El chavismo y los Papas: ¿Qué tienen en común el Papa Francisco y Nicolás Maduro?

Pilar Bernal 17/06/2013 19:17

Era la tercera vez que el mandatario bolivariano visitaba Roma. Juan Pablo II le había recibido en 1999 y en 2001 pero después del golpe de Estado contra el comandante en 2002, las relaciones se habían vuelto más conflictivas. Según los chavistas, varios obispos habían apoyado el fallido levantamiento del empresario Pedro Carmona contra el Gobierno legítimo de Chávez.

Hugo Chávez se había declarado siempre católico, creyente y practicante, según su propia definición, aunque no vacilaba en lanzar su dialéctica incendiaria contra toda la jerarquía católica venezolana. Decía que la Iglesia era aliada política de la oposición, y llegó a afirmar: “El Papa, Benedicto XVI no es ningún embajador de Cristo en la Tierra como ellos dicen”, según él, su pueblo ya no era manipulable por sotanas. Pero sin duda la peor etapa que vivió el presidente venezolano con el clero llegó en 2010, cuando amenazó con romper relaciones con Roma. La Conferencia Episcopal del país había advertido contra el peligro de que Venezuela derivase hacia un socialismo a la cubana y Chávez explotó: “Que el diablo lo reciba monseñor, ustedes son el propio demonio, defensores de los más podridos intereses. Son unos vagabundos del cardenal para abajo. Un troglodita, un bandido, maleante, embustero”. Esas perlas salieron de la boca de Chávez dirigidas al cardenal y arzobispo de Caracas, Jorge Urosa.

Mucho ha llovido en Roma y en Caracas desde aquellas acaloradas palabras: Hugo Chávez ha fallecido víctima de un cáncer, Benedicto XVI vive retirado y dedicado a la oración, el cardenal Jorge Urosa sigue en su puesto y el canciller de entonces se ha hecho mayor y es presidente. Recibió el designio terrenal de un Chávez de carne y hueso y el designio celestial de un Chávez convertido en pajarillo

Cuando Jorge María Bergoglio fue elegido Papa hace tres meses, Nicolás Maduro estaba en un acto de la feria del libro de Caracas, anunció la noticia en directo y la aderezó con el dato de que algo habría tenido que ver Chávez, recientemente fallecido: ”Nosotros sabemos que nuestro comandante ascendió y está frente a frente a Cristo. Alguna cosa influyó para que se convoque a un Papa suramericano. Alguna mano nueva llegó y Cristo le dijo: ‘Bueno llegó la hora de América del Sur’.”

El caso es que, aunque Maduro vea el vuelo divino de Chávez en cada cosa que sucede, su predisposición hacia Bergoglio ha sido extraordinaria y en algún momento, extraordinariamente oportunista. El presidente agradeció el pasado 21 de abril la alusión que el Papa hizo a Venezuela, en plena y convulsa resaca post-electoral, durante el rezo del ángelus. Dijo que acompañaba al país latinoamericano “con profunda preocupación, con la oración intensa y con la esperanza de que va a buscar y encontrar formas justas y pacíficas para superar las serias dificultades que están atravesando“. Maduro vendió las palabras del Papa Francisco como un respaldo a su victoria electoral, cuestionada profundamente por la oposición y por millones de venezolanos.

También resultó reveladora la enfática carta que Maduro envió al Papa Francisco tras su elección, donde hablaba de Cristo y de Chávez al mismo nivel, y donde también señalaba que le había llenado de alegría ver cómo, al igual que en el caso del presidente Chávez, la opción del Papa era la de los pobres.

Un afán de congraciarse al extremo con Su Santidad que ha llegado a su límite estos días previos a la visita. Ahora Maduro quiere arrimar su ascua a la del Papa de moda, más que nunca, y amarrar su socialismo del SXXI, y de dudosa supervivencia sin Chávez, al esperanzador estilo Francisco que goza de excelente salud: “Tengo una gran expectativa porque el papa Francisco ha dado declaraciones en relación a la ética de la humildad, recientemente dijo cosas sobre el tema del capitalismo salvaje muy interesantes. Ha venido rompiendo los protocolos que reflejan el espíritu de cambio y su ética de la humildad“, verdades como puños que, sin embargo, suenan ciertamente interesadas en boca de Maduro.

En cualquier caso, la visita de Nicolás Maduro este lunes a Roma (no asistió al acto de entronización de Francisco) es un encuentro para la esperanza. Según la Conferencia Episcopal de Venezuela se espera que de ahí salgan líneas de entendimiento que ayuden a un país profundamente polarizado entre chavistas y anti-chavistas. Una polarización que, sin embargo, no afecta al espíritu de ese entusiasta pueblo que se define católico chavista o católico anti-chavista, pero católico de todos modos