Escuelas chinas al margen del sistema

Esperanza Calvo 09/09/2012 17:23

En los próximos 20 años unos 350 millones de chinos abandonarán el campo y se trasladarán a las ciudades. Son cifras de la OCDE que apuntan uno de los grandes problemas a los que se enfrenta la China actual, la segunda potencia económica del planeta. La superpoblación urbana es una de las grandes pesadillas del gobierno del Partido Comunista, temeroso de los conflictos que las desigualdades sociales puedan desatar entre los trabajadores migrantes. Atraídos por la necesidad de mano de obra para las fábricas del industrializado sur o en busca de una vida mejor en grandes ciudades como Pekín o Shanghai, miles de personas abandonan sus provincias de origen cada año. El problema no es nuevo pero sí cada vez más numeroso. Para evitar estas migraciones masivas, Mao puso en marcha en 1958 el Hukou, un sistema de identificación de los ciudadanos de la nueva China que les ata de por vida a su lugar de nacimiento. Hoy en día, el sistema se mantiene aunque en los medios se habla insistentemente de una reforma que nunca llega. La realidad es que los hijos de esos trabajadores recién llegados a la gran ciudad, tan chinos como los demás, no tienen derecho a la educación pública que el gobierno dice que garantiza hasta los 9 años. Con unos salarios que difícilmente superan los 300 euros al mes, no pueden afrontar el pago de un colegio privado para sus hijos. Por eso tiene que optar entre dejarlos al cuidado de un familiar en la provincia de origen o traerlos consigo y enfrentarse a un brutal sistema que les deja al margen de casi todo. En ciudades como Pekín se calcula que puede haber unos 400.000 niños en esta situación. El gobierno sólo ha dado permiso a unas sesenta y tres escuelas para atenderles, una cifra insuficiente porque tan sólo en la capital se estima que hay más de trescientas y muchas de ellas se exponen a la amenaza de derribo por no tener los papeles en regla. Detrás de estas escuelas al margen de la ley hay ciudadanos comprometidos con la educación de esos niños como el profesor Wenbin, también inmigrante. Cuando llegó a Pekín huyendo de la pobreza de su provincia de origen descubrió sorprendido que sus propios sobrinos no tenían a ningún colegio al que acudir en Pekín. Entonces, decidió poner uno en marcha. Esta es su historia.