía, ahora sabemos que también es más mentiroso.

Al menos Julius fue más prudente y guardó sospechoso silencio. Digo sospechoso porque de normal no calla ni debajo del agua. A Julián también le pierde la boca y el jueves dijo suficiente, aunque luego se hiciera el sueco y comenzase a negarlo todo. “La guardamos Julián y yo para cocinar, para hacer unas rosquillas. Se lo he contado al ‘súper’ porque me preocupaba que hubiera entre nosotros algún alcohólico”, decía Julius. ¿Por qué diablos tenía que preocuparse? ¿Qué iba a hacer si en verdad hubiese un concursante con ese tipo de problema? ¿Es que los borrachos son escoria? La patraña de las rosquillas era descubierta por Julián, que destapa la verdad: “Era una trampa para ratones. Recordad las fiestas y pensad qué le pasa a cada persona en las fiestas, o cómo termina cada persona en las fiestas”. Blanco y en botella, Julián no dice el nombre de Carlos, pero como si lo hiciera.

“Se trata simplemente de saber si hay alguien que tenga un problema”, sigue diciendo Julián. De nuevo la brigada antivicio a la caza del borrachín. ¿Pero quién se cree que es esta gente? Y lo que es peor, ¿en qué mundo viven? Beberse a buchitos una copa de ginebra durante varios días no significa que se tenga “un serio problema”, como dijo ese Julius que se parece a Pocholo, sobre todo cuando dice la palabra “fiesta” y silabea al hablar. Si quiere imitar a Julius, el nuevo Pocholo, diga: “Un-se-rio-pro-ble-ma”, y extienda la última sílaba al estilo de los narradores deportivos. Luego lo de tener la voz rota es cuestión de tiempo, porque Julius en los programas de Canal Cocina tiene distinta voz.

Gracias al ‘ginebragate’ hemos podido descubrir que Carlos es un buen tío. También que Julián es taimado y mentiroso. Con enorme descaro niega luego que se refiriese a Carlos, pero nueve de cada diez dentistas lo entendieron así. Vuelvo a repetir la transcripción de sus palabras: “Recordad las fiestas y pensad qué le pasa a cada persona en las fiestas, o cómo termina cada persona en las fiestas”. Si es capaz de negar con tal descaro que se estaba refiriendo a Carlos no quiero pensar hasta dónde puede llegar este concursante.

Desde el viernes, Julius y Julián intentan con denuedo desprestigiar a Fran, el único que se atrevió a hacerles frente en el ‘ginebragate’. Le arrastran por el barro cada vez que pueden, sin darse cuenta de que son ellos los que terminan hasta arriba de mierda. Y eso que Fran no escuchó las palabras clave de Julián, que dijo a Liz y Sema. Estos dos guardaron silencio sepulcral, evito decir por qué pienso que lo hicieron, particularmente Liz. No sé quién se tomó la ginebra y saberlo no me haría pensar mal de nadie. Carlos, con una franqueza que lo honra, decía el viernes que no hizo nada malo quien se lo bebió porque deberían haber advertido que esa ginebra era para cocinar. La mayoría no se enteraron de ello. Está claro que no querían malograr la trampa.

No creo que Liz le devolviera a Julián el favor que le hizo mintiendo al grupo sobre la lata de atún. Liz le confesó a Julián lo del atún y este la terminó encubriendo diciendo que había encontrado la lata, lo cual no es cierto porque se la había comido ella. No veo a Liz capaz de relacionar unos hechos con otros. Su mente trabaja de otro modo. Más bien creo que entrar en este conflicto no estaba entre sus planes. Liz prefiere que otros se equivoquen, algo que provoca siempre que puede con sus torpes entrevistas, mientras ella hace vídeos supuestamente graciosos junto a Sema.

Lo de Julián puede ser una sorpresa para muchos, no así lo de Julius. No lo es al menos para quienes escucharan su conversación con Rappel el viernes, justo al comenzar la fiesta. “Esta va a ser la edición que mejor se coma en toda la historia de Gran Hermano”, adelanta el cocinero suplantando a Rappel como vidente. Supongo que da por sentado que cocinará él siempre hasta el final. Eso siendo generoso y dando por bueno que cocine tan bien como él mismo dice, y sin ruborizarse lo más mínimo, oiga. Su caudillismo asusta, sobre todo cuando dice que todo lo hace por el bien del grupo. Cocinero salvapatrias, curiosa combinación.

Moleskine del gato

No se diga que solo hablo de conflictos y mal rollo. El viernes por la noche tenía Rappel ganas de reír, y consiguió que lo hicieran también sus compañeros de cuarto, así como los que estábamos pendientes del directo con la casa de Guadalix. Comenzó hablando del dedo limpiador con el que Maite Galdeano se afana en su limpieza anal y terminó vacilando de buen rollo a Sema. No paraba de reír, de una forma tremendamente contagiosa. Rappel es la gran sorpresa de este GH VIP. Sus historias nos dejan pegados a todos al asiento. Ayer mismo contaba algo muy rocambolesco sobre unos mantones comprados a una mujer ciega en Egipto, logrando un grado de atención poco habitual en esa casa. Tiene magnetismo y gracia. Es educado y podría estar horas contando cosas interesantes. La única pega son sus afinidades en la casa, aunque no hace distingos e igual habla con Julius que con Fran. Pero lo mejor es su risa sana y desatada. El sentido del humor de Rappel me da la vida y ha sido una sorpresa agradable.

Anoche Belén se pasó más de una hora sola llorando, una vez que todos sus compañeros estaban ya en la cama. Se acuerda de su novio y eso la sumerge en una insondable tristeza. Es imposible no sentir empatía con alguien en un caso así. Luego hay actitudes que me despiertan cierto rechazo hacia esta concursante. No puede empezar una broma como lo de que agarra el micrófono con la mano porque está necesitada y protestar luego porque Javier ha seguido la broma. Tampoco entiendo que eso la ofendiera tanto y acepte de buen grado la broma de Julián sobre azotarla con el cinturón si no estuvieran delante de las cámaras.

Javier remata la noticia de que Carmen se había marchado de la casa con la frase: “Asunto liquidado”. Laura (¿cómo no?) le afea su reacción, entonces Javier se explica. “Son tres palabras que digo siempre”, aclara. Tres palabras. ¡Tres!

No se engañe el lector. A pesar de lo que rezaba el rótulo sobreimpresionado en pantalla anoche en el Debate, Fran no dijo “trasgiversar” sino “tergiversar”. A cada uno lo suyo.