El secuestro de la farmacéutica de Olot

HÉCTOR ÁLVAREZ JIMÉNEZ 15/09/2008 16:17

"Mientras hay vida hay esperanza y nunca se sabe lo que la vida te puede deparar". Este es el mensaje con el que María Àngels manifiesta las impresionantes ganas de vivir que le permitieron soportar uno de los secuestros más largos de la historia de España. En 1992, la protagonista tiene 34 años, está casada y tiene tres hijos de dos, tres y cinco años de edad. Su padre es propietario de una de las compañías eléctricas más importantes de Cataluña y uno de los hombres más ricos del país. El móvil del secuestro parece, a todas luces, económico. Sin embargo, según la periodista Tura Soler, se trata de "una familia muy discreta" de la que nadie puede decir que haga ostentación de su fortuna. Esto hace pensar a los investigadores que los secuestradores son de la zona, pues sólo la gente de la comarca de Olot sabe la buena posición económica de la familia Feliu.

Todo comenzó la noche del 20 de noviembre de 1992 , cuando la farmacéutica se dirige a su casa después de haber cerrado su negocio. En el garaje de su domicilio es sorprendida por un individuo encapuchado que le apunta con una escopeta y que la obliga a subir nuevamente a su coche. No está sólo: otro hombre cubierto con un pasamontañas se pone al mando del vehículo.

El coche de la joven es abandonado en un descampado donde espera un tercer implicado que conduce otro turismo. Introducen a la mujer en el maletero y se marchan en busca de un cuarto compañero de faena. Posteriormente maniatan a la secuestrada y le tapan la cabeza con una capucha, antes de trasladarla al maletero de otro vehículo. Pero en su periplo, los delincuentes no llevan guantes, por lo que todas sus huellas quedan plasmadas en el coche de María Àngels.1

Finalmente, desplazan a la farmacéutica hasta el jardín de la casa de uno de los secuestradores. Abren una trampilla camuflada con hierba y bajan al zulo subterráneo. En el habitáculo la joven no puede tumbarse por completo ni caminar y la oscuridad es absoluta. Cada vez que recibe comida, debe cubrirse la cabeza y situarse de espaldas a los secuestradores para no reconocerlos. Un altavoz conectado a la radio es su único vínculo con el exterior. De hecho, entendió que estaba secuestrada cuando escuchó la noticia en una emisora.

Cuando llueve, el agua se filtra por el techo del zulo y el suelo, que es de tierra, se encharca. Pero lo más desagradable para Feliu es tener que hacer sus necesidades en un cubo. "Llegó un momento ponía el cubo sobre el colchón y tenía que hacer equilibrio. Estuve un mes sin ir de vientre y hasta tuve que estirarme la mierda". Ya en marzo de 1993, cuatro meses después de estar enterrada en vida, la joven recibe un mechero y velas que la permiten ver los insectos que la atacan constantemente. No es la única habitante del cuarto: ratas, arañas e incluso escorpiones la acompañan.

La policía local, en el punto de mira

Una vecina cuenta que un policía local del pueblo, Antonio Guirado, había merodeado por la farmacia de la víctima días antes. La policía ya está investigando más de 100 nombres como sospechosos, pero hay un detalle en el que Guirado encaja: uno de los secuestradores lleva gafas y el agente no puede conducir sin ellas. Casualmente es este sospechoso quien encuentra el turismo de la farmacéutica. No duda en comprobar si en él hay pistas, pero lo hace mal, ya que la mezcla del polvo empleado para la detección y el rocío de la noche hace que las huellas se borren. La Guardia Civil cree que se trata de un error cometido a propósito y la hipótesis toma fuerza.

Durante los primeros diez días de cautiverio, los verdugos llaman en seis ocasiones a la familia, siempre con voces distorsionadas. El rescate que exigen aumenta rápidamente: de los 50 millones de pesetas iniciales pasan a pedir hasta 250 en pocos meses. El portavoz familiar se cita cuatro veces con los delincuentes, pero los intentos de pago se frustran por la excesiva presencia policial. Es un coche de la policía municipal de Olot el que, casualmente, pasa por el punto de encuentro en una de las ocasiones, impidiendo la transacción. Algo que vuelve a reafirmar la hipótesis de que dicho cuerpo policial estaría implicado en el secuestro.2

Doce días después de que fuera capturada, una cinta con la voz de María Àngels llega hasta una amiga suya. En un tono desgarrador que sobrecoge a la sociedad consigue articular una auténtica llamada de socorro: "Por favor, pagad y pronto estaré en casa. Pero es que si no, no se si podré aguantar más. Ayudadme. Por favor papá, por favor, esto va en serio". La Guardia Civil concluye que la voz no corresponde a la secuestrada, pero la incógnita se mantendrá hasta la liberación.

La grabación sorprende a la opinión pública. En ese momento, hasta 300 guardias civiles de paisano toman Olot, mientras que son otros 1.500 los agentes uniformados. Todos los medios de comunicación colapsan el pueblo y personalidades como la Infanta Cristina, Jordi Puyol o altos cargos eclesiásticos se preocupan por la farmacéutica. Ante la lenta investigación policial, los Feliu contratan a un detective privado y ofrecen una recompensa a quienes aporten datos sobre el paradero de la joven. Pero sólo consiguen que una oleada de farsantes, cuyas pistas sigue la Guardia Civil, dificulte más las cosas.

Una invención que todos creyeron

En octubre de 1993, el juez archiva el caso por falta de avances en la investigación , pero Francisco Evangelista vuelve a ponerlo en la actualidad. Afirma que dos detectives, antiguos socios suyos, le propusieron secuestrar a una farmacéutica. Esos dos hombres, Javier Bassa y Joan Casals, son detenidos.

Evangelista llega a decir que la mujer esta muerta y enterrada y la Guardia Civil le cree ante el silencio de los verdugos . Hay que encontrar responsables cuanto antes y, por ello, se inculpa a Bassa por la vía rápida: a pesar del desacuerdo entre los expertos, es acusado de haber escrito el texto del sobre que contenía la cinta recibida al comienzo. De Casals se cree que es el 'cerebro' de la operación y su esposa también es arrestada, acusada de suplantar la voz de María Àngels en las grabaciones.