Llegando al final del viaje

telecinco.es 19/12/2016 09:36

Los tres finalistas toman la recta final de este viaje apasionante que emprendieron hace poco más de cien días. El prolongado encierro terminará pronto y todavía queda por vivir el momento más importante, aquel en el que Sofía Suescun entregue el ansiado maletín a uno de ellos. Como viene siendo habitual estos últimos años en este trayecto camino de la final hacen sus campañas electorales, aunque no creo que haya nadie dudando sobre a quién dar su apoyo o cuál de los tres finalistas debe alzarse con la victoria. En la campaña electoral emprenden un viaje ficticio porque es de palo y ni siquiera habrá jornada de reflexión.

La falta de un día dedicado a la reflexión no quiere decir que estemos privados de tan noble y necesario ejercicio. Por mi parte, he decidido celebrar ese día hoy. El resto de la semana habrá poca oportunidad para ello. Mañana y pasado tocan los daguerrotipos de las dos finalistas, el jueves es el gran día y el viernes habrá que hacer la crónica de esa esperada final. La semana será muy completita. Así es que aprovechemos hoy para pensar un poco y cumplir con alguna agradable obligación. Lo intentaré hacer, además, con sosiego y de buen humor. Imbuidos por el espíritu navideño, como estamos, no cabe hacerlo de otra forma. Aunque viendo anoche a Miguel, cuarto clasificado de esta edición, no va a ser fácil.

Miguel apareció anoche en plató como un fantoche, faltón y escasamente gracioso, reventado hasta el extremo, vendiendo un personaje distinto a los que tuvo preparados durante su encierro. No creo que fuera ningún rapto de locura sino más bien otro giro bien planificado cuyo fin es iniciar una meteórica carrera televisiva. Cuando Miguel dice que no pretendía ganar el maletín dice la verdad, porque para él lo bueno empezaba a su salida.

El inocente concursante que acusaba a algunos de sus compañeros de querer hacer televisión dio paso anoche a un tipo que con gran desfachatez revelaba que conocía previamente a Suso, advertía que tiene dos demandas interpuestas derivadas de su supuesto montaje amoroso con un personaje popular, de quien teóricamente fue pareja, y perdonaba la vida a Lydia Lozano, a quien dijo que podía hundir su carrera. De forma tan sorprendente y sucia se empezaba a hacer un hueco en la televisión, aunque donde tiene asegurado sitio es en otro sitio que me callo. Es indignante que un concursante aproveche la fama adquirida gracias a su paso por este programa de forma tan triste y lamentable. Del Miguel teatrero, histriónico y falso a este otro hiriente y burlón. Si soy sincero no sé con cuál quedarme. Es complicado elegir entre tanta cochambre.

Igual que hizo Fer la noche que fue expulsado, Miguel dice que no le importa nada lo que opine la gente. Pero esa opinión es fundamental para quien concursa en Gran Hermano. Aquí no se ganan méritos, solamente hay que ganarse el favor de la audiencia. Esto es lo único que garantiza un concurso prolongado, aunque para quien quiere hacer carrera televisiva después se me antoja todavía más importante. Solo con el apoyo de los espectadores podrá este individuo aguantar un día más ahí. Si no lo tiene se tendrá que ir a su casa de inmediato. Despreciar la opinión de la gente es un fatal comienzo.

Su discurso es tan tramposo como todo lo demás, además de cercenar cualquier tipo de conversación. Jordi lo intentó repetidamente, pero Miguel demostró que todo le es indiferente. Junto a “me da igual”, su otra respuesta recurrente es “yo soy contradictorio”. Con eso tiene todo resuelto. No hay nada que se pueda decir a eso. El diálogo que se establece viene a ser algo así: “Oye, Miguel, ¿quieres rendir cuentas de tu paso por la casa? -Me da igual”. Segundo intento: “Oye, Miguel, ¿por qué decías en la casa esto y aquí otra cosa? -Soy contradictorio, ya lo he dicho muchas veces”. Fin de los intentos.

Se me antoja que el recorrido de Miguel va a ser tan corto como sus entendederas. Humildad no tiene ni la ha conocido. No seguiré con otros valores como la honestidad porque ya dije antes que está la Navidad muy cerca. Han bastado dos días para que deje de atender. Al menos con Jorge hizo como que escuchaba sus comentarios críticos, impecables todos ellos. Pero anoche tocaba empezar a hacer caja. Va lanzadísimo y sin frenos. Es posible que vaya a estrellarse de forma estrepitosa, pero intentará llevarse por delante todo lo que pille. Solo dos días y anda ya en pleno frenesí de estrella televisiva, una estrella de nuevo cuño que ni brilla ni resplandece. Como diría mi querido Iván Madrazo: “Quien no tiene luz propia tiene mala sombra”.

Le falta integridad y sentido común al que ofrece un perdón de ida y vuelta, al albur de las circunstancias, condicionado por lo que otros le puedan pedir. Pasó anoche con Miguel y Clara. Las disculpas a Pablo por haberle llamado Pedro, lo cual tampoco es tanta ofensa, duraron poco. Pablo, mucho más sensato y decente, advirtió que no hacía falta la disculpa. El Miguel de anoche acumulaba y repartía tósigo, pero lo peor es que sin gracia ninguna. No lo tuvieron sus regalos a Pol y Adara, que esta no aceptó, con buen criterio. Tampoco su ocurrencia de confundir el nombre de Pablo y volver a hablar de sus quince días en la casa. Si para estar más tiempo hay que derrochar veneno mejor salir pronto y evitar así toda posibilidad de contagio.

Gracias a Candelas hemos sabido que el perdón de Clara fue casi obligado. Insistieron en pedírselo Lydia Lozano y Cristina Rodríguez, una de las estilistas del programa Cámbiame, que anoche visitaron la casa para comenzar a asesorar a los concursantes ante la gran final. Clara tuvo un roce con Pelayo Díaz. Él la llamó “maleducada” y ella dijo que era un “pintas”. Excuso decir que casi le hago la ola a Pelayo. A ver si se entiende bien la idea: el problema más grave que comparten Miguel y Clara es que no han asumido todavía que en este juego ellos se prestan a ser analizados y criticados por todos. Si no les agrada es que están en el sitio equivocado.

En la casa, el episodio de los carteles rememora otro parecido de hace varias ediciones. Concursantes quitando carteles de otros para poner el suyo hacen recordar a Rodrigo (GH 9) quitando el número de teléfono de Judit para poner el suyo días antes de la final. Muchos pensamos entonces que ese concursante había perdido toda posibilidad de ganar con tan feo gesto. Ahora veo a otro Rodrigo hacer lo mismo y no tengo parecida sensación, sobre todo porque no creo que tenga opción al triunfo. Tampoco ha sido el mismo hecho porque si él retiró el cartel de Meri antes ella había hecho lo mismo.

Todo depende de a quién hagamos caso. Yo solo vi a Rodri, sobre el precedente me tengo que fiar de lo que algunos dicen, sin razón para dudar de su palabra. Lo más feo del gesto de Rodri es que llame “enferma” a Meri al tiempo que tira al aire con desprecio su cartel. En todo caso, los gestos son feos individualmente, con independencia de que otros hayan podido hacer algo semejante. Y en Rodri extraña especialmente, porque nos hemos hecho de él una idea de tipo educado que no cuadra con cosas así.

Decía Bea el otro día que ella y Rodri son la primera pareja que llegan juntos a la final. Pues no, al menos otras tres lo hicieron antes. Digo al menos porque con una tengo dudas. Patricia y Kiko fueron finalistas en GH 3. También Raquel y Javier en GH 7. Y lo mismo pasó con los ‘totis’, Laura y Marcelo, en GH 12. Oliver y Pamela también estuvieron juntos en la final de GH 9, pero no comenzaron la relación oficialmente hasta después. Con buen tino comentaba Miguel Frigenti a la pregunta de Jordi González que llegar en pareja a la final es un inconveniente porque se dividen los votos. Se trata de la teoría del 50 % que hizo popular Belén Rodríguez, aunque más exactamente sería de los dos tercios. Ahora bien, debo insistir de nuevo en que esa teoría quedó anulada hace tiempo, igual que el famoso balancín de Pepe Herrero.

Fabulemos que estamos en la final del jueves. El programa empieza y a los pocos minutos se anuncia que el menos votado es… pongamos que Rodri. Las votaciones se han detenido durante unos instantes y tras la salida del tercer clasificado siguen abiertos los teléfonos. Un par de horas más tarde se conoce el nombre del ganador, último en abandonar la casa y poco después dueño del maletín. Dado que cuando más se vota es durante la gala, lo cual debe ser todavía más en una final, esas dos horas de duelo anulan la división de votos de una pareja en la final.

Antes ocurría en algunas ocasiones que quedaban dos concursantes en la sala de expulsiones, pero se habían cerrado los teléfonos antes de saber quién se salvaba. Ahora no es así, y de esta forma lo que sería una desventaja se puede volver en ventaja, además importante. Especialmente al tratarse de la final y votos en positivo. Si seguimos fabulando, imaginemos que a partir del momento en que Rodri deja de estar en la puja por ganar sus votantes pasan a serlo de Bea. Dos horas con los votantes de Bea y Rodri intentando hacer ganadora a Bea. No es poca cosa. Si a eso añadimos que casi todos los exconcursantes (salvo Candelas, Pablo, Adara, Pol y, aunque ausente en los programas, también Bárbara) apoyan a la parejita, podemos hacernos cierta idea sobre quién tiene más posibilidades de ganar esto.

Moleskine del gato

Cristina Rodríguez se encargará del estilismo de Rodri en la final. Pelayo Díaz hará lo propio con Bea y Natalia Ferviú con Meri.

Los porcentajes ciegos siguen en la línea que ya conocemos. Ayer estaban así en el primero de los avances ofrecidos: 43,3 %, 33,9 % y 22,8 %.

Y en este día de reflexión quiero aprovechar para dar las gracias a todos los que hacen esto posible. A los que me aguantan cada día o vienen solo a compartir charla entre amigos. A las jefas, que siguen confiando en mí. A Jorge y Jordi por su entrega (y sus menciones). Al fantástico equipo que hace el programa por ser los mejores. A Jordina por sus correcciones profesionales, su amor y su paciencia. A Montse por su arte con el Photoshop. A Xaxu por estar siempre al quite desde bien temprano. Y, por supuesto, a todos los que no dejáis que me equivoque mucho ni por mucho rato. Me sigue emocionando sentir tanto cariño. No soy digno.