La meteorosensibilidad o cómo puede afectarnos la falta de luz

Nica Cero 04/04/2016 10:07

Con la reciente llegada de la primavera estamos asistiendo al aumento de horas de luz en nuestros días. Afortunadamente para la gran mayoría de la población, y para la totalidad de los 'meteorosensibles'. Si tenemos en cuenta los datos astronómicos, en Madrid el día más largo será el 20 de junio, y el de menor duración, el 21 de diciembre. En cambio, el día en que el Sol salió más tarde fue el 5 de enero; mientras que el que saldrá más pronto será el 14 de junio. Por otro lado, el Sol se pondrá más pronto el 7 de diciembre y, más tarde, el 27 de junio.

Como estamos avanzando hacia los días más largos del año, para la población en general, supone un aumento de optimismo y de vitalidad. Es debido, fundamentalmente, a que la luz es clave para los seres humanos, ya que nuestro organismo se encuentra preparado para activarse en las horas del día.

De forma natural, nuestros ojos tienen la capacidad de captar la luz, y nuestro cerebro dirige el descanso hacia las horas de la noche, lo que nos hace pensar que la luz es un regulador de la actividad humana. De hecho es el más potente de nuestros reguladores externos.

Nuestros relojes biológicos

Al investigar las causas de nuestros “relojes biológicos” se ha demostrado que, gran parte de ellas, tienen un origen externo como la 'fotoperiodicidad', los cambios estacionales o incluso las mareas. Un tipo de esos ritmos son los 'circadianos', que duran aproximadamente 24 horas y que tienen mucho que ver con la luz del día.

El cuerpo humano puede controlar esos ritmos que permiten regular las funciones del organismo adaptándolos al ciclo luz-oscuridad. Así, podríamos decir que la luz es uno de los sincronizadores más potentes, ya que informa al organismo de si es de día o es de noche a través de una señal luminosa que llega a la retina y es difundida al resto del cuerpo por ciertos “intermediarios”.

Uno de ellos es la melatonina, una hormona que no se segrega cuando hay luz. Esta hormona nos provoca sueño por la noche, cuando aumenta la cantidad de melatonina en nuestro organismo, y nos hace despertar por la mañana cuando disminuye. Estimula la hormona del crecimiento e interviene regulando nuestro apetito, entre otras actividades.

Con la serotonina ocurre lo contrario: aumenta cuando una persona está expuesta a la luz solar, lo que implica que los niveles sean más bajos en invierno, cuando los días son más cortos. Los niveles bajos de serotonina están asociados con la depresión.

Afortunadamente, si eres una de estas personas, la primavera supondrá un alivio de estos síntomas y una previsible normalización de tu estado de ánimo y de energía. Eso sí, también damos la bienvenida a las alergias y a la astenia… nunca llueve a gusto de todos.