Tangos, valses y deseos de paz en un mágico recital nocturno para Europa

AGENCIA EFE 05/06/2009 00:00

Ni los amenazadores nubarrones ni la fría brisa que soplaba esta noche en la capital austríaca evitaron que el público respondiera con ganas a la convocatoria: más de 80.000 personas se congregaron en la explanada frente al estanque de Neptuno, en la que fuera residencia de verano de los Habsburgo.

Y es que tanto el escenario, como el programa y sus ejecutantes bien merecía enfrentarse al riesgo de un aguacero: el maestro Daniel Barenboim al frente de una de las mejores orquestas del mundo y con Mozart, Falla, Mussorgski y Strauss en el repertorio de un recital al aire libre y gratuito.

Como el propio director argentino-israelí explicó días antes, la cita de esta noche estaba pensada para "cualquiera que este preparado para abrir sus oídos y su alma".

No fue difícil lograr esa apertura. Con Schönbrunn de fondo y un programa dedicado a la noche y su magia, Barenboim y los filarmónicos vieneses iniciaron la velada con la "Pequeña serenata nocturna" de Wolfgang Amadeus Mozart.

La relación de Barenboim con la Filarmónica de Viena es larga y su perfecta compenetración es evidente. Hace apenas cinco meses, maestro y orquesta ejecutaron un magistral Concierto de Año Nuevo que ya ha logrado un doble disco de platino en ventas.

Esa relación se hizo de nuevo patente esta noche, aún más cuando el maestro dejó la batuta para sentarse al piano y atacar la "Noche en los Jardines de España", de Manuel de Falla.

Los acordes sureños del compositor gaditano se fusionaron con el paisaje de jardines y agua de Schönbrunn, iluminado de gala para acoger un concierto que fue retransmitido a 62 países de todo el mundo.

Tras la estación española, el concierto prosiguió con música de ritmos y latitudes bien distintas. La misteriosa "Noche en la árida montaña" del ruso Modest Mussorgski sirvió para avanzar una velada musical que terminó su paseo por las músicas y las regiones de Europa con un compositor de casa.

"Las mil y una noches" del austríaco Johann Strauss, acompañada de un castillo de fuegos artificiales, puso fin al programa oficial de este sexto "Concierto de Europa", que cada verano pretende acercar la música clásica al gran público y demostrar que "nada tiene de elitista", en palabras del propio Barenboim.

Pero el argentino y los filarmónicos aún tenían reservadas un par de sorpresas. Con buen humor, Barenboim y Clemens Hellsberg, presidente de la Filarmónica, anunciaron las propinas.

Primero, una animada polka. Y después, una elección personal del maestro: "Me he permitido traer algo de mi primer país, donde nací".

Así, un tango argentino se dejó oír en los mismos jardines por los que un día paseó la emperatriz Sisi.

Antes de concluir con uno de los himnos musicales vieneses por antonomasia, el Wiener Blut (sangre vienesa), el argentino-israelí tuvo tiempo de compartir la esperanza por un "nuevo entendimiento" en Oriente Próximo al que se refirió hoy en Egipto el presidente Barack Obama.