Todos meamos igual

Javier García-Prieto/ @Karl_Langas 22/05/2016 12:07

Don´t mess with Texas

La controversia por el baño no comienza en Carolina del Norte, sino en Houston. En 2014 la ciudad aprobó la Ordenanza de Houston de Derechos Igualitarios (HERO por sus siglas en inglés). La ley prometía acabar con todo tipo de discriminación tanto en el ámbito público como el privado. Impedía, por ejemplo, que la pastelería de la esquina se pudiese negar a hacer una tarta de bodas para una pareja gay. Demasiado libertinaje para el estado de la estrella solitaria. El conservadurismo tejano, ese que luce sombrero tejano y botas con espuelas para cabalgar sobre su todoterreno Cañonero con pegatina ‘Don´t mess with Texas’, movilizó su maquinaria mediática y consiguió someter la ley a referéndum. En un principio no parecía que la iniciativa fuese a tener ningún éxito. Las encuestas aseguraban que los votos refrendarían la ley HERO… hasta que los aseos públicos entraron en campaña.

El depredador del baño

La caverna mediática estadounidense, una caverna mucho más profunda y oscura que la nuestra, decidió entonces recurrir a la campaña del miedo desempolvando un recurrente mito conservador: el depredador del baño. Si consentimos que las mujeres trans se sienten a hacer pis en el baño de chicas, los violadores sólo tendrán que disfrazarse de féminas para sorprender a sus víctimas en un lugar tan íntimo y vulnerable como la taza del wáter. Y funcionó. El referéndum tumbó la ley HERO contra la discriminación.

Es ahí donde la movilización en defensa de unos baños libres de trans cobra sentido. En realidad estamos ante una batalla (quizás el último 8.000 que queda por coronar) por la igualdad plena de derechos de la comunidad LGTBI. Sólo 20 de los 50 estados cuentan con leyes que prohíben específicamente la discriminación contra homosexuales y trans. Eso quiere decir que los 30 estados restantes permiten, por ejemplo, que tu jefe te despida por el mero hecho de ser gay, que el dueño de una cafetería te niegue un café por lesbiana, o que un policía te pida a gritos el DNI antes de entrar al baño porque tu aspecto es demasiado masculino (ver vídeo más abajo). Como demostraban las encuestas de Houston en 2014, las campañas en defensa de la libertad religiosa y la objeción de conciencia frente a los derechos LGTBI olían demasiado a naftalina. De esas campañas apenas queda ya rastro. Todo se centra ahora en hombres disfrazados violando masivamente a nuestras madres, hermanas e hijas.

Carolina del Norte se queda sin Pepsi

El miedo resultó, y el resto de republicanos del país tomaron nota. Cuando la ciudad de Charlotte aprobó una ley específica contra la discriminación LGTBI, el conservadurismo de Carolina del Norte ya tenía la lección aprendida, y volvieron a echar mano del depredador del baño para tumbar esa y cualquier otra ley parecida en todo el estado.

A diferencia de lo ocurrido en Houston dos años antes, esta vez el veto a la ley ha provocado un gigantesco revuelo social por todo el país. Revuelo que ha desembocado en boicot. Artistas como Bruce Springsteen o Pearl Jam se niegan a celebrar los conciertos que ya tenían programados en la ciudad. Aunque lo que más debería preocuparle al republicanismo es la espantada de algunas empresas, que no están dispuestas a que se relacione su marca con la discriminación aprobada en Carolina del Norte. Desde el gigante General Electric al imperio del porno xHamster, pasando por Pepsi o Hewlett Packard. La ley del baño amenaza incluso el All-Star de la NBA 2017, que debería celebrarse en Charlotte y la lista sigue creciendo.

Cierto es que también hay quien apoya la medida. Phil Robertson, por ejemplo. El magnate de los reclamos para patos, cuyo reality Duck Dinasty fue retirado por los comentarios homófobos del líder del clan, encabeza una campaña en defensa de “los valores judeo-cristianos que le dieron a América su grandeza”. Porque ningún hombre debería poder hacer pis “junto a tu hija o tu hermana por el mero hecho de sentirse mujer”.

La niña de la curva

Lo más doloroso del clavo ardiendo al que se aferra la derecha ultrarreligiosa es que se trata de pura fantasía. La relación entre leyes que permiten que los trans usen los aseos de acuerdo con su identidad de género y los ataques a mujeres tiene el mismo fundamento que los chemtrails. Casos existen, evidentemente. Si brujulean entre los artículos de Breitbart o pasan un rato delante de la Fox no tardarán en encontrar algún ejemplo. Sin embargo, la inmensa mayoría de esos ataques (no me atrevo a decir todos) se produjeron en estados que NO cuentan con leyes anti discriminación contra la población trans.

Saben que es mentira, pero el miedo es muy poderoso.