¿Por qué se equivocan (o no) los de la tele cuando dicen que lloverá en tu pueblo?

Marcos Fernández 01/11/2016 15:45

La meteorología es una ciencia inexacta. Quizás la más inexacta de todas, ya que entran en juego muchas variables y modelos numéricos, con lo que que si uno de esos factores varía, aunque sea un poco, después de lanzar la previsión para dentro de tres días, por ejemplo, el resultado de la ecuación final cambiará irremediablemente. Y tú ya te habrás cogido el paragüas si no te han actualizado la información...

Por suerte, la tecnología está de nuestro lado. Si en la década de 1950 una previsión era fiable casi al 100% en un plazo de 24 horas, ahora lo hemos conseguido incrementar a 3 o 4 días, lo cual no está nada mal. Pero, ¿cómo trabajan nuestros meteorólogos para saber el tiempo que hará esta semana?

En la actualidad, este trabajo está informatizado, por lo que es muy ágil y ahorramos un tiempo vital en situaciones críticas, como una alerta de huracán o un temporal en alta mar. Ahora bien, por ejemplo, una borrasca o el ojo de ese mismo huracán pueden definir varias trayectorias. Cada una con una probabilidad diferente. Que un recorrido tenga un 60% de probabilidad no significa que vaya a cumplirse. De hecho, en ocasiones ocurre. Es decir, muy en resumen: los meteorólogos calculan en el presente, a partir de datos de situaciones parecidas del pasado, lo que va a suceder en el futuro cercano...

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¿Y de dónde sacan esos datos que dicen que probablemente vaya a llover? Para saber lo que va a ocurrir en la tierra, los meteorólogos tienen a su disposición los siguientes instrumentos, que vigilan nuestra atmósfera y controlan todos los fenómenos que tienen lugar sobre nuestras cabezas:

· Satélites: los de órbita polar (situados en los polos) y los geoestacionarios. Estos siguen el movimiento de rotación del planeta y registran lo que sucede en las diferentes secciones en las que se divide artificialmente el globo terrestre para observar la evolución de fenómenos, como borrascas, tormentas, ciclones, etc. Seguro que habéis oído hablar alguna vez del satélite Meteosat en el espacio del tiempo. Este nos indica, por ejemplo, la dirección que sigue una borrasca o la velocidad del frente de nubes que lleva asociado y cargado de precipitaciones.

· Estaciones meteorológicas: repartidas por todo el mundo. Hay decenas de miles en tierra firme y en el mar, que registran desde cantidad de precipitación hasta velocidad del viento o presión atmosférica. Estos datos se combinan con los de los satélites y de las siguientes herramientas.

· En la atmósfera, aunque nosotros no podamos verlo, encontramos los globos meteorológicos, que recogen datos de la evolución de la atmósfera en cada momento: presión alta o baja, la velocidad del viento o la temperatura en las capas altas y sus variaciones. Estos datos revelan los cambios que se producirán más tarde a nivel del suelo.

· Radares meteorológicos que muestran el recorrido de la nubosidad y las precipitaciones que deja a su paso indicando la intensidad y la dirección en la que avanza. En la página de AEMET

· Modelos informáticos, los que condensan todo: todos los datos anteriores pasan directamente a programas informáticos extremadamente avanzados que determinan el tiempo que va a hacer. Estos modelos (como en MM5) se basan en complejas ecuaciones y operaciones numéricas en constante evolución, que ahora mismo no quieres que te expliquemos, a no ser que sufras insomnio.

Sin embargo, no todo es tan fácil ni se reduce a estos factores porque, por ejemplo en nuestro caso, en situaciones de anticiclón en nuestra latitud es muy sencillo saber qué tiempo nos espera. A lo sumo, nos podemos equivocar en si las temperaturas suben más o menos o algún banco de niebla.

¿Por qué es más difícil 'adivinar' en primavera y otoño?

En estaciones como la primavera o el otoño es complicado afirmar con rotundidad qué tiempo hará más allá de 48-72 horas, porque la atmósfera es muy cambiante y una probabilidad del 100% es prácticamente imposible. Esto es así porque encima de nuestras cabezas rige la conocida 'teoría del caos', que nos dice que cualquier mínima cambio en las condiciones iniciales modificará todo el resultado.

De hecho, así ocurre en ocasiones determinadas, por ejemplo que una nevada en invierno caiga 50 kilómetros más allá del lugar donde estaba prevista o que la temperatura no bajará lo suficiente ni en el tiempo estimado dejará con las ganas de nieve a más de uno, pues esa nevada llegará convertida en una simple lluvia o aguanieve.

¿Se pueden evitar estos errores?

A día de hoy, no del todo. Tenemos que contar con el factor más importante: la imprevisibilidad de esa teoría del caos. Y no solo eso sino que las condiciones meteorológicas forman parte de una cadena ensamblada que afecta en cadena a todo el planeta.

La teoría del aleteo de la mariposa

La posición de una borrasca o de un anticiclón en una región determinada puede dar pie a un fenómeno extremo en otro lugar diferente. Es el efecto mariposa. Por ejemplo, que la temperatura del océano sea más elevada de lo normal en un momento determinado puede alimentar un huracán que había pasado a convertirse en tormenta tropical impactando con toda su fuerza en la costa.

El desplazamiento del vórtice polar puede dar lugar a un invierno glacial en América del Norte y más suave en Europa. El ligero desplazamiento de un anticiclón en invierno puede abrir el paso a vientos de origen polar desencadenando una intensa ola de frío en latitudes bajas, como el Mediterráneo.

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