Victoriano del Río y "El Juli", figuras cada uno en lo suyo

AGENCIA EFE 13/07/2010 00:00

FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Victoriano del Río, desiguales de presencia, mejor rematados y más armónicos los cuatro primeros, y con más volumen y desproporcionados los otros dos. Corrida noble y con muy buen fondo, con mucha clase, en la que sólo desentonó el sexto.

Curro Díaz: estocada caída y cuatro descabellos (silencio tras aviso); y pinchazo hondo y cinco descabellos (ovación).

Julián López "El Juli": estocada (oreja con petición de la segunda y bronca "al palco" por denegarla); y estocada ligeramente trasera y descabello (oreja que recoge la cuadrilla).

Alejandro Talavante: pinchazo, estocada contraria y tres descabellos (silencio tras aviso); y estocada que asoma y estocada (silencio).

En la enfermería fue atendido "El Juli" de "puntazo en la bolsa escrotal con evisceración de testículo. Pronóstico reservado"

La plaza tuvo un nuevo lleno de "no hay billetes" en tarde espléndida.

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VICTORIANO DEL RÍO DEBUTA A LO GRANDE

Dos nombres en la tarde: el de Victoriano del Río, que lidiaba por primera vez en "La Misericordia", y el de Julián López "El Juli", una de las pocas figuras que vuelve a asumir el compromiso de Pamplona cuando los demás ponen mil excusas para evitar encontrarse con el toro y otras exigencias de esta plaza y feria.

Tanto el debut del ganadero como el reto del torero, resueltos a lo grande, en triunfo, aunque la 'cornadita' que sufrió "El Juli" al final de la faena al quinto no deja de quitar lustre al doble acontecimiento.

Inesperado contratiempo, en una corrida tan noble y con la respuesta tan dócil de parte del animal, en tanto el hombre se había reafirmado durante el trasteo precisamente con una extraordinaria suficiencia sobre la base del mando y la seguridad.

Fue todo por sorpresa. Acaso le llegó a perder el respeto "El Juli" al toro, uno de los pocos que blandeó, y que consecuencia tampoco empujó mucho. En esto último, menos mal, puesto que hubiera sido un percance más serio. El torero no llegó a ser derribado, fue todo un zarandeo en el aire. Pero suficiente para herirle. Es lo que tiene a veces el exceso de confianza.

Pero ni eso empaña la buena tarde que echaron tanto el ganadero a través de sus toros como el torero por su actitud y capacidad. Figuras cada uno en lo suyo.

Ya por la por la mañana habían hecho los toros un sorprendente encierro por velocidad y buen ritmo durante la carrera, con fijeza y potencia, algunos por delante incluso de los bueyes que tan bien conocen el trayecto. Y por la tarde, en el ruedo, como se esperaba.

Corrida aún con matices, sobre todo en el lunar negro que fue el sexto, que humilló mucho y que tuvo mucho temple. Se suele decir que este tipo de toro es arma de doble filo, pues descubre al torero que no tiene la clase que hay que lucir en situaciones así.

Precisamente Curro Díaz, con fama de estilista, se dejó ir la oportunidad del bravo primero, un toro pronto y que empujaba los engaños por abajo. Sobresalió el gran pitón derecho, pero Curro estuvo más que nada en los remates, o 'rematitos' habría que advertir, ya que no dejaron de ser pamplinas.

En el cuarto, que tuvo mucha clase, se encontró el de Linares más a gusto y acoplado. Aquí los muletazos tuvieron mas fibra artística. Sin embargo, estropeó con el descabello el triunfo de una posible oreja.

Por orden de actuaciones, "El Juli", llevo a cabo una primera faena de mucho calado, por la exactitud en el trazo, el mando y la limpieza de los muletazos, cuyo principal soporte fue el temple y la ligazón. Antes había toreado muy bien a la verónica y en un quite por chicuelinas. La estocada fue fulminante y la petición del doble trofeo por apabullante mayoría. Pero el presiente sacó sólo un pañuelo.

El quinto, el toro del percance, se desplazó menos, lo que posiblemente quiso aprovechar "El Juli" para torearle en las cercanías. Fue al estar tan encima cuando vino el porrazo. Hasta ese momento, muy suficiente el torero. Y ya herido, echó mano de la raza para recordar a todos su compromiso de figura, quedándose en el ruedo hasta rematar con los aceros. Otra oreja, y "salida a hombros" por la puerta de la enfermería.

Talavante ha vuelto a ser el torero indolente que otras veces ha defraudado mucho por dejar las cosas inconclusas. Su primero fue bueno, pero él no lo vio. Una faena de pechugazos y latiguillos al empeñarse en pararlo, buscando quizás un arrimón que tampoco llegó. De vez en cuando la sorpresa de algún natural despacioso y figura muy encajada. Cosas sueltas pero de especial encanto. O, dicho al revés, de gran calibre artístico pero sin continuidad. Así nada resultó.

El sexto no quiso por ningún pitón. Y mucho menos Talavante.