La primera media hora se vive a un ritmo tan veloz que aturde. Mientras un ejército de limpiadoras levanta alfombras, otro de operarios entra a desmontar expositores y organizar otros nuevos. Los empleados, todavía vestidos con el traje de chaqueta con el que han estado atendiendo a los clientes, remangan sus camisas y se disponen a arrastrar mesas, menaje y ropa.
En unos minutos ponen el centro comercial boca abajo. Sacan mercancía del almacén, la abren, la etiquetan y la colocan. En la calle al mismo tiempo un equipo escaladores coloca una valla publicitaria que mide unos mil metros cuadrados y en la que invierten no menos de tres horas de trabajo. Sobre las dos de la mañana, todo está ya casi listo.
Por las diferentes plantas del centro comercial se puede ver a los últimos empleados brindando, un año más, por el fin de la Navidad y el arranque de otras rebajas más. Las de este año se anuncian de escándalo porque empiezan con descuentos que pueden superar el cincuenta por ciento en algunos casos. Se trata de dinamizar el consumo que se ha visto resentido por la crisis. Y si se cumplen las expectativas, este año los empresarios esperan ganar cinco mil seiscientos millones de euros.
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