Lo primero que encontramos en nuestro vía crucis urbano son las eternas obras que no terminan nunca. Más de 60 trabajos de remodelación urbanística que abarcan todo el centro de la ciudad siguen en marcha. Los madrileños creían que estarían finalizadas al acabar la temporada estival, pero las calles siguen colapsadas por conos, vallas, máquinas y taladradoras.
El tráfico aumenta un 20% de agosto a septiembre y ahora ya ha recuperado su ritmo normal, más de dos millones y medio de vehículos circulan por la selva urbana... las calles se llenan de ruidos acompasados, de ritmos de pico y pala a golpe de pitidos e insultos.
En nuestro recorrido el caos y las hostilidades entre conductores surgen en una carrera de atascos que no nos deja meter ni siquiera la tercera marcha.
Y si complicado es ir en coche... en moto la situación es mucho más arriesgada. La maquinaria, los baches y el barro de las últimas lluvias se convierten en un peligro para nosotros. Y eso que a los motoristas muchas de las obras no les favorecen, ni siquiera les van a venir bien cuando acaben, ya que algunos proyectos que se están acometiendo son más de 3.000 plazas de parking... para los de cuatro ruedas
¿Y el peatón? Nos encontramos alambres sueltos por las aceras que se enredan entre las piernas, el interminable barro que se nos pega al calzado y profundos socavones, un verdadero peligro para nuestra integridad.
En Madrid las obras, como si de una saga cinematográfica se tratase, continuarán, y continuarán... aunque no haya sido elegida candidata olímpica para 2016... porque Madrid tal vez haya perdido el anillo olímpico pero las excavadoras siguen abriendo grietas en el asfalto, ya lo dijo el famoso actor: "En Madrid parece que siempre están buscando un tesoro".
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