"La respuesta de Munilla sería 'teológica', pero es de una teología inmisericorde e insolidaria"

ANDRÉS VILLENA OLIVER 16/01/2010 00:00

"Lamentamos muchísimo lo de Haití pero igual deberíamos, además de poner toda nuestra solidaridad y recursos económicos con esos pobres, llorar por nosotros y por nuestra pobre situación espiritual. Quizá es un mal más grande el que nosotros estamos padeciendo que el que esos inocentes están sufriendo". Estas son las declaraciones que han levantado más críticas contra la institución eclesiástica en los últimos meses y han venido a cargo del recientemente nombrado Obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla.

Una pregunta 'teológica'

Parece difícil, en principio, justificar estas afirmaciones. El propio Munilla ha denunciado posteriormente una manipulación por parte de los medios de comunicación: "El citado titular está extraído de una pregunta 'teológica' que se me hizo, referente a cómo creer en la existencia de Dios ante el sufrimiento de tantos inocentes... Yo expliqué que el mal que sufren esos inocentes no tiene la última palabra, porque Dios les ha prometido la felicidad eterna".

Esta explicación ni mucho menos convence a un profundo estudioso de la religión cristiana, el prestigioso teólogo y miembro de la Asociación Juan XXIII Juan José Tamayo, que se refiere a los pretextos de obispo de manera contundente: "Le hicieron una pregunta 'teológica' pero este respondió con una teología inmisericorde, insolidaria y sin compasión alguna; todo esto responde a una mentalidad que desprecia la vida y el sufrimiento humano y a la que solo le interesa el servicio al culto y la vida del más allá".

"Han perdido el norte"

Una polémica constante en las manifestaciones de la Jerarquía de la Iglesia católica en los últimos meses y años, sobre todo desde que José Luis Rodríguez Zapatero llegara a la Presidencia del Gobierno. El análisis de Tamayo es prolífico en este sentido: "Estos dirigentes han comprobado cómo están perdiendo poder e influencia en la sociedad y parece que nos retrotraigan a la Edad Media. Parecen haber perdido el norte".

Los cambios sociales impulsados por el Ejecutivo progresista no son para este estudioso constitutivos de alarma alguna: "En ninguna de las leyes introducidas se le impone nada a nadie; en todo caso lo que se ha hecho es ampliar el espacio de los derechos humanos, evitar su infelicidad, liberarlos de complejos de culpabilidad y de situaciones de marginación social. ".

Reforma y contrarreforma

Pero parece que no hay vuelta atrás ni consenso alguno. Tamayo rechaza una 'tercera vía' ya que "una institución asentada sobre la tradición nunca puede adaptarse de una manera permanente a los cambios, es innato a ella instalarse en el tradicionalismo. Estos fenómenos prueban la teoría de que en la religión se producen procesos de reforma pero los de contrarreforma acaban siendo mucho más largos, casi interminables".

Quizá lo más llamativo sea comprobar cómo esta involución era inesperada hace unas décadas: "Nos ha cogido a todos por sorpresa; es un proceso de deterioro y perversión, un proceso patológico muy grave al que se ha llegado conscientemente, por haber alimentado una serie de comportamientos que en ningún caso se corresponden con el Evangelio y Jesús de Nazaret, ni con los acontecimientos más importantes, más solidarios de la historia del Cristianismo".

El papel del Ejecutivo

Un "retorno al pasado" en el que el Gobierno español podría estar jugando paradójicamente un papel favorable al núcleo duro de la institución: "La involución la legitima el Ejecutivo mediante la financiación, la presencia de dirigentes políticos en actos religiosos, los símbolos en los actos oficiales, el reconocimiento jurídico del matrimonio canónico... Los poderes públicos, en vez de sintonizar con los sectores más críticos, se relacionan con las cúpulas. Esto ha ocurrido así siempre y en todas las religiones".

En todo caso, el indiscreto comportamiento de los dirigentes de la Jerarquía eclesiástica -con los casos del Arzobispo de Granada y de José Ignacio Munilla como los más recientes- reflejan una situación de cierto privilegio ante los poderes públicos: "A los obispos se les está permitiendo unas declaraciones que no se les permitiría a otros colectivos. Están diciendo cosas que son de juzgado de guardia". Será difícil que la polémica con la Iglesia concluya aquí y es de esperar que haya nuevos capítulos.

UN EURO POR HAITÍ