Tallin y el primer árbol de Navidad

telecinco.es 20/12/2014 03:00

Una de las cosas que más me gusta en estas fechas es poner el árbol. Colocar ese enorme armatoste, el mío mide casi dos metros, y llenarlo de guirnaldas y bolas de colores. El rito me fascina después de tantos años y de alguna forma me hace sentir niña de nuevo. Más de una vez me pregunté de dónde habría salido esta tradición que ahora se extiende por todo el mundo conocido hasta el punto de que es totalmente impensable celebrar estas fechas sin uno…Y resulta que el primer árbol de Navidad del Mundo se colocó en Tallin. Dice una leyenda, de las muchas que sostienen en la ciudad, que en la plaza principal de lo que entonces era la zona de los artesanos, había un enorme árbol que crecía en el centro. Y que un comerciante soltero comenzó a bailar con las mozas más jóvenes alrededor de él. El calor llegó a ser tan intenso, mejor no imaginar por qué, que se acabó prendiendo fuego. De ahí la tradición de iluminar los abetos de Noel. www.visitestonia.com

En Tallin nunca sabes si las leyendas son verdad o no. De hecho lo tienes que preguntar siempre que oyes alguna porque te puedes llevar más de una sorpresa. Yo no sé si esta lo es, pero sí sé que en el centro de la capital de Estonia colocan cada año su mercadillo navideño en la misma plaza en la que el imaginario popular sitúa al joven comerciante bailando con las doncellas. Y alrededor de él ya hay hasta medio centenar de casetas que ofrecen todo tipo de objetos y artesanías navideñas. Es un lugar a caballo entre lo moderno y lo antiguo porque el centro de Tallin es tan hermoso y medieval que no resulta difícil imaginar cómo era la ciudad en esos días de 1441.

La torre del reloj del Ayuntamiento sigue tan señorial y elegante como siempre, y el viejo Tomás, símbolo y custodio de la capital ha ido envejeciendo y ha sido sustituido por varios ‘colegas’ hasta llegar al que ahora veis que es el cuarto de la saga. Otra leyenda dice que es él quién vigila que la ciudad no sea invadida por extranjeros, aunque algunos lugareños piensan que no lo ha hecho muy bien porque las conquistan han sido frecuentes.

El viejo Tomás observa la vida impasible desde su veleta. Está casi tanto tiempo en su atalaya como los vendedores de los puestos que ahora están abiertos gran parte del día. Los de comida incluso hasta bien entrada la noche. Apuntaros este pequeño detalle porque será difícil que no necesitéis de un buen trago de vino caliente para superar las bajas temperaturas que a estas alturas del año sacuden la ciudad. El tiempo en Estonia es muy inestable. Los de aquí no se fían ni siquiera de los pronósticos que se lanzan minuto a minuto en internet. Pueden decir que llueve, nos dicen, pueden decir que nieva, pero las nubes corren a tal velocidad, que hasta que no llega la crítica hora todo puede mudar.

Llueve, truene o nieve los comerciantes de la plaza siguen abiertos. Ni las ventoleras que a veces se levantan les disuaden. Si las bajas temperaturas y el vino caliente no os parece suficiente para manteneros con buena temperaturas, os recomiendo cualquiera de los juegos de grecas de pura lana virgen que se venden en los puestos. Son prendas hechas a manos con materiales de primera calidad y sobre todo con materias primas que nuestras abuelas apreciaban y sabían utilizar. Hablo de calcetines, gorros, manoplas y bufandas de lana, pero lana como la de antaño. Ah, y piel de primera.

También podéis encontrar buena cerámica con casitas para colgar o para meter velas de incienso que perfumen toda la casa. Observareis muchos objetos colgantes: animales, torres, brujas, …que en realidad son campanillas. Es tradicional ponerlos en el exterior de las viviendas para que suenen cuando sopla el viento. Si se ponen varias, el ‘concierto’ o la ‘cencerrada’ puede ser inolvidable. Otra bonita tradición que se remonta a la época en la que las ventanas estaban divididas por barras de madera son las figuras de cristal. Por tierras norteñas no es la primera vez que las encuentro. Se cuelgan con un filo hilo en las ventanas. Cuando la luz las atraviesa, se descompone en múltiples colores que se reflejan en la sala. Me parece un efecto mágico, parecido al de las vidrieras en las catedrales, de hecho son vitrales igual que los otros, y como ellos consiguen detener el tiempo, aunque sea un solo instante.

Más cosas de las que yo llenaría una maleta entera: los delantales, mantelerías y todo tipo de utensilios de lino para el hogar. Vuelvo a insistir en que todo es hecho a mano y por lo tanto más original, aunque menos sofisticado, que lo que venden en los comercios. Miradlo por la parte buena, con esto se puede poner una preciosa mesa de Nochebuena basada en tonos tierra. Y hablando de meses y comida…Encontraréis, mínimo, un puesto con longaniza y chorizo de reno o jabalí que es cada vez más difícil comer en España. Y otro que vende un manjar para mi más exquisito que el más delicioso de los dulces: el pan negro o Ruikkileib. Es un sabroso pan de centeno que forma parte de la dieta básica de todos los estonios desde hace siglos. Es fuerte, muy especiado y absolutamente delicioso. Y tan nutritivo que después de haber comido un buen trozo sientes como el hambre desaparece de golpe

Junto al famoso árbol que ha inspirado nuestro viaje a la capital de Estonia en estas fechas se pueden ver los animales que más asociamos con la Navidad. Mi favorito es el reno. En la misma plaza hay uno grande y de preciosa cornamenta. Lo de mi favorito es en el sentido literal y más amplio del término porque la noche anterior me había metido un buen plato de carne de este animal que me pareció delicioso. Así que yo contemplaba a los niños de la plaza mayor de Tallin que hacían carantoñas al animal y pensaba que no sabía muy bien en qué momento los humanos pasamos de idolatrar a engullir su carne sin el más mínimo remordimiento.

El corazón de la ciudad vieja encierra también otro lugar histórico. Ya hemos dicho que aquí se puso el primer árbol de Navidad y aquí se conserva a día de hoy la farmacia en activo más antigua de toda Europa. De hecho una estancia está intacta con frascos y potingues de épocas pasadas. Todavía hoy es posible comprar en el establecimiento remedios tradicionales y fórmulas magistrales que ya son difíciles de encontrar en parafarmacias.

En solo unos pocos metros se concentran dos lugares del pasado que ya tienen su hueco en la historia. Pero Estonia también tiene un buen hueco en los avances del futuro. Es un país cuyos ciudadanos tienen fama de adaptarse muy bien a las nuevas tecnologías. Aquí se inventó el skype, encontraréis sobradas referencias por toda la ciudad que también ofrece ‘free wifi’. Reconozco que yo estaba muy exceptica con esta cuestión porque no es la primera vez que una city lo utiliza como reclamo y luego nunca se cumple. He de decir que en Tallin no es difícil conectarse en la calle y funciona muy bien en todos los establecimientos. Tal es así que de repente te vuelves consciente de tu dependencia de internet. La frase del viaje, repetida una y otra vez, cuando entrabamos en un autobús, o parábamos a comer era:

-¿Hay wifi?

¡Qué le vamos a hacer! Hay dependencias peores, digo yo. ¡El que no se consuela es porque no quiere!