Regañás, picos, colines: en qué se diferencia cada tipo de panecillo (sin los que la vida sería peor)

Picos y regañás
Picos y regañás
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En la cultura gastronómica española, los panecillos crujientes son una pieza esencial de la mesa. Ya sea como acompañamiento de un buen queso, una tapa de embutido o simplemente como aperitivo por sí mismos, estas pequeñas delicias han trascendido generaciones y regiones, convirtiéndose en un elemento imprescindible de nuestra alimentación. Sin embargo, aunque muchos los utilizan de manera intercambiable, no todos son iguales. Regañás, picos, colines y otros panecillos crujientes tienen cada uno características propias que los diferencian entre sí en aspectos tan importantes como el sabor, textura y origen.

Picos: el crujiente más versátil de Andalucía

Los picos son pequeños panecillos secos y crujientes, típicos del sur de España, especialmente en Andalucía. Se caracterizan por su forma alargada y cilíndrica, y su consistencia dura debido a la baja hidratación de su masa.

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Su receta tradicional incluye harina de trigo, agua, levadura y sal, aunque también se pueden encontrar variantes que incorporan aceite de oliva. Debido a su textura crujiente y su capacidad para conservarse durante largos periodos de tiempo, los picos son un acompañante ideal para embutidos, quesos y tapas. Tanto es así que hoy en día resulta difícil imaginar una tabla de jamón ibérico sin ellos.

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Además, los picos han trascendido al ámbito de la gastronomía andaluza y hoy pueden encontrarse en prácticamente cualquier bar o restaurante español.

Picos

Regañás: un clásico sevillano con historia

Las regañás son una variante de los picos, pero con una diferencia clave: son planas, rectangulares y más quebradizas. Originarias de Sevilla, su historia se remonta a épocas en las que los panaderos aprovechaban restos de masa de pan para elaborar estos crujientes acompañamientos.

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Se diferencian por su elaboración con aceite de oliva, lo que les confiere un sabor más característico y una textura ligeramente más hojaldrada que los picos. Son perfectas para acompañar tapas, especialmente con productos como mojama, anchoas o patés, gracias a su resistencia y textura crujiente.

En la actualidad, las regañás han evolucionado y existen versiones con semillas, especias o ingredientes como el ajo y el pimentón, que potencian aún más su sabor.

Regañas

Colines: los palitos de pan que traspasan fronteras

Los colines son panecillos crujientes y delgados que guardan cierta similitud con los grissini italianos. Su textura es algo más ligera que la de los picos y las regañás, y su forma es alargada y fina.

Se elaboran con harina, agua, sal y levadura, y en algunas recetas se incorpora también aceite de oliva para mejorar su consistencia. Su versatilidad los hace ideales para acompañar quesos untables, sopas o incluso ensaladas, donde aportan un extra de textura crujiente.

A diferencia de los picos, los colines tienen una estructura más aireada y menos densa, lo que los hace menos resistentes, pero más ligeros al masticar.

Colines

Rosquilletas: el bocado crujiente de la Comunidad Valenciana

Las rosquilletas son una especialidad de la Comunidad Valenciana que se asemeja a los colines, pero con un toque distintivo: se elaboran con aceite de oliva y, en muchas ocasiones, se les añade sésamo o anís.

Estos palitos de pan crujientes son muy populares como merienda o aperitivo, y se consumen tanto por sí solos, como acompañados de queso, embutidos o patés. Su sabor ligeramente más dulce y su textura más suave diferencian a este tipo de pan de los picos y los colines.

En los últimos años, las panaderías han innovado con versiones que incluyen ingredientes como tomate seco, romero o queso, lo que ha aumentado aún más su popularidad.

Rosquilletas de pipas de girasol

Galletes d'Inca: el pan seco mallorquín con carácter

Las galletes d'Inca, originarias de la isla de Mallorca, son un tipo de panecillo seco y crujiente con una particularidad: se elaboran con una mayor proporción de grasa, generalmente en forma de aceite de oliva o manteca de cerdo.

Su textura es más quebradiza que la de los picos o las regañás, y se presentan en forma ovalada con pequeños agujeros en la superficie. Su sabor es neutro, lo que las convierte en un soporte perfecto para quesos curados, sobrasada o incluso miel.

Este tipo de pan seco es tan representativo de la gastronomía balear que, en muchas casas mallorquinas, sigue siendo un básico para el desayuno o la merienda.

Galletas de Inca

Panes candeales: la base de los colines y otros crujientes

El pan candeal no es un panecillo en sí mismo, pero merece una mención especial porque su masa es la base de muchos de los productos que hemos mencionado. Se trata de un pan tradicional castellano con miga densa y corteza crujiente, que se trabaja con una técnica conocida como "bregado".

A partir de esta masa se elaboran pequeños panecillos secos y duros, como los colines y algunas variantes de regañás. Su bajo contenido en agua les permite conservarse durante largos periodos sin perder su textura característica.

A todos estos panecillos crujientes hay que añadir un sinfín de variedades que combinan técnicas tradicionales con ingredientes modernos. De esta manera podemos encontrar en los estantes de los comercios manjares tan aparentemente refinados, pero a la vez cercanos, como los picos con semillas de chía y lino, colines integrales o con espelta, regañás con ajo negro o curry o rosquilletas sin gluten, adaptadas para personas con intolerancias.

Con esto queda claro que la creatividad en la panadería sigue ampliando el abanico de opciones disponibles para quienes buscan un bocado crujiente y sabroso.

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