Probando uno de los juegos de recompensa

telecinco.es 16/06/2010 10:55

Los Juegos de recompensa y liderazgo son toda una institución en Supervivientes. Tanto, que prácticamente tienen su propio equipo: tienen su propio subdirector, su propia producción, su propia editora, su gente de atrezzo, otro montón de gente de taller encargada de montar toda esa maquinaria que hace sufrir a los concursantes semana tras semana… Y es que todas esas poleas, pizarras, relojes de arena, plataformas, piezas de puzzle o lo que sea que forme parte de cada juego, está construido aquí mismito. Estos son, al día siguiente, los palos que se usaron en la prueba de líder del pasado jueves:

Para que todo salga perfecto, un día antes de la realización del juego con los concursantes, el equipo tiene que probarlo. Esto sirve para medir tiempos, comprobar la dificultad real del juego, y planificar la realización. Dicho así suena un poco rollo. De esta otra forma suena mejor: ¡necesitan extras para hacer de concursantes! Que fue justo lo que hice el pasado domingo.

Estaba yo tranquilamente en el comedor disfrutando de una paella… Un momento, ¿cómo? ¿Paella? Pues sí. El domingo pasado, ésta fue nuestra comida:

Gazpacho, pan y paella. Vamos, que sólo nos faltaba un mantel de papel lleno de manchas circulares de vino tinto, un aperitivo de olivitas y un camarero que nos cantara el “tengo-gambas-tengo chopitos-tengo-croquetas-tengo -jamón” con un palillo entre los dientes para sentirnos como en un chiringuito de playa de Almuñécar (localidad que por cierto posee mi gentilicio favorito).

El caso es que estaba yo apurando el último camarón de la paella tropical, cuando un compañero me dijo que esa tarde probaban el juego que se vio ayer martes en el resumen. El juego consistía en que los nueve concursantes que quedan hicieran girar una rueda gigante a modo de timón para ir acercando un navío en forma de plataforma hacia la playa.

Pues bien, antes de que Rafa, Trapote, Mireia, Guille y los demás se subieran a la plataforma para conseguir ese montón de pasta (de comer) que ganaron ayer, nueve figurantes del equipo de Supervivientes hicimos exactamente lo mismo unas horas antes. No, el paquete de pasta no nos lo dieron, ni falta que hacía, que veníamos todos felices con los estómagos llenos de gazpacho y paella.

El juego tuvo lugar en una playa conocida como La del Sapo, que está muy metida en el pueblo y es mucho más frecuentada por locales que turistas. Los niños se arremolinaban en torno al enorme árbol que caracteriza esta playa para asomarse a ver qué hacían ese montón de adultos que jugaban a dar vueltas sobre una plataforma de madera. Seguro que alguno pensó: “¿de verdad son estos los descendientes de los conquistadores? Ahora entiendo muchas cosas”.

A mí me tocó agarrar uno de los cuatro mástiles del peculiar timón. A mi lado, agarrando el mismo mástil, la psicóloga del programa, que no se pierde ninguno de estos ensayos para luego entender mejor lo que sienten los concursantes. Ella, mucho más lista que yo (lógico, es psicóloga), se cogió el lugar más cercano al centro del artefacto y me dejó a mí la parte exterior. Cuando el director de juego nos dio la señal de salida (cuya voz modulé mentalmente para convertirla en la de Eva González y sentirme con un concursante con todas las de la ley), los nueve extras empezamos a empujar el invento para hacerlo mover. El timón de la plataforma empezó a girar y, con él, todos nosotros.

Poco a poco comenzamos a dar vueltas como locos hasta que los de fuera acusamos gravemente los efectos de la fuerza centrífuga. Yo resbalé en una de las vueltas y casi salgo volando. Creo que si me hubiera agarrado fuerte al palo y me hubiera dejado llevar, el ímpetu con el que empujaban los Parris y las Debbies de mentira me hubiera permitido girar en horizontal y con los pies en alto como una bandera. Mientras la psicóloga gritaba “que alguien pare estooooo”, algún otro, muy metido en el papel, vociferaba “¡a por la recompensa!”. Y mientras el minutador bromeaba diciendo “Román, has hecho trampa, estás eliminado”, otro preguntaba “¿pero de verdad estamos avanzando?”.

Y es que realmente no había forma de saber si avanzábamos hacia la orilla o no, porque lo único que veíamos eran un montón de pies girando sin cesar, que sonaban como un tropel de caballos a galope. Ganas le pusimos: empujábamos como si de verdad estuviéramos pasando hambre y necesitáramos el montón de pasta de la recompensa. Nadie diría que veníamos de comer de Almuñécar. Yo, tras el resbalón, recuperé el equilibrio y conseguí terminar la prueba con el resto de mis compañeros. O por lo menos, con los que quedaban en pie, que el esfuerzo resultó agotador y más de uno se tiró al agua a descansar. Creo que esta prueba me ha hecho reafirmarme aún más en la idea de que lo que hacen los concursantes realmente tiene mucho mérito. Como lo tiene también lo que hace el Equipo de Juegos semana tras semana.

Una vez terminado el ensayo, y después de volver a llevar a nado la plataforma hacia su posición original mar adentro, nos cayó una de estas trombas de agua que no paran de caer desde el viernes. ¿Problema? Ninguno. Todos decidimos quedarnos dentro del agua porque bajo la única lona en la orilla ya se arremolinaban cámaras, regidores y espontáneos varios. Cuando la lluvia cayó con toda su fuerza, pudimos disfrutar de una imagen única. De espaldas a la arena, con la cabeza sumergida hasta la nariz, mirar al horizonte era mirar hacia un infinito gris. Las olas y el cielo se mezclaban y las gotas que caían de arriba a abajo, y salpicaban de abajo a arriba, generaban una especie de neblina de lo más apocalíptica. Bañarse en Júpiter (si es que hay agua por allí) debe parecerse a esto. Claro que luego el minutador repitió “Román, has hecho trampa, estás eliminado”, y me trajo de vuelta a la Tierra.

NOTA: Lamentablemente, tanta agua por todas partes me impidió usar la cámara y por eso no tengo fotos de nada de lo ocurrido. Pero tengo una idea: os emplazo a ver el resumen diario de ayer en la web del programa para seguir el transcurso de la prueba. Imaginad que Deborah es la psicóloga y yo soy Román. Ahí lo tenéis. Y para conseguir la sensación del baño apocalíptico, meted los pies en agua y mirad fijamente esta imagen de Júpiter: