El rastro criminal del pederasta de Ciudad Lineal paso a paso

Malena Guerra / Ángel Moya 25/09/2014 20:33

Antonio Ortiz, madrileño de 42 años, es algo más que el presunto pederasta de Ciudad Lineal y los investigadores han reconstruido paso a paso su periplo criminal arrancando desde el año 2006. Ese año el pederasta sale a la calle tras cumplir 7 de los nueve años de condena por agresión sexual a una niña de 6 años, a pesar de los que recomendaban lo contrario.

La preocupación de los investigadores era precisamente, ese periodo de tiempo que dista desde la salida de prisión del pederasta en 2006 hasta la serie de agresiones sexuales a menores por las que ahora está detenido. Un pederasta es esclavo de su impuso y se temían lo peor, sin embargo el pederasta de Ciudad Lineal pasó más tiempo entrando y saliendo de la cárcel que persiguiendo menores. Así en 2007 la UDEF central le detiene acusado de formar parte de una banda organizada de criminales búlgaros. Antonio volvería a salir de prisión en 2011 y ya en 2013 comenzó en la localidad madrileña de Coslada una espiral repugnante de agresiones a menores que tomaría velocidad casi un año después.

1-La primera agresión que de momento le imputa la policía fue en julio de 2013, entonces abordó en Coslada a una niña de origen chino. El depredador se le acercó fingiendo que hablaba por teléfono con sus padres, y tras constatar que la víctima llevaba las llaves de su casa colgando del cuello y sus padres no estaban en ese momento, la engatusó para que le llevara hasta su domicilio y allí mismo la agredió y posteriormente lavó para borrar todas sus huellas.

2-La denuncia de julio se investigaba en la comisaría de Coslada sin demasiados resultados cuando en octubre de 2013 , según los investigadores, Antonio volvió a atacar a otra niña de aspecto oriental en la zona de García Noblejas de Madrid. El pederasta agredió a la niña en su propio vehículo y la diferencia de modus operandi hizo que de momento no se relacionara con el primer caso de Coslada.

3-Volvería a atacar seis meses después en una zona cercana, esta vez en la calle Torrelaguna, en abril de 2014. La víctima, una niña de 9 años a la que drogó, creen que fue la única, dándole un comprimido de Lorazepán mezclado con agua. Luego le proporcionó chucherías para engatusarla y borrar el sabor del tranquilizante. A esta niña, como en sucesivos casos, el pederasta la abandonó tras cinco horas de secuestro muy cerca de la casa que usó para cometer la agresión y lavarla, y cerca también de la vivienda de la madre del criminal donde el pederasta buscaba refugio tras cada agresión. Horas después fracasó en un nuevo intento con otra niña de aspecto oriental. Esta vez sí, la policía relacionó de inmediato las agresiones con la primera de 2013 debido al hábito del pederasta de lavar a sus víctimas para borrar rastros y arrancó la llamada “Operación Candy”. Sin embargo la falta de un patrón de actuación por parte del pederasta dificultaba la investigación y los relatos de las víctimas, una de ellas drogada, no coincidían ni entre ellas ni en el modelo de vehículo que usaba el criminal.

4-El 17 de junio el pederasta se cobra su cuarta víctima al abordar a otra niña de origen oriental y aspecto aniñado y delgado. Se la lleva en la calle Jazmín, muy cerca de su guarida, y la abandona de nuevo en el distrito de San Blas. El delincuente de nuevo repetía la operación de lavar a la niña y la policía apretaba el paso constatando que el impulso criminal latía con más fuerza empujándole a repetir cada vez más pronto y con mayor violencia.

5-A principios de agosto de 2014 el pederasta lo intentó de nuevo sin éxito en el barrio de Moratalaz. La víctima, acompañada de un hermano, no se dejó engatusar. Lamentablemente el 22 de agosto el pederasta logró su objetivo. Esta vez agredió a una menor de origen dominicano a la que abandonó en la calle Mequinenza tras una hora y media de secuestro. La víctima, como las anteriores, van dando detalles que aunque difusos ayudan a centrar al depredador. Su tercera tentativa fallida fue justo hace un mes. El pederasta lo intenta de nuevo el 25 de agosto en Coslada. No lo consigue, pero para entonces la policía ya tiene una aproximación certera de su rostro y le pisa los talones. La niña protagonista de éste último intento consigue ver su coche y lo describe a la perfección.

Todavía sin pruebas definitivas, los investigadores le hacen sentir la presión al máximo para ganar tiempo. Se trata, en el caso de que sea el delincuente, de evitar más agresiones mientras llegan las pruebas controlando hasta su último movimiento. Una pareja de investigadores le aborda en la calle simulando un control casual para confirmar en su DNI su identidad y el lunar de su rostro que describen las víctimas. Minutos después, una patrulla de policías interfiere de forma accidental, dándole el alto porque les resulta sospechoso. Le dejan ir tras identificarle pero el pederasta, consciente del cerco policial, camina durante más de dos horas antes de volver a su coche intentando despistar a los policías. Los días siguientes dormiría en la calle, sin atreverse a pisar la casa de su madre o el piso de los horrores donde agredía a las víctimas. Finalmente a principios de septiembre huye a Santander para escapar de unos policías que ya le han “mordido” , graban en vídeo todos sus pasos y no se despegarían de él hasta su detención.

Los investigadores aprovecharon al máximo las tres semanas de exilio del pederasta. Al huir, el delincuente pone a la venta su coche particular en una página web donde los policías, que ya le controlan, descubren entre fotografías de otros coches el vehículo que describían las víctimas. Habían resuelto uno de los grandes enigmas de la investigación, y en el concesionario de coches de ocasión donde colabora el pederasta rematan el asunto descubriendo que usaba esos vehículos a nombres de terceros para perpetrar sus agresiones. De ahí al gimnasio donde entrenaba para recabar más datos mientras los policías de científica inspeccionaban a fondo los vehículos. Una huella parcial obtenida en una tienda de chuches donde el pederasta entró y compró un bote de crema mientras acechaba a una de sus últimas víctimas no sirvió para identificarle, pero sí para descartar al resto de sospechosos. Otra de las víctimas relata a los policías parte de la matrícula del coche que se intenta reconstruir con ayuda del FBI.

En breve, un nuevo cruce de datos impulsaría la investigación de la brigada provincial de policía judicial que comanda el comisario José Luis Conde: tras estudiar el posicionamiento de todos los teléfonos móviles que se utilizaron en los lugares de las agresiones, el terminal del presunto pederasta coincide en todos. El criminal tenía la repulsiva costumbre de telefonear a su novia latinoamericana cuando estaba con las niñas para excitar su sexualidad depravada. Las niñas le contaron a los investigadores que el sujeto “no paraba de hablar por teléfono” en términos no precisamente normales. El impulso incontrolado jugaba en su contra. Lo mismo podría ocurrir con el ADN , los policías han recogido muestras de la ropa de las víctimas y, casi con toda probabilidad de los vehículos.

La policía no esperó más, y finalmente el presunto pederasta fue detenido en Santander por un equipo de los GEO. Le acusan de cinco agresiones sexuales y tres tentativas, siempre con menores de edad. El resultado del resto de pruebas y análisis están bajo secreto de sumario. Y la policía investiga con preocupación el lapsus de dos años en la vida del pederasta, 2011-2013, buscando rastros de otras agresiones a menores fuera de Madrid.