La noche de la Libertad

CRISTINA GONZÁLEZ SÁNCHEZ 09/11/2009 00:00

El comunismo había perdido el control de la RDA a finales de los años 80. Erich Honecker, jefe de Estado de la RDA, se empeñó en celebrar por todo lo alto el 40 aniversario de la fundación del Estado comunista en 1949. Mijaíl Gorbachov fue invitado y acudió de mala gana a unos actos que supusieron el principio del fin de la Alemania comunista. Durante el desfile en las calles de Berlín, los alemanes aclamaban a Gorbachov al grito de 'Gorbi, Gorbi'. Pedían a sus dirigentes la apertura que el mandatario ruso había instalado en la URSS con la 'Perestroika'. Imploraban que las libertades comenzarán a abrirse paso en el régimen comunista de la RDA.

Después de la violencia de Tiananmen, se intentó aplicar una política similar el día 6 y 7 de octubre en Berlín en las celebraciones del 40 aniversario. La policía controló las manifestaciones de ambos días con violencia. Entonces, Leipzig se echó a la calle y el pueblo alemán agrietó el muro. La ciudad alemana fue el origen de la revolución pacífica que culminó con la unión de las dos Alemanias.

El 9 de octubre, 10.000 personas salieron a la calle para protestar contra el régimen en Leipzig sin violencia. Bajo el lema, "Nosotros somos el pueblo" unieron el sentimiento de los ciudadanos de la RDA y comenzaron a derribar el muro que les privaba de libertad. Cada lunes, se manifestaron contra un poder caduco que restringía todas las libertades. Walter Momper, entonces alcalde de Berlín oriental, reconoce que "no estuvimos muy lejos de que la revolución fuera violenta" mientras apunta que "la historia y la política tienen un componente de azar tremendo".

"La presión de la gente que se quería quedar en Alemania del Este y de los que se habían ido desangró un estado maltrecho económicamente. Era muy difícil preveer la apertura inmediata", recuerda uno de los corresponsales internacionales que se encontraban en Berlín en aquellas fechas. "Viajar es el símbolo de la libertad" y los alemanes del Este estaban encerrados en una prisión abierta", apunta José M. Martí Font, corresponsal de El País en Berlín en 1989 antes valorar el hartazgo de los alemanes hacia sus dirigentes.

Honecker, acuciado por el 'pueblo', se vio obligado a dimitir y pasó el relevo a su delfín Egon Krenz el 18 de octubre . Bajo el lema, 'Nosotros somos el pueblo', las manifestaciones se extendieron por todo Berlín sin que los intentos del Politburó consiguiesen frenar las ansias de libertad de sus ciudadanos. La Alexanderplatz berlinesa fue testigo el 4 de noviembre de la mayor concentración no oficial de la RDA, con medio millón de personas agrietaron un poco más el muro que les dividía.

Cinco días después, nadie se imaginaba que el muro iba a caer. Sin embargo, el siglo XX terminó de forma inesperada. Günter Schabowski, portavoz del Politburó de la RDA, se puso ante los medios para dar información sobre el último comité del órgano de gobierno de la Alemania del Este. En ese momento, leyó el comunicado que daba libertad a los ciudadanos del Oeste para cruzar la frontera a la RFA, incluso en Berlín. Nadie dio crédito a aquellas palabras.

"En aquella época, cada día era histórico. La gente empezó a decir, ¿parece qué es verdad? Han dicho en la televisión qué podemos pasar", recuerda Walter Momper, entonces alcalde de Berlín oriental. "La emoción hizo que cayera el muro", explica Momper durante su visita a Oviedo para recoger el premio Príncipe de Asturias.

Todos los puestos fronterizos en Berlín abrieron a las 23:05 horas del 9 de noviembre de 1989. Miles de ciudadanos del Este y del Oeste cruzaron la frontera y se reencontraron. La noche se convirtió en una gran fiesta de la libertad.

Revolución pacífica

"Fue un milagro que no hubiera ni un solo disparo", recuerda Ricardo Ehrman, el periodista famoso por preguntar a Schabowski cuando entraba en vigor la nueva normativa de viajes. El actual alcalde de la capital alemana, Klaus Woweit, alaba aún hoy a sus ciudadanos, al explicar que "fueron valientes y arriesgaron sus vidas contra el sistema y contra la dictadura".

"La preocupación principal era que la caída del muro fuese pacífica. No había órdenes militares y las fuerzas de seguridad no actuaron", analiza José María Siles, corresponsal de TVE en Berlín, antes de sentenciar que

"la gente fue tremendamente responsable. Fue una verdadera revolución".