'Moisés y Aarón', ópera dodecafónica con toro incluido, no decepciona en su estreno

EUROPA PRESS 25/05/2016 00:01

Entre los asistentes, se encontraban los ministros de Educación, Cultura y Deporte y de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Íñigo Méndez de Vigo y Alfonso Alonso, respectivamente. También ha acudido el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle. Junto con ellos, también ha querido disfrutar de la obra la exalcaldesa de Marid, Ana Botella, junto con su hijo Alonso Aznar.

Además, la mujer del expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, Sonsoles Espinosa, participa en la ópera como miembro del Coro del Teatro Real, aunque no se esperaba la presencia de Zapatero en el estreno.

REMARCABLE ACTUACIÓN DEL CORO

Precisamente, los aplausos moderados al término de la producción se han ido incrementando cuando ha aparecido el coro del Teatro Real, un personaje más en la obra, que representa al pueblo de Israel, liberado por Moisés de los egipcios.

Más aún sonoras han sido las palmadas al aparecer el tenor John Graham-Hall, que interpreta al hermano de Moisés, Aarón. Graham-Hall se estrena de este modo en el Real, aunque no en el papel, ya que lo había asumido igualmente cuando se llevó a cabo en Francia esta coproducción entre el coliseo madrileño y la Ópera de París.

Igualmente, ha sido ovacionado bajo-barítono Albert Dohmen, por la dificultad de su personaje, ya que Moisés no canta sino que se expresa a través del canto hablado (Sprechgesang).

También ha recibido el aplauso del público el director de la Orquesta del Teatro Real, del que se ha valorado la dificultad de interpretar la composición de Schönberg, sólo apta para expertos. Se trata del dodecafonismo, técnica de composición basada en el tratamiento serial y equitativo de las 12 notas. Su complejidad ha hecho que algunos de los asistentes valoren menos el aspecto musical de la ópera, aunque otros muchos han asegurado que sabían de la dificultad de este tipo de creación y estaban preparados para ello.

PUESTA EN ESCENA

Muchos menos han sido, aunque los ha habido, los que han recelado de la puesta en escena de Castelucci. Y, pese a que alguno de los asistentes, de gustos más clásicos, la ha rechazado por completo y asimilado a las elecciones del exdirector artístico y consejero del Teatro Real, Gerard Mortier, la mayoría ha alabado su fuerza estética y simbólica.

Castelucci ha traído esta ópera por primera vez a Madrid -'Moisés y Aarón' se presentó en el Real en versión de concierto en septiembre de 2012, pero nunca se había puesto antes en escena en la capital_. Se trata de una producción en la que participan cerca de 400 personas entre artistas y técnicos, además del polémico toro 'Easy Rider.

La ópera narra la huida del pueblo hebreo de Egipto y la revelación y propagación de los Mandamientos, ahondando en la cuestión de la esencia y expresión de la fe a través de la dialéctica entre Moisés -idealista, de inflexible rectitud y de pensamiento puro y Aarón --hombre de acción y de palabra, de conducta irregular, que canta con frases musicales de gran aliento y lirismo.

Pero el escenario se parece muy poco a lo que en el imaginario colectivo se proyecta al hablar de la Biblia. En el primer acto, Moisés se encuentra con Dios, que no es una zarza, sino un magnetófono de bobina abierta con cuya cinta se va enredando. En la segunda escena, Castelucci consigue trasladar un efecto óptico de neblina que permanecerá en todo el acto. En esta atmósfera, los personajes, primero Moisés y Aarón, y después todo el coro -pueblo de Israel-, vestidos de un inmaculado blanco, son apreciados como fantasmagóricas figuras.

Sobreimpresionadas en el aire, aparecen una sucesión de palabras -aquellas que el propio Mosiés no puede pronunciar--, primero lentamente y luego a una velocidad imposible de captar por el ojo humano. También destacan aspectos futuristas, como un brazo mecánico que desciende del techo o la aparición de varios personajes ataviados con uniformes similares a los utilizados para atender a pacientes con enfermedades altamente contagiosas, como el ébola.

EL TORO Y EL 'CHAPAPOTE'

En el segundo acto, cuando el pueblo de Israel ya liberado vaga por el desierto a la espera de Moisés, cobra protagonismo 'Easy Rider', un semental charolés de 1.500 kilos que representa al becerro de oro, una vez que los israelitas deciden abandonar a Mosiés y venerar ídolos paganos. El morlaco aparece en escena siempre guiado por un ayudante y permanece prácticamente inmóvil en el escenario, salvo por algún movimiento de cola.

La escena continúa con una 'orgía de chapapote' (brebaje viscoso semejante a petróleo) en la que es envuelto primero Aaron, que devuelve sus dioses paganos al pueblo de Israel, y luego el resto del coro, que acaba sumergiéndose en una piscina abierta en el escenario, en la que entran blancos y salen negros. Nadie se libra del oscuro líquido, ni siquera 'Easy Rider', al que también se le tira un cubo por el lomo.

La presencia del toro no ha desatado ningún tipo de reacción durante la representación de la ópera. Sin embargo, al terminar, mientras unos espectadores no han dado importancia a su aparición, algún otro ha criticado su utilización y la ha tachado de posible maltrato animal. Esta es la crítica que ya habían lanzado 48.000 personas en una petición en la que reclamaban que no apareciera el animal en la obra.

Al final del segundo acto, la imagen de una cumbre nevada ha coronado el regreso de Moisés y su estupor por el abandono de los israelitas a los dioses paganos, con el correspondiente reproche a Aarón, convertido en uno de esos ídolos a base de 'chapapote', una especie de cintas de magnetófono que le cubrían por completo y una máscara. Moisés exclama su derrota y así finaliza la ópera, ya que el tercer acto Schönberg nunca llegó a completarlo.