Gruyère huele a queso

telecinco.es 06/06/2015 07:00

Nada más entrar en este pueblo suizo el olor te llega a la pituitaria y te pone los jugos gástricos a trabajar. Es un perfume delicioso que acompaña todo el trayecto de la única calle del pequeño municipio, que es necesario visitar a primera hora del día o a última de la tarde si se quiere evitar las hordas de turistas. Nadie perdonasu visita a Gruyère, a donde llegaréis en este viaje por todo el país que es la Gran Ruta Suiza. 1600 kilómetros por todo un estado rico en costumbres, tradiciones y hasta en contrastes que no ha renunciado a una delicia culinaria tan importante como la del queso. Entrar en Gruyère tiene algo de túnel del tiempo porque imaginas que es exactamente así como olían estas calles hace décadas.

Las casas medievales de la plaza hacen pensar que poco ha variado la antigua residencia de los Condes de Gruyére que reinaron bajo la batuta de los Saboya hasta el siglo XVI . Ahora, algunos puestos de recuerdos inundan esos espacios, pero nada es suficiente para enterrar un esplendor que en cierta manera sigue vigente en cada uno de sus rincones.

El Castillo y la Ciudadela son la estampa que anuncian el municipio desde la Carretera. Podréis visitar la fortaleza ahora reconvertida en lugar de exposiciones y museo si llegáis a una hora prudencial. Disfrutad del imponente edificio del siglo XIII construido según un modelo cuadrado y flanqueado por tres torres más una del homenaje que es la única original. Si no es así, disfrutad de la fabulosa vista que se contempla desde su puerta. Todos los colores de Suiza están en el paisaje que llegáis a divisar con la vista. Todos los matices de verdes y azules del campo y el cielo se dan cita en esta villa tranquila y serena como pocas.

En la misma calle que os llevará al Castillo encontraréis un lugar singular y que merece vuestra atención. Se trata del museo Ginger, dedicado al inventor y padre de Alien. El cineasta, que murió hace apenas unos meses, había nacido en Zurich, pero su amistad con el conservador del Palacio le llevó a visitar Gruyère y a quedar prendado de una enorme casa en la que actualmente se exponen algunas de sus creaciones más singulares. H.G. Ginger fue un hombre con un universo mental peculiar. Aquí se exponen algunas de las criaturas que poblaron sus sueños y sus obsesiones. La vida, la muerte y las máquinas forman parte de toda la obra de Giger que destacó sobre todo como aerógrafo. Sus dibujos eran fruto de unos pocos minutos de inspiración. Nunca tenían boceto previo, ni siquiera los de sus primeros años. Con el tiempo, su formación de arquitecto y diseñador industrial dio una magnitud y una personalidad a su obra que ha influido enormentemente en toda una generación posterior.

Y si queréis completar del todo esta experiencia no dudéis en entrar en el bar que da justo frente a la exhibición. De repente os encontraréis inmersos en el ambiente inaudito y único de ‘Alien’. Aquí se han reproducido alguna de las creaciones de la película y el efecto está tan logrado que pensaréis que en cualquier momento aparecerá Ridley Scott para daros instrucciones. Es un lugar muy curioso. ¡No os lo perdáis!. A estas alturas del recorrido os imagino cansados y con necesidad de reponer fuerzas. Pocos sitios son tan propicios para hacerlo como la misma cuna del Gruyère. Y entre todos los restaurantes del lugar os recuerdo que una preciosa casa típica de la zona con grandes cencerros colgados del techo y que responde al nombre de ‘Le Chalet’ es el más antiguo de todos ellos. Al flanquear la puerta veréis que el ambiente cambia. De entrada las camareras, tengan la edad que tengan, están ataviadas con el traje tradicional del cantón. Los platos recrean la ‘poya’ la tradicional subida de la manada a los Alpes, y cuidado con los mal pensados porque la palabra por esta zona la vais a encontrar en varias ocasiones. Que no os amilane su carácter seco y rudo.

La carta no es extensa pero sí deliciosa y de primera calidad. Lo suyo es que pidáis una ‘raclette’ típica de Valais o una ‘fondue’ que os hará chuparos los dedos. La ‘Vacherin’ es tradicional de Gruyère y no lleva alcohol. La llamada ‘Moitié-moitié’ tiene algo más de sabor, pero en el fondo da igual porque elijáis la que elijáis os acordaréis siempre de lo que habéis comido. Los ganaderos son conscientes de que los productos que obtienen del ganado son el material más preciado de las montañas y se esmeran cada día, desde hace siglos, en hacer el alimento más respetuoso con los sabores originales. No quedaréis decepcionados.Y un pequeño consejo más: si no os queréis perder el postre, recordad que la fruta es deliciosa y normalmente se ‘riega’ con una buena ración de ‘double creme’. Es verdad que las calorías saltan a la vista, pero también lo es que pocas veces probaréis manjar tan fresco.

Necesitaréis fuerzas para seguir el camino que tenéis por delante. El Gran Tour que acaba de lanzar Suiza está diseñado para los amantes de la carretera. Recorreréis todo el país, pasaréis por cuatro zonas linguisticas, cinco puertos alpinos y 11 lugares Patrimonio Mundial, además de varias capitales. Es una pequeña gran aventura para la que necesitáis fuerzas como las de la ‘double creme’ de Gruyère, así que : ¡A disfrutar!

Por cierto, recordad que Swiss tiene abundantes vuelos a las grandes capitales del país varias veces por semana. Consultad horarios, seguro que encontraréis alguno apropiado a vuestras necesidades.