Recónditos, desiertos y de postal: los nueve lugares más paradisíacos del mundo

¿A quién no le gustaría tomar el sol en la playa de Cielo de Supervivientes? ¿Cuánto darías por echar una siesta en una de sus camas balinesas mientras escuchas cómo rompen las olas en la orilla? Cayos Cochinos son dos islas de la Bahía de Honduras que cuenta con un arrecife de coral kilométrico. Su temperatura media varía entre los 27 y los 30 grados en todo el año y es perfecto para las 69 especies que sobreviven en la zona. Pero este paraje hondureño no es el único que recibe el nombre de paraíso. En El Tiempo Hoy hemos rescatado otros ocho paraísos naturales que, por sus arenas blancas y sus aguas cristalinas son el perfecto, son el lugar de ensueño para cualquier viajero.

Aunque cada uno tiene su propia definición de 'paraíso', esta playa entra en cualquiera de ellas por sus aguas cristalinas, sus palmeras perfectas y una arena tan fina que se podría comparar con la harina de trigo: White Beach es la costa turística más conocida de las Islas Filipinas y ocupa más de cuatro kilómetros de extensión con sus restaurantes, bares, cibercafés y hoteles. Pasear por la orilla y ver como la arena blanca se descubre bajo el agua cristalina no tiene precio y lo puedes hacer en este rincón de la isla de Boracay.

Porque los rincones de ensueño en Filipinas son infinitos, destacamos también una de las playas de la isla de Mindanao llamada Dako Island. Esta zona está aislada a los visitantes a ciertas horas para preservar su flora y fauna autóctona. Aunque las aguas son tan cristalinas como las de Boracay, las ráfagas de viento del Océano Pacífico suelen ser más bravas en esta zona y levantan tímidas olas, un lujo si tenemos en cuenta los 35 grados que hay por la noche ya sea verano o invierno. Sus paisajes son muy pintorescos y están llenos cocoteros que dan el fruto más dulce de la zona.

Entre sus más de 7.000 islas, Filipinas cuenta con algunos escondites que están prácticamente deshabitados. Islas auténticamente desiertas que demuestran que todavía en el planeta existen refugios naturales con toda la esencia de paraíso salvaje. La isla Malcapuya no tiene hoteles ni restaurantes. Puedes visitarla de manera puntual, cogiendo uno de los botes que se proveen desde las islas más cercanas, y disfrutar de un plácido descanso al sonido de las olas.

Este islote en medio del Pacífico no tiene apenas sombras. El sol radiante brilla en sus llanos kilómetros y da energía a todo este desierto tropical. En 1988, Europa vio en esta región una oportunidad esplendida para aprovechar las fuentes renovables e instalaron paneles solares para suministrar electricidad a toda la isla. Además, es considerada una de las reservas marinas más importantes del país.

Kep es una ciudad camboyana que cayó en el olvido durante mucho tiempo en la época de los jemeres rojos. Sin embargo, ha resurgido de sus cenizas y ahora mismo es de los lugares más turísticos del país por su cangrejo delicioso y por su arquitectura colonial francesa. Pero, además, es la única vía para alcanzar la isla paradisiaca de Ton Sai. En este rincón se situaba un antiguo centro de rehabilitación. Ahora, sin embargo, ha quedado totalmente deshabitado, exclusivo para turistas que quieran playas de postal de arenas blancas.

Aquí no estarás solo. Más 35 especies cohabitan en este espacio natural, y están protegidas por las autoridades de Costa Rica. El mono aullador, el coatí y el mapache son algunos de los animales exóticos que podrás encontrar en estas 1.000 hectáreas de hábitat tropical de la provincia de Limón.

Esta playa de Birmania es el último descubrimiento de los turistas apasionados del mar. La mayoría de las costas de alrededor permanecen todavía en el anonimato, pero Ngapali sigue conservando su carácter más salvaje, a pesar de los hoteles construidos y de los resorts de ensueño a primera línea del mar. Sus tres kilómetros de playa frente al Mar de Andamán garantizan unos atardeceres inolvidables.

"La playa más discreta del mundo", según ABC News. Esta bahía de Vietnam ha pasado desapercibida durante mucho tiempo y no había sido poblada por el turisteo de turno, hasta que en los últimos años, se ha abierto prudentemente a la civilización y ha mostrado sus seis kilómetros de arena blanca y agua turquesa del Golfo de Tailandia. Para llegar, tienes que cruzar la jungla y las plantaciones de pimienta. ¿Te atreves? Merece la pena.