La lucha contra la ludopatía de Pablo Ojeda: "Llevo 10 años sin jugar, lo mío es un milagro"

El nutricionista Pablo Ojeda publica 'Cuando me alimenté del juego', un libro donde narra cómo salió de su adicción al juego
Popular por su visibilidad en redes sociales y televisión, hablamos con él de su proceso de recuperación de la ludopatía
Cuando le preguntamos al nutricionista Pablo Ojeda cuánto tiempo lleva rehabilitado de su ludopatía, enfermedad que afecta al 1,7% de la población, según el informe 'Indicadores clave sobre drogas y adicciones, 2024', nos cuenta que lleva más de 10 años. "Es casi un milagro", subraya. Y es normal que piense así, porque la mayoría de los adictos al juego recaen en los dos primeros años de la recuperación. Él consiguió superarlo, y ahora es una persona nueva.
La ludopatía es un trastorno reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que lo recoge en su clasificación Internacional de Enfermedades en el año 1992. Apela al comportamiento, entendiendo el mismo como la pérdida de control en relación con un juego de apuestas. Desgraciadamente, esto tiene como consecuencia efectos desastrosos en las relaciones familiares y amorosas del jugador y requiere por tanto un tratamiento médico y psiquiátrico que puede durar años.
De esto sabe mucho el propio Pablo Ojeda, que ha contado por primera vez su experiencia en 'Cuando me alimenté del juego' (Alienta Editorial), un libro donde narra de forma sincera y honesta cómo empezó su adicción al juego y cómo, por esa adicción, acabó ingresado en un centro de rehabilitación. Con una honestidad brutal, Pablo nos desvela sus momentos más duros: desde las mentiras que destruyeron a su familia hasta todo el proceso de recuperación. Actualmente Pablo está completamente recuperado y su rostro es habitual en redes sociales donde da consejos sobre nutrición (formación que adquirió durante la rehabilitación de la ludopatía) y en televisión y radio donde trabaja como colaborador. Charlamos con él para conocer más su historia.

Pregunta: ¿Qué ha significado escribir este libro para ti?
Respuesta: Ha sido revelador porque no solo quiero que todo el mundo sepa lo que he vivido, sino porque me ha ayudado a seguir hablando. Ha sido gratificante saber que con mi testimonio he podido ayudar a mucha gente y dar a conocer la ludopatía. Hay mucho tabú con el juego, da la sensación de vicio, pero es una enfermedad. Socialmente parece que esté mucho más aceptada la droga. Incluso en cierto estatus de la sociedad está normalizada. El tabaco y el alcohol están mucho más integrados. El juego está por todas partes, en la radio, en el fútbol... No hay niños que no estén jugando a la Play Station o al Fornite, por eso hay cada día más adictos al juego.
P: La ludopatía no hay que olvidar que es una enfermedad, como bien dices...
R: Es una enfermedad de salud mental tipificada por la Organización Mundial de la Salud, y no hay dos adicciones que sean diferentes, quizá eso sea lo más curioso de todo. Lo que pasa es que, dependiendo de la persona, tiene tendencia a una u otra adicción, pero no deja de ser que tu voluntad queda anulada. Todos van buscando una subida muy grande de dopamina y necesitan una sustancia para cubrirla. Hay gente que la cubre con el tabaco, la droga, el juego, con la comida… Son todo adicciones.
P: De hecho, tú afirmas en el libro que empezaste a tener problemas con la comida y ahora eres nutricionista, una profesión que no era la misma que cuando empezaste a jugar, ¿verdad?
R: Yo empecé a estudiar nutrición en mi proceso de rehabilitación porque, precisamente, lo que detecté en terapia es que la gente cuando tapa un agujero sale otro. Quizá dejaban de jugar pero se ponían a comer o se daban atracones, otros empezaban a comprar o a fumar… Entonces, me di cuenta que tenía que dejar de arreglar solo el tejado, el problema estaba en otro sitio. Siempre me ha interesado el mundo de la nutrición y el deporte -de joven era nadador-, tuve algunos problemas de alimentación, de ahí viene mi problema de impulsividad. Lo llevo desde que soy pequeño pero, por circunstancias de la vida, desembocó en un momento en el juego. Entendí que tenía que rellenar el espacio del juego con algo, eran muchas horas, por eso empecé a estudiar.
P: En estos 10 años, ¿no has tenido ninguna recaída?
R: Nunca, ni cuando estaba en el proceso de recuperación en la clínica, afortunadamente. Precisamente una de las cosas que te enseñan en rehabilitación es a aprender a caer. A los adictos les enseñan a si, por circunstancias de la vida, recaen. Lo mío es un milagro, yo tuve la gran suerte de haber tenido muchos factores que hayan hecho que no haya recaído. He tenido una familia maravillosa, que jamás me ha echado nada en cara. Esto es bastante importante, teniendo en cuenta el daño que les llegué a hacer, además vengo de una familia estructurada, con un nivel sociocultural medio alto… Me he formado durante mi rehabilitación, creo que he hecho una rehabilitación muy buena, me he obsesionado con ello. Desgraciadamente, no es muy común en el mundo del juego, es una enfermedad que suele darse en personas de clase media baja, con problemas estructurales, en barrios donde la gente lo pasa mal, donde utilizan el juego para ver si pueden ganar algo para conseguir x. Cuando tú estás un año sin jugar, pero de nuevo vuelves a tu barrio con los mismos hábitos, pues eres carne de cañón.

P: ¿Cómo fue tu recuperación?
R: He tenido muchos ingresos por ataques de ansiedad en estos años de recuperación, no ha sido fácil. El famoso mono de la droga también se pasa con el juego. Estás acostumbrado a meterle una sustancia química a tu cuerpo que es la dopamina, que de repente la cortas, pero tu cuerpo la necesita. He llamado al 061 muchas veces… Te pones violento, me han tenido que pinchar muchas veces en urgencia calmantes. Se pasa muy mal, la verdad. A mí el estudio me salvó la vida, el sentirme realizado. Nunca terminaba nada y los estudios de nutrición los acabé. También lo combiné con el deporte y empecé a perder peso; pasé de 138 kilos que pesaba a 82, fue una transformación brutal. Además de la terapia, todo me dio confianza.
P: Y el tratamiento médico, ¿cómo fue?
R: El tratamiento médico fue complicado, estuve varios años en salud mental con una psiquiatra en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Estuve medicado con topiramato, que es un medicamento que sirve como inhibidor de impulsos, te hace la vida más lenta, tomaba 500 mg al día, que es muchísimo… Coincidió con la época que estaba estudiando y fue una época complicada, pero salió bien.
El famoso mono de la droga también se pasa con el juego. Estás acostumbrado a meterle una sustancia química a tu cuerpo que es la dopamina, que de repente la cortas, pero tu cuerpo la necesita
P: ¿Tienes secuelas?
R: No. Tuve alguna vez problemas porque quise dejar el tratamiento por mí mismo, que no se lo recomiendo a nadie bajo ninguna causa, porque me dieron crisis de ansiedad bestiales y me tuvieron que reintroducir el medicamento para poder quitármelo paulatinamente.
P: ¿Cuentas con acompañamiento psicológico desde entonces?
R: Sí, nunca lo he dejado. Es una de las cosas que creo que me ha hecho bastante bien, tuve acompañamiento psicológico desde que llegué a la asociación Asejer, que fue la que me ayudó. Cada semana asistía a las sesiones grupales, se llaman terapias de autoayuda y ayuda mutua. Después de eso, salí de la terapia y tenía muy claros mis objetivos, trabajé mucho para conseguirlos, monté mi clínica, empecé a trabajar en televisión y radio.
P: El problema de esta adicción también es que va acompañado de muchos problemas económicos y deudas que arrastran a la familia...
R: Sí, de hecho, el martes pasado terminé de pagar una deuda que tenía de multas con el Ayuntamiento de Sevilla. Fueron 92 euros.
P: Debes sentirte muy orgulloso, ¿no?
R: ¡Fue la leche! Las secuelas del juego, nos gusten o no, nos persiguen de por vida. El simple hecho de ir a un banco, tú ahí ya tienes un historial. Las segundas oportunidades con esta adicción son difíciles, ahora mismo da igual que yo ahora genere ingresos, a mí ya no me dan créditos. Y mira que yo estoy en una situación de poder, pero otra persona lo tiene muy difícil.
P: Normalmente las personas que tienen esta adicción implican a sus familias, tal y como explicas en el libro, la tuya sufrió mucho.
R: Sí, así es. Yo le robé a mis padres, pero afortunadamente mis padres tenían una situación económica favorable (de la que yo me aproveché), pero cuando yo estaba en la asociación vi la realidad y es que muchas personas terminan solos, divorciados, sin hablarse con la familia, suicidándose, o en la calle pidiendo.
A mi me costó casi más dejar de mentir que de jugar
P: La mentira es una compañera fiel de esta enfermedad. Los ludópatas aprenden a mentir y, supongo, que será muy difícil dejar de hacerlo. ¿Cómo ha sido tu experiencia en este sentido?
R: Sí, es la más fiel. A mi me costó casi más dejar de mentir que de jugar. Yo entré por la puerta de la asociación y nunca más he jugado, desde entonces han pasado ya 13 años, pero de mentir no tanto. Al principio me costó muchísimo dejar de mentir, hice de la mentira una profesión, piensa que te pasas el día mintiendo para conseguir tus objetivos, y eso se instauró. Hubo un momento -después de dejar de jugar- en el que mentía por tonterías, se vuelve tan mecanizado que cuesta mucho dejar de hacerlo.
P: ¿Te has dado cuenta de la magnitud de lo que hacías en algún momento?
R: Una de las cosas que tiene esta enfermedad es que cuando te rehabilitas, te da perspectiva de vida, los problemas dejan de ser problemas. Tienes un sentimiento muy grande de culpabilidad porque te vienen recuerdos de aquella época, y pienso "cómo pude hacer eso". Yo era consciente pero no tenía voluntad, no podía evitarlo.
P: ¿Cuál crees que fue el detonante para que tú empezaras a jugar?
R: Yo tenía el problema de la impulsividad ya de serie, de hecho, no existen estudios pero yo estoy seguro de que hay una predisposición genética a una adicción. En mi caso me llevó el aburrimiento, tenía una relación difícil con mi padre en aquella época, trabajaba con él, tenía dinero y pasaba mucho tiempo solo en casa. Un día pusieron un salón de juegos debajo de mi casa y entré. Me dieron una copa muy barata y eché algo suelto en la maquinita y me tocó. Volví a casa con la sensación agradable, e inconscientemente busqué esa misma sensación una y otra vez. Vas invirtiendo cada vez más dinero para tener esa sensación de nuevo. Como cualquier adicción.

P: La adicción al juego va de la mano de otras adicciones y consumos como el alcohol y las drogas, ¿en tu caso también fue así?
R: Van de la mano, exacto. En el libro también hablo del alcohol, yo no recuerdo ninguna vez de entrar en el casino sereno. Tuve que trabajar esa adicción también, estuve mucho tiempo sin beber, ahora puedo tomarme una cerveza porque nunca tuve una dependencia, al contrario del juego. Dejé de beber por voluntad propia y cuando volví a beber también cambié la manera de hacerlo. Por ejemplo, ya no tomo copas. Y si me tomo una cerveza, lo siguiente que me tomo es una coca cola.
Yo comprendo que haya amigos que se hayan ido
P: Cuando tu entorno sabe de tu adicción, entiendo que te costó mucho recuperar su confianza…
R: Una de las cosas que aprendemos, una vez estamos recuperados, es que aprendemos a asumir las consecuencias de nuestras acciones. Yo comprendo que haya amigos que se hayan ido, si mis padres no hubieran querido hablarme -que no es el caso- lo hubiera entendido, y comprendo que parte de la sociedad me dé la espalda. Lo asumo. Nadie confiaba en mí, ni siquiera yo, porque tenía la moral por los suelos. Cuando pasa el tiempo, te recuperas como personas y vas recuperando tu dignidad.
P: Explicas en el libro que la adicción es paralela a tu paternidad… ¿Qué recuerdas de aquello y cómo afectó a tus hijas?
R: La paternidad de mi hija mayor me cogió en plena adicción. Yo siempre digo que lo más doloroso que me ha causado el juego es perder recuerdos. Estaba muy metido en el juego, y no me estaba percatando de que la vida estaba pasando. Eso me pasó con mi hija mayor. Gracias a dios, me rehabilité cuando ella era muy pequeña, y en el segundo nacimiento, yo ya estaba rehabilitándome. Ellas saben de mi enfermedad y del libro. Para mí es lo máximo que he conseguido en la vida.
P: Es una enfermedad que te vuelve muy egoísta, ¿verdad?
R: Ultraegoista, a la enfermedad le tienes que dar de comer a todas horas pisando a quien sea. Dejas muchos cadáveres por el camino.
P: En España hay unos datos alarmantes de ludopatía, sobre todo en jóvenes. ¿Cómo crees que se debe actuar en estos casos?
R: Yo estuve de monitor (me saqué el título en la asociación Asejer) para ayudar a jóvenes. Les recomiendo que estén alerta a la sintomatología, sobre todo con chavales de 14 y 15 años con el tema de los videojuegos. A mí se me ponen los pelos de punta cuando veo a niños que se enfadan cuando se les quitan los videojuegos y tiran el mando al suelo… Son carne de cañón para que se puedan enganchar. A las familias les recomiendo que hablen claramente y que les lleven a asociaciones o a psicólogos, pero que no les dejen solos. No son cosas de niños...